viernes, 1 de septiembre de 2023

Euno y la primera gran rebelión de esclavos II. La esclavitud de las fuentes

 


Tumba de un esclavo romano en Francia. Aún conserva el collar, las cadenas y los grilletes en los pies

En el artículo anterior “Euno y la primera gran rebelión de esclavos I. Libertad y sangre” narramos la historia tal y como ha llegado hasta nosotros.


En cuanto a su interpretación, se puede decir que existen tres líneas. La marxista contempla lo sucedido como un episodio clásico de lucha de clases, en la que los oprimidos, los desposeídos, sin distinción de origen (sirios, griegos, cilicios, sicilianos…) se unen para luchar contra el opresor, aquellos que acumulan la riqueza. Cuentan con buenos argumentos, como la extensión del fenómeno a otros territorios donde se reproducían idénticas o similares condiciones y la colaboración con los elementos más desfavorecidos de entre los hombres libres, y no solo en Sicilia, el movimiento llegó incluso a contar con simpatías entre la propia plebe romana: “La población, lejos de conmoverse por las inmensas desgracias de los sicilianos, se mostraba por el contrario encantada, porque estaban celosos de la desigualdad de fortuna y condiciones. Los celos hicieron que la plebe pasara de abatida a alegre; porque el que una vez disfrutó de una fortuna brillante, ahora había caído en la condición más miserable. Lo más cruel fue que los rebeldes, con un refinamiento desalmado, quemaron las mansiones rurales, destruyeron propiedades y cultivos, pero perdonaron a los hombres dedicados a la agricultura. La turba, con el pretexto de castigar a los esclavos fugitivos, pero en realidad, por celos contra los ricos, vagaba por el campo, saqueaba sus propiedades y quemaba sus villas.” Esta idea, sin embargo, se contradice con el hecho de que Euno se proclamara rey y tratara de crear un reino a imitación del de los monarcas seleúcidas. Su respuesta es que, al no haber en aquel momento una teoría política ni una idea de estado “revolucionaria” (marxista) no tenían otra opción que adoptar y adaptar formas de gobierno existentes y que eran consideradas menos opresivas.

Por el contrario, otro grupo afirma que la revuelta tuvo un origen o bien religioso, dada la condición de adivino de Euno, que habría dirigido una suerte de secta violenta; o bien nacionalista, siria, según algunos, siciliana, según otros. Euno se corona como rey “sirio” y llama a sus seguidores “mis sirios”, mientras que es evidente que, como hemos visto antes, la población local, o al menos una parte, colaboró con los rebeldes y grandes ciudades, como Siracusa, no consta que se enfrentaran con ellos. En ambos casos estas teorías cuentan con elementos discutibles. Si bien Euno parece haber presumido de poderes como adivino y conoce los ritos de la diosa Deméter, esto no le distingue en nada de la multitud de sacerdotes, arúspices, augures, nigromantes, magos y brujas que pululaban por el mundo romano, sin que ninguno llegara a protagonizar episodios como este. Tampoco consta que sus seguidores realizasen ningún rito especial, abandonaran sus anteriores creencias o que Euno propugnase una nueva doctrina religiosa. En una sociedad netamente politeísta, la mayoría de la población se acercaba a una u otra divinidad, templo o sacerdote por múltiples causas, entre las que la curiosidad ocupaba un lugar importante, y con igual ligereza las abandonaba. Aunque se registran algunos episodios de crímenes y autoinmolaciones por motivos religiosos, estos raramente pasan de lo anecdótico. La única excepción conocida podría ser la “secta” de las bacanales dionisiacas en Roma, pero las causas de este movimiento no parecen haber sido tampoco únicamente religiosas y nunca protagonizó una rebelión armada ni violenta.

En lo que respecta al factor nacionalista, los esclavos procedían de infinidad de lugares, por lo que es difícil imaginar cómo pudieron crear, como conjunto, un sentimiento nacionalista. El que Euno se refiera a ellos como “mis sirios” indicaría tan solo que los consideraba ahora sus “compatriotas”. Evitaba, además, el uso del infamante “esclavos”, sustituyéndolo por la ciudadanía de un país que, como el que ellos estaban intentando crear, era en aquel momento un crisol de razas y culturas. Y sobre la idea del nacionalismo “siciliano”, parte de que los pequeños agricultores que se unieron a la revuelta pertenecían todos, o su gran mayoría, a los pueblos originales de la isla, y que lo hicieron con la idea de lograr la independencia de su país, ambos hechos no solo no probados, si no carentes de cualquier indicio que los señale.

Una tercera interpretación rechaza que la causa fuera el conflicto entre clases, la religión o el nacionalismo, y apunta a los malos tratos y el abuso de los dueños que exacerba el deseo de libertad de los esclavos y les hace perder el miedo al castigo. Es decir, el simple “factor humano”. Es lo mismo que sostienen los autores del relato que nos ha llegado y, además, por ser la explicación más simple es la que mejor se adhiere a los principios de la “navaja de Ockham”. Pese a ello hay dos factores que hacen cuestionársela. El primero es que, dado que la rebelión se extendió no solo por toda la isla, sino por el conjunto de los territorios controlados por la República Romana, si no hubo ningún otro factor implicado todos los propietarios debían ser igual de abusivos que Damófilo, por lo que este sería un amo “normal”, mientras que nos es presentado como alguien singularmente mezquino y despiadado. La segunda, y más importante, es que, como ya hemos comentado, coincide plenamente con la interpretación de los autores de la historia que ha llegado hasta nosotros. Y es hora de que nos centremos en este último y fundamental asunto.

