jueves, 6 de enero de 2022

Bellum monetariorum; la gran rebelión de los corruptos

La corrupción en las administraciones públicas no es algo nuevo, por desgracia (otra cosa es su magnitud), sino que viene, como ya explicamos, de muuuuuy lejos, pero... ¿qué sucede si en una sociedad profundamente podrida alcanza el poder un hombre íntegro, un verdadero reformista incorruptible, dispuesto a sanear el estado cueste lo que cueste y a castigar a los que se aprovechan de los bienes públicos sin hacer ningún tipo de excepciones?

En algún artículo anterior ya os hablamos de Aureliano y de lo peligroso, e impopular, que puede llegar a resultar ser un héroe. Ahora vamos a contar lo que sucedió al poco de alcanzar el poder este honrado, capaz y enérgico gobernante que, tras salvar a Roma, acabaría asesinado a traición por sus propios guardaespaldas, convencidos por un político corrupto a punto de ser detenido de que los siguientes cuyos chanchullos iban a ser desenmascarados eran ellos.

Pero vayamos al principio de esta historia. El 270, año del ascenso de Aureliano al trono tras el fallecimiento en menos de dos años de sus dos antecesores por asesinato o enfermedad, estaba resultando ser un año especialmente malo dentro de un siglo, el III, tan desastroso para Roma que todo él es conocido como “La crisis del siglo III”. El imperio se había dividido en tres entidades independientes, con el llamado imperio Galo campando a sus anchas por occidente y el reino de Palmira dueño de la mayor parte de oriente, incluido Egipto. Los godos a duras penas habían logrado ser contenidos en los Balcanes por Aureliano y sus antecesores Galieno y Claudio II, cuando ya otras tribus bárbaras, como los sármatas y los vándalos, empezaban a cruzar el Danubio. Los alamanes merodeaban por el norte de Italia y, para colmo, el nuevo emperador debía enfrentarse a un rival elegido por el senado en Roma.