miércoles, 6 de enero de 2021

Balbo; la mano que mueve los hilos



Las páginas de la historia que conocemos están acaparadas por grandes personajes, algunos de los cuales ocupan tan inminente lugar por méritos propios y otros, bastantes más, por interés de aquellos que la cuentan. La gran mayoría porque ya en vida se esforzaron en destacar, en lograr la fama, en “ser recordados”.

Pero junto a ellos hay otros, antes y ahora, que buscaron y buscan justo lo contrario: no ser percibidos, permanecer en la sombra, mover los hilos sin que nadie repare en sus manejos. Hasta el punto de que, muchas veces, si sabemos algo, poco en general, sobre su existencia es gracias a que en algún momento sus enemigos trataron de arrancarles es manto de invisibilidad con el que se protegían. Entre esos personajes oscuros uno que siempre ha llamado mi atención es Lucio Cornelio Balbo “El Mayor”. 

Balbo vivió uno de los momentos más cruciales de la historia: el paso de la República al Imperio en Roma, que es lo mismo que decir el fin de los sistemas “democráticos” o “predemocráticos” que hasta entonces habían dominado la cuenca del Mediterráneo, el área donde nació la Civilización Occidental, y su sustitución por regímenes autoritarios de tipo monárquico, que se mantendrían en el poder durante casi dos mil años. Y desempeñó en ese proceso un papel tan crucial como poco reconocido. 

Para presentar al personaje, basta decir que estamos hablando del primer extranjero que consiguió la ciudadanía romana no solo para él, sino para toda su familia, y el primer no nacido romano en alcanzar