Primera edicón completa de Diodoro traducida al latín en 1559 

La principal fuente sobre estos hechos es Diodoro Sículo, Diodoro de Sicilia, natural de esa isla pero que vivió casi un siglo después de estos hechos. Parece, sin embargo, que su fuente es su maestro Posidonio, que nació casi contemporáneo a la rebelión y que, además, era natural de la ciudad siria de Apamea, igual que Euno, por lo que es muy posible que dispusiera de buenas referencias sobre lo sucedido, incluidos posibles testigos. Ambos eran estoicos, (algunos autores consideran a Diodoro “ecléctico”, decir, que unía los postulados del estoicismo con el de otras escuelas filosóficas), y una de las bases del estoicismo es la aceptación del destino y la idea de “Dominación”. Esta idea, que ya formulan Platón y Aristóteles, parte de que el control, el “dominio”, de unos hombres sobre otros es imprescindible para que la sociedad pueda funcionar. Distingue entre “dominación” pública, y privada. En la primera se enmarcan distintas formas de gobierno, de las que ninguna es mejor que otra, sino que su calidad depende de la “moralidad” con la que se ejercen. Así, el lado oscuro de la monarquía es la tiranía, de la aristocracia la oligarquía y de la democracia la oclocracia. La otra dominación es la privada, es decir, el poder que unos hombres ejercen sobre otros fuera del ámbito público, en el privado, del que la esclavitud era, en aquel momento, una de las más comunes y plenamente aceptada. Pero esta dominación privada también debe estar regida por la moralidad. Si se ejerce de forma abusiva, el sistema se deteriorará rápidamente.

En este caso, Damófilo nos es presentado como un prototipo de lo que no debe ser un amo de esclavos: un patán inculto, entregado al lujo y al derroche más absurdo y vulgar, y que trata a sus esclavos con la mayor crueldad. No cumple con su “obligación” de vestirlos y alimentarlos y les impone castigos crueles e injustificados. Es por ese motivo que se altera el orden social “natural”. Como prueba vemos que esos mismos esclavos respetan a aquellos que han ejercido su dominio sobre ellos de forma moral, incluida la propia hija de Damófilo.

Muerte de Cayo graco por Auvray Felix

En cuanto a Roma, esta tarda tanto y tiene tantas dificultades para aplastar la rebelión por que el dominio natural allí también se ha alterado. La plebe embrutecida disfruta con la desgracia de los ricos, y los “équites” uno de los tres órdenes en los que se dividen los ciudadanos romanos, están tratando de alterar el dominio natural del senado y la aristocracia sobre la República. Estos “équites”, una especie de clase acomodada pero sin ascendencia aristocrática y con acceso limitado a los cargos políticos, ya han sido presentados como responsables de la inactividad de las autoridades sicilianas frente a los primeros desórdenes en la isla. Encabezados por Cayo Sempronio Graco, contra el que Diodoro se muestra extremadamente hostil, han provocado una grave crisis política al pretender, entre otras cosas, el acceso a la judicatura o la revisión de las concesiones de tierras propiedad del estado a las grandes familias aristocráticas. Como consecuencia, la justicia y la propiedad son cuestionadas, el estado se debilita y hasta que no restaura ese orden interior no es capaz de hacer frente a la rebelión de los esclavos. Al final, todos los que han tratado de alterar esa “dominación” son justamente castigados: Euno muere en prisión devorado por las alimañas, Aqueo de hambre, abandonado por todos, Graco es asesinado….

Estamos, pues, ante un ejemplo claro que confirma, punto por punto, los principios ideológicos de quienes nos la transmiten. Así que lo primero que debemos plantearnos es si lo que nos cuentan es cierto. Y no lo es.

La ley impulsada por Cayo Graco que pretendía que los caballeros pudieran ejercer como jueces, y a la que responsabiliza de lo sucedido en Sicilia, no se presentó hasta una década después del fin del conflicto. En cuanto a sus otras acusaciones, como la de abandonar las provincias de Hispania y Galia al expolio por parte de los publicanos (todos équites), el despilfarro de fondos públicos o el debilitar al ejército con la introducción de reformas militares, nunca sucedieron. Diodoro, pues, manipula los hechos. Pero ahora nos enfrentamos a otro problema, fundamental siempre que tratamos con fuentes escritas del Mundo Antiguo: ¿es realmente Diodoro quien lo hace?, es decir, ¿es Diodoro el verdadero autor de los textos que han llegado hasta nosotros, al menos en su forma actual?

Busto atribuido a Epicuro

Aunque el epicureísmo fue en la Roma Republicana, y aún en la Alto Imperial, la corriente filosófica predominante, a las autoridades imperiales, y a todos los regímenes autocráticos que las sucedieron a lo largo de los siglos, incluida la Iglesia, siempre les gustó más el pensamiento estoico, que se esforzaron (y se esfuerzan) en difundir. Ambos tienen muchos puntos en común, como el considerar que el fin de la vida del hombre es ser feliz, y el resaltar que para conseguirlo es preciso controlar las pasiones, pero mientras que Epicuro y sus seguidores propugnan la búsqueda activa de la felicidad, en la que se debe perseguir aquello que nos hace feliz y eliminar lo que nos impide serlo, los estoicos proponen la aceptación pasiva del destino. La felicidad para los estoicos se logra aceptando, acomodándose, a la realidad de cada uno. Esto tiene unas connotaciones políticas claras. Los cesaricidas eran epicúreos, por poner un ejemplo, y trataron de destruir a quien ellos consideraban un tirano, mientras que la mayoría de los emperadores apoyaron e impulsaron la difusión de la doctrina estoica, muy útil para el mantenimiento del orden social, sea este justo o injusto.

Busto doble de Séneca y Sócrates, dos de los autores estoicos más citados

Como consecuencia, y pese a que en su momento fueron multitud, apenas disponemos de obras o referencias de autores epicúreos, mientras que abundan las del pensamiento estoico. Y esto es así porque ninguno de esos textos que atribuimos al Mundo Antiguo ha llegado hasta nosotros. Los conocemos, en el mejor de los casos, por copias de copias de copias… realizadas por personas al servicio de las élites intelectuales y políticas, siempre muy relacionadas, que se han ido sucediendo a lo largo de estos dos milenios. Y a quienes ocupan los escalones más altos de la pirámide social siempre les ha gustado el pensamiento estoico, con sus ideas de “Dominación” y aceptación del destino, entre otras. Así, se han copiado una y otra vez los libros de autores estoicos, o de determinados autores estoicos, mientras que han desaparecido muchos otros, simplemente porque no ha interesado dedicarles, siglo tras siglo, el esfuerzo y la inversión que supone copiarlos. E incluso estas copias sabemos que no siempre son fieles, ya que es frecuente encontrar diferencias sustanciales entre textos que nos llegan por vías distintas.
Raro fragmento de un pergamino de época romana encontrado en un basurero en el desierto. Al parecer, contiene un remedio para la resaca

En el caso de la rebelión de Euno de Diodoro no tenemos siquiera una copia completa, sino una serie de fragmentos recogidos principalmente en dos textos. El primero es la colección del patriarca de Constantinopla Focio, del siglo IX, que incluye un epítome de los libros 34/5. Nos ha llegado en forma de diversas copias manuscritas incompletas y con importantes diferencias entre ellas, que se trataron de unificar en la primera edición en 1601. El segundo es un resumen de esos mismos libros que se encuentra en la Excerpta Histórica Constantiniana de Constantino VII, del siglo X. Lo que nos ha llegado de ella está repartido por diversas bibliotecas, incluidas la del Escorial, y parte de los manuscritos se ha perdido y solo nos quedan las ediciones que se hicieron de ellos en época moderna. Los fragmentos que hablan sobre la rebelión de Euno se encuentran en la Biblioteca Vaticana. Todos presentan elementos comunes, pero también otros en los que no coinciden. Hay acontecimientos narrados de forma diferente, y algunos hechos que se mencionan en un texto no están en otro. Es, por tanto, probable que se haya producido algún tipo de alteración.

“La historia nos dará la razón” es, sin duda, la idea más dañina que se ha generado en la historiografía. Porque la historia no da o quita razones: enseña, nos muestra nuestra experiencia como humanidad para que podamos aprender de ella. La búsqueda de una justificación de los postulados, de las ideas, de cada uno en la historia ha conducido a una sucesión interminable de manipulaciones, ocultaciones o, directamente, falsificaciones en las fuentes, antes y ahora, que nos impide, con frecuencia, conocer la realidad de lo sucedido, y con ello destruyen nuestra memoria y el sentido mismo de la historia, que pasa a ser mera propaganda. Pero estas manipulaciones, cuando se descubren y se exponen, también nos enseñan mucho, no sobre los hechos originales, pero sí sobre la época y los hombres que las realizaron y sobre los que las reprodujeron y las llevaron hasta nosotros.

Y eso es, quizás, aún más interesante.

jueves, 31 de agosto de 2023

Euno y la primera gran rebelión de esclavos I. Libertad y sangre

 

Tumba de un esclavo romano. Aún conserva el pesado collar y la cadena  que debió cargar en vida

Cuando hablamos de Roma y de las rebeliones de esclavos todos pensamos en Espartaco o, mejor dicho, en Kirk Douglas interpretando a Espartaco en la película de Stanley Kubrick, pero, de hecho, y aunque sea el que haya acaparado la atención, Espartaco no fue el líder de la primera gran rebelión de esclavos, sino más bien de la última. Ese lugar le corresponde a Euno, un esclavo sirio en Sicilia que protagonizó la Primera Guerra Servil. Espartaco dirigió la tercera.

Estamos en el segundo cuarto del siglo II a.C. y Roma ha conquistado Italia, derrotado a los cartagineses y se ha convertido en la primera potencia del Mediterráneo. La vieja república de campesinos-soldados, duros como el pedernal, está desapareciendo a marchas forzadas, fagocitada por el imperio que ella misma ha creado, un fenómeno que se repetirá varias veces en la historia. Los inmensos territorios capturados, despojados a sus antiguos dueños ahora muertos o esclavizados, no han sido repartidos de forma equitativa, sino que han pasado a manos de una pequeña élite de mega-ricos que gracias a ellos se enriquecerán aún más. Los convertirán en inmensos latifundios destinados a proveer de trigo a la nueva urbe imperial, en rapidísima expansión gracias a la llegada masiva de esclavos, de emigrantes y, sobre todo, de antiguos campesinos que lo han perdido todo. Las pequeñas propiedades tradicionales, cuyos dueños deben permanecer largos años de servicio militar en el extranjero, muriendo y matando por la República, no pueden competir con los inmensos latifundios esclavistas, cuyos propietarios, además, controlan el senado, y con él los mercados y los contratos de suministro a la ciudad.

Estos ciudadanos desposeídos ya no pueden ser convertidos en esclavos, un logro que, por primera vez, pone a un colectivo a salvo de la esclavitud debido a su origen (a su estatus jurídico en realidad) con lo cual su única opción es morirse de hambre o ponerse al servicio de los poderosos como “clientes”, una forma nueva de venderse a sí mismos. De hecho, muchos esclavos que sirven a esos poderosos se encuentran en una situación mejor que estos “proletarii” cuya única posesión son sus propios hijos, su prole.

Y, por debajo de todos ellos, en el último escalón de la degradación social, están los esclavos usados como mano de obra forzada en minas o grandes explotaciones agrícolas y tratados como simple ganado. Diodoro nos cuenta que sus amos acostumbraban a marcarlos como a las reses. Esto, además de espantosamente doloroso y humillante, debía tener otra consecuencia psicológicamente aún más devastadora: privarlos de la esperanza. En el Mundo Antiguo, dado que no existía ninguna comunidad, raza o grupo específico predestinado a la esclavitud, los esclavos siempre podían conservar la esperanza de alcanzar algún día la libertad, bien por generosidad en vida o póstuma de sus amos, bien comprándose a sí mismos o de otras varias formas. Y la esperanza es uno de los mejores métodos de control social, como bien saben actualmente los gobiernos con sus, por ejemplo, múltiples y rentabilísimas loterías, que permiten a sus ciudadanos soñar con alcanzar la riqueza o, al menos, mejorar su situación. Por el contrario, los esclavos marcados de forma indeleble comprendían que jamás podrían escapar a su condición.

Tumba de un esclavo romano enterrado con sus grilletes
Euno era uno de esos esclavos. Entre los pocos datos que conocemos de él está su origen: procedía de la localidad de Apamea, en Siria, un territorio aún no conquistado por los romanos. Esto parece indicar que no se trataba de un prisionero de guerra. Aunque en el imaginario colectivo son las legiones y sus conquistas las que proveían de esclavos a Roma, en la práctica no eran suficientes. La economía y la sociedad romana tardorrepublicana tenían una necesidad continua de mano de obra que se cubría adquiriendo seres humanos por todo el Mediterráneo, e incluso mucho más allá. Estos podían caer en la esclavitud de muchas maneras: por deudas; por haber sido apresados en guerras ajenas a Roma, muchas veces provocadas con el único fin de lograr cautivos que vender a los tratantes de la urbe; o secuestrados por bandidos y piratas para vendérselos a esos mismos tratantes. Una vez llegados al mercado, nadie preguntaba su origen. De hecho, el auge de la piratería en el Mediterráneo en esa época pudo tener su origen en el negocio de capturar, en el mar o en la costa, esclavos para Roma, que por ese motivo la toleró, sino la impulsó, hasta que creció de tal manera que amenazó las propias vías de suministro de la ciudad.

Euno, en todo momento se define a sí mismo como sirio, al contrario que los esclavos de segunda o tercera generación que pierden rápidamente su conciencia de origen más allá de su propia condición de esclavos, conoce los ritos de la diosa siria Deméter, según nos cuenta Diodoro, y la mujer con la que vive, y a la que más adelante hará coronar reina, también es siria, y Diodoro la describe como συμπολῖτιν, que puede traducirse por conciudadana o paisana. Todo eso nos lleva a pensar que Euno nació libre y fue esclavizado, quizás junto a su compañera o esposa.

Euno aseguraba incluso que era capaz de comunicarse con la diosa, y que esta le transmitía mensajes gracias a los cuales podía adivinar el futuro. Diodoro afirma que: “Entre las muchas predicciones que pronunció, hubo algunas que se hicieron realidad, y como nadie recuerda los errores ni las falsas predicciones, mientras que se habla mucho de las que se cumplen, este hombre pronto adquirió una gran reputación”. Esta reputación traspasó los límites de las ergástulas de los esclavos y llegó hasta las casas de sus propios amos. Una de las predicciones que realizó es la de que llegaría a ser rey. Antígeno, su amo, un rico propietario que vivía en la ciudad de Enna, al saberlo lo invitaba a sus banquetes para entretenimiento y diversión de los invitados, algunos de los cuales, entre risas, y quizás medio en broma medio en serio dada su fama como adivino, le ofrecían grandes porciones de comida de sus platos, rogándole que, cuando alcanzara el trono, no olvidase su generosidad. Así que sus predicciones, por lo menos, lo llevaron a mejorar sus condiciones de vida. De momento.
Esclavos romanos sirviendo a sus amos en un banquete

Damófilo, uno de los más despiadados propietarios de esclavos de la isla, poseía grandes extensiones de tierra en torno a Enna que dedicaba a la cría extensiva de ganado, confiada a pastores esclavos[1]. Estos esclavos pasaban largos periodos en el monte e iban armados para proteger los rebaños de las bandas de salteadores, con frecuencia formadas a su vez por esclavos pastores armados. De hecho, Diodoro nos describe en Sicilia y Varrón en Italia una situación de pérdida de control de las autoridades sobre gran parte del territorio en favor de estas partidas de esclavos pastores, que actuaban en muchas ocasiones con el conocimiento, la complicidad e incluso el impulso de sus amos.

Así pues, tenemos una isla repleta de esclavos, la inmensa mayoría jóvenes y nacidos en libertad, muchos de los cuales van más o menos armados (armas cortas, palos o garrotes) y están acostumbrados a actuar de forma violenta. Para que la rebelión generalizada estallase solo hacía falta un catalizador, y ese fue Euno.

Damáfilo, según nos cuenta Diodoro, se negaba a vestir o tan siquiera alimentar a sus esclavos pastores, ordenándoles que se mantuvieran del robo a los viajeros en los caminos. También les infringía castigos brutales, en especial si protestaban. Estos, perdido el miedo y la esperanza, decidieron rebelarse y matar a su amo, pero antes se pusieron en contacto con Euno para preguntarle si los dioses aprobaban lo que iban a hacer. Este, que quizás llevaba tiempo esperando una oportunidad así, les respondió que los dioses apoyaban plenamente la acción, y les instó a actuar rápidamente, sin duda para evitar que los volubles inmortales cambiaran de opinión. La situación de premotín en la isla debía de estar muy avanzada, porque de inmediato cuatrocientos esclavos, encabezados por el propio Eunoo que practicaba otro de sus trucos favoritos, arrojar fuego por la boca, cayeron sobre la ciudad.

Enna en la actualidad
Enna, conocida como el “ombligo de Sicilia” por estar en su centro, fue, al parecer, fundada por los sículos, uno de los pueblos originarios de la isla, conquistada luego por los griegos, más tarde por los cartagineses y por último por los romanos. Situada en lo alto de un cerro, rodeada de acantilados y con fuentes de agua propias, era casi imposible de asaltar o rendir mediante asedio, por lo que todos los cambios de manos se debieron a traiciones desde el interior. Durante la Segunda Guerra Púnica, el gobernador romano, alarmado al ver como las ciudades se iban rebelando una tras otra para masacrar a sus guarniciones y pasarse al bando de Aníbal, decidió conjurar el peligro con un sentido práctico muy romano: reunió a los habitantes de Enna en el teatro y los asesinó a todos, sin distinción, asegurándose así una completa y permanente paz interior. Tras la guerra, fue repoblada por itálicos y griegos leales, que se repartieron los terrenos montañosos circundantes y los explotaron mediante esclavos.

Euno y sus compañeros no tuvieron ningún problema para superar las murallas y defensas, ya que los innumerables esclavos del interior se apresuraron a franquearles el paso. La conquista de toda ciudad es siempre, antes y ahora, un escenario de horror que es mejor no imaginar. Si a esto le añadimos que, en este caso, los conquistadores eran los propios esclavos locales y las víctimas indefensas sus antiguos amos, entramos en un escenario en el que todas las atrocidades que un ser humano puede idear contra otro se desatan y superponen, y en este campo los seres humanos, incluso los en apariencia más garrulos, tenemos una capacidad creativa que no conoce límites.

No murieron, sin embargo, todos los ciudadanos de Enna, ni siquiera todos los dueños de esclavos. Euno demostró desde el primer momento una inteligencia y un control fuera de lo común. Comprendió que el verdadero poder no es el de matar, eso es muy sencillo, sino el de decidir sobre la vida y la muerte. Perdonó primero a los herreros, armeros y otras profesiones que necesitaba para equipar a su ejército y asegurar el funcionamiento de su reino. Ejecutó a sus propios amos, pero perdonó a aquellos que durante los banquetes le habían entregado parte de sus manjares, demostrando así que sabía gradecer los favores. Incluso perdonó a la hija de Damófilo, que siempre se había mostrado benévola con los esclavos y había tratado de ayudar a aquellos que sufrieron la brutalidad de sus progenitores. En cuanto al propio Damófilo, había huido a una de sus fincas en las montañas, pero sus antiguos esclavos se enteraron y lo trajeron a la ciudad. Dentro de lo que cabe tuvo “suerte”, Euno, decidido a levantar la estructura de un estado funcional, organizó para él un juicio en el teatro, al que asistieron los esclavos en el lugar de los ciudadanos. Damófilo intentó defenderse mediante un discurso que no debió entusiasmar a la audiencia, ya que dos exaltados exesclavos suyos saltaron al escenario, lo apuñalaron y le cortaron la cabeza con un hacha. Su esposa no tuvo tanta fortuna, fue entregada a sus criadas, que demostraron con ella esa creatividad de la que hablábamos antes. Y allí mismo, en el teatro, Euno fue coronado rey.

A emulación de los monarcas helenísticos, y más en concreto de los seléucidas, se ciñó la diadema, se puso los adornos reales, adoptó el nombre de Antioco, típico de los monarcas sirios, su modelo, y formó un consejo de hombres con fama de ser los más sabios para que le ayudaran en las tareas de gobierno del nuevo estado. La formación del ejército fue confiada a un griego conocido como “Aqueo”, de origen aqueo naturalmente, sin duda un exsoldado o mercenario. Este Aqueo se había quejado de los excesos cometidos por los esclavos rebeldes, pronosticando que si no se restablecía pronto algún tipo de orden la rebelión sería fácilmente aplastada. Euno, lejos de enfadarse al escuchar estas críticas, le dio la razón y lo nombró su consejero, confiándole el mando de sus tropas. En apenas tres días armó a más de seis mil hombres con ganchos, hachas, hondas, guadañas, palos con la punta endurecida al fuego o espetones de cocina y, en vez de esperar la reacción de los romanos, se lanzó al ataque.

Monedas encontradas en Enna con Euno caracterizado como Antioco


Los rebeldes saqueaban las grandes propiedades, asesinaban a los dueños que no tenían la prudencia, o el tiempo, para escapar y liberaban a los esclavos, pero respetaban a los pequeños granjeros y a las explotaciones familiares, también enfrentados a los latifundistas. Eso le permitió ganar simpatías entre la población local y que no se produjera un abandono masivo del campo que desencadenara una hambruna. Euno actuó siempre con inteligencia y previsión. Muchos de los esclavos liberados se unían a su ejército, que así fortalecido derrotó varias veces a las guarniciones romanas y a las tropas enviadas por el gobernador, logrando con ello mejor armamento y equipo.

El levantamiento de Enna no parece haber sido un hecho aislado, sino el resultado del progresivo deterioro de la seguridad en Sicilia, del que hemos hablado antes. Un tal Cleón, de origen cilicio, encabezaba su propia rebelión de esclavos, y los romanos albergaron durante algún tiempo la esperanza de que ambos grupos se aniquilaran mutuamente, a fin de cuentas para ellos solo eran bandidos. Lejos de eso, ambos líderes se reunieron y Cleón se puso al servicio de Euno, aunando sus fuerzas. Juntos derrotaron al general romano Lucio Hipseo y a su ejército y, según las fuentes, se hicieron con el control de la Isla.
Mapa de Sicilia en la época de la Primera Guerra Servil

En Sicilia había varias ciudades grandes, como Siracusa, Catania, Taormina, Mesina o Agrigento, todas difíciles de conquistar y de las que solo nos consta que fue tomada Taormina y, quizás, Agrigento, por lo que es de suponer que, tras su caída, las demás llegaron a algún acuerdo con Euno o que su “reino siciliano” nunca alcanzó el control total de la isla. Lo que sí hicieron fue derrotar a varios ejércitos enviados por Roma, por lo que su fama se extendió rápidamente, y como el problema de los esclavos no era exclusivo de Sicilia, las rebeliones inspiradas por la de Euno se extendieron por todos los territorios controlados por la República. En África, en Italia, en Grecia y hasta en la propia Roma se produjeron levantamientos, e incluso parece que llegó a contar con la simpatía de, al menos, una parte de la plebe romana, a juzgar por lo que dice Diodoro. 

El senado se vio forzado a tomar medidas y un gran ejército fue enviado a Sicilia al mando de Rutilio. Este cercó primero Taormina, que fue rendida por hambre, tras lo cual torturó y asesinó a los prisioneros, incluido un hermano de Cleón. La guerra era sin cuartel. Después se dirigió a Enna, que, tras otro duro asedio fue tomada, según manda la tradición, gracias a una traición en el interior. Cleón murió combatiendo, mientras que Euno y sus últimos hombres se refugiaron en las montañas donde continuaron la lucha hasta que, ya cercados, optaron por matarse entre ellos, aunque Euno prefirió entregarse. Según nos cuenta Diodoro murió en prisión, mientras que Aqueo perecería de hambre durante su huida, ya que todas las ciudades y pueblos le cerraron sus puertas. Después de la caída de Enna, cuya población fue nuevamente masacrada, la rebelión se extinguió rápidamente, quizá porque se ofreció algún tipo de perdón, ya que, según Diodoro: “La falta de esclavos y la necesidad de ellos obligó a los amos a recuperar a los rebeldes, porque no tenían otra opción”.

Esta es la historia tal y como ha llegado hasta nosotros, en el siguiente artículo “Euno y la primera gran rebelión de esclavos II: la esclavitud de las fuentes” hablaremos sobre su interpretación, sobre todo, de su autenticidad: ¿este relato es fidedigno?



[1] Existe una importante controversia entre los historiadores sobre si la base de la economía siciliana eran las grandes explotaciones cerealistas como se deduce de muchos textos de la época, las granjas pequeñas, o la ganadería extensiva. Las tres opciones no son incompatibles en una tierra con la orografía y la historia de Sicilia. A la población original de la isla se le había superpuesto la de las colonias de origen griego, que se habían adueñado de buena parte del territorio. Luego ambos grupos sufrieron las invasiones de cartagineses primero y de romanos después, cada uno con sus propios aliados locales, que se apoderaron de lo que quisieron, aunque los cartagineses solo para perderlo todo tras ser aniquilados por Roma. Esto, sin duda, tuvo que crear una estructura de propiedades de origen y características muy diferentes, en el que las antiguas pequeñas granjas que habían logrado sobrevivir a las guerras púnicas luchaban, como en la propia Italia, por escapar a la rapacidad de terratenientes y políticos y funcionaros corruptos. Por otro lado, es muy posible que, como sucede incluso ahora en esta isla y en muchos otros lugares, las tierras de los valles, las más ricas, se dedicaran al cultivo de cereales, mientras que las de las abundantes zonas montañosas se utilizaran para apacentar ganado de forma extensiva.

jueves, 1 de junio de 2023

Rome total War REMASTERED, el clásico vuelve

 



Si hay algún juego cambió el mundo de la estrategia digital y lo hizo popular entre muchos jugadores, ese es Rome Total War, de Creative Assembly, publicado en 2004. Ahora, que vivimos en tiempos donde el homenaje y la revisión de juegos antiguos es una moda, porque los juegos nuevos ya no levantan la misma admiración que sus antecesores, esta maravilla vuelve a ser publicada en una versión “Remastered”; o sea, no es una versión nueva, ni una simple actualización para ser jugado por los sistemas operativos modernos, sino una versión de mejora y puesta al día, sin traicionar las mecánicas originales.

Aunque se añaden algunas cosas de sus secuelas y unos gráficos más pulidos, ¿Vale la pena?, ¿Han traicionado el juego original? Veamos.

viernes, 31 de marzo de 2023

Alejandro, el profeta de la serpiente

 



Siempre ha habido pícaros que han vivido de los dos grandes motores de la humanidad: la esperanza y la estupidez. Tipos que mediante engaños y tácticas de manipulación han vivido de la ignorancia y anhelos de otros. Algunos hasta caen simpáticos, por poner de manifiesto los errores de su tiempo o demostrar las carencias de tipos supuestamente honorables y poderosos. Ustedes juzgarán, tras leer este artículo, a que clase pertenece Alejandro de Abonutico, que se declaró profeta de un dios y muchos se lo creyeron.

domingo, 19 de febrero de 2023

Domicio Afer; el abogado sin escrúpulos


Abogado sin escrúpulos, sí, ya lo sé, parece una redundancia, pero no es de eso de lo que trata este artículo, sino de saber hablar… y saber callarse.

En el primer siglo de nuestra era el arte de la oratoria, una de las disciplinas más valoradas en las desaparecidas democracias de Grecia y Roma, había entrado en franca decadencia. Desde que Sila, César y Octavio demostraran que la forma más eficaz de ganar una acalorada discusión en el senado no era el sonido de un hermoso y bien fundado discurso, sino el chirrido de las espadas de los legionarios al salir de sus vainas, la oratoria política había quedado reducida a un recargado ejercicio de adulación, en el que se imponía aquel que fuera capaz de hilar la mayor serie de hiperbólicas alabanzas a quien estuviera en el poder.

En cuanto al otro ámbito en el que siempre habían destacado los oradores, los tribunales, los grandes juicios que permitieron a hombres como Cicerón destacar e iniciar un brillante cursus honorum ahora estaban estrechamente controlados por los emperadores, por lo que si querías participar debías plegarte a sus deseos, y los pequeños solo daban para ganarse malamente la vida.

Pero aún en este oscuro ambiente hay quien es capaz de brillar, aunque no sea más que por su absoluta falta de escrúpulos, y ese fue Domicio Afer.

Afer nació en el 16 a.C. en Nemausus. Actual Nimes, en la Galia. Muy pronto se trasladó a Roma, probablemente de la mano de su primo, Publio Cornelio Dolabela. Los Cornelio Dolabela eran una de las familias patricias más importantes de Roma, y el padre de nuestro Publio, del mismo nombre, había sido entre otras cosas yerno de Cicerón. Él mismo llegó a cónsul y a procónsul de África bajo el mandato de Tiberio, donde consiguió acabar con el escurridizo líder rebelde Tacfarinas.

Así que nuestro protagonista empezó su carrera desde una modesta ciudad de provincias, sin nada… aparte de un espectacular enchufe familiar. Un clásico.

Su discípulo y también gran orador Marco Fabio Quintiliano definió su estilo como lento, grave, de emoción contenida, en el que usaba un lenguaje adaptado a su público, por lo que tanto podía ser de un culteranismo recargado como sencillo y familiar. Siempre aliñado, eso sí, con un sentido del humor cáustico, burlón y cruel con sus víctimas. Esa sería su “marca de la casa” oratoria.

Su gran oportunidad llegó cuando Tiberio, ya en las postrimerías de su reinado y sumido en plena demencia conspiranoica tras la traición de Sejano y el asesinato de su hijo, le encargó la acusación ante el senado de Claudia Pulcra, la exmujer de Publio Quintilio Varo (sí, el de Teutoburgo) por adulterio y uso de artes mágicas para intentar asesinar al emperador. En realidad estos juicios eran una mera pantomima, ya que ni el senado ni nadie se iba a atrever a esas alturas a oponerse a los deseos de Tiberio, pero este apreciaba que sus acusadores representaran bien su papel y, en especial, que no perdieran la oportunidad de humillar a sus enemigos, justo el campo en el que Afer destacaba más.

Tras conseguir la condena de la madre, Tiberio fue a por su único hijo, Publio Quintilio Varo “El Joven”, una de sus costumbres en esta etapa final de desenfreno vengativo, y una vez más pudo contar con la entusiasta colaboración de Domicio After, que en esta ocasión dispuso de la ayuda de su primo.


El asunto resulta aún más sombrío si tenemos en cuenta que Publio Cornelio Dolabela era hijo de la hermana de Varo y, por lo tanto, todos eran parientes.

La familia de Varo, sin embargo, era un objetivo secundario, casi podríamos decir que un daño “colateral”, para Tiberio. A quien de verdad tenía en el punto de mira era a Agripina, buena amiga de Claudia Pulcra, que, gracias en parte a las “revelaciones” hechas por Domicio After en estos procesos terminaría muriendo de hambre durante su cautiverio en una isla olvidada.

Este fue el momento de gloria de nuestro protagonista, que se convirtió en el orador de moda, al que todos deseaban contratar como abogado, básicamente porque pocos tribunales iban a atreverse a fallar en su contra sabiendo que era un protegido de Tiberio. Gracias a eso llegó a amasar una más que considerable fortuna.

Pero en la política las cosas pueden cambiar de un día para otro. Tiberio era un anciano, que, con un poco de ayuda, no tardó en dejar este mundo, y su sucesor fue Cayo César Augusto Germánico, más conocido por el cariñoso apelativo de "Botitas", Calígula, el hijo de Agripina. Y este, aunque aún no había sufrido la enfermedad que desencadenaría en él una afición al asesinato en masa que haría a todos añorar los buenos tiempos de las masacres de su tío, ya apuntaba maneras.

La pérdida de su madre, y más en aquellas terribles circunstancias, fue un acontecimiento que, sin duda, marcó su vida. Hizo que repatriasen sus cenizas, les dedicó grandes honras fúnebres e, incluso, hizo acuñar monedas con su efigie. Luego empezó a ocuparse de sus asesinos.

 A Domicio Afer no tardó en llegarle la hora, y de su acusación ante el senado se ocupó en persona el propio Calígula, una muestra de lo mucho que valoraba su figura y el papel que había desempeñado en lo sucedido.

Uno pensaría que las posibilidades de Domicio de sobrevivir eran las mismas que si se hubiera caído sin paracaídas desde un avión a diez mil metros de altura, después de ingerir veneno y recibir una docena de cuchilladas y disparos, pero nuestro protagonista demostró que, aparte de un canalla, realmente era buen abogado. Y, por increíble que parezca, logró encontrar la línea de defensa que le permitió salir de aquella situación incólume: hacerlo fatal.


Durante todo el proceso permitió que Calígula lo vapuleara a gusto, una y otra vez se quedó sin palabras ante la brillante argumentación de su rival, sus bromas carecían de gracia, resultaban inofensivas, cuando no contraproducentes, y con frecuencia le fueron devueltas con lo que hoy llamaríamos “zascas” espectaculares. Al acabar el ego adolescente del nuevo emperador estaba tan satisfecho por su indiscutible victoria sobre el considerado mejor orador de su tiempo que olvidó sus deseos de venganza y lo perdonó. Incluso llegaron a colaborar y, sumido ya en plena locura asesina, lo nombró cónsul.

Los últimos años de su vida transcurrieron plácidamente disfrutando de su fortuna y dando clases de retórica. A su muerte, legó sus bienes a los hijos de una de sus víctimas, un antiguo amigo íntimo al que arruinó y llevó a la muerte, la única muestra, aunque póstuma, de escrúpulos que dio en toda su vida.

lunes, 9 de enero de 2023

Gates of Troy, renacer de un clásico

 


 


Hoy hablaremos de un clásico de la estrategia, con casi veinte años a su espalda (es del 2004), que ha sido renovado a los Windows actuales y puesto de nuevo en el mercado a un precio barato, barato, señora: El venerable “Gates of troy”, que  fue el último de la trilogía empezada por Legion, del que ya hemos hablado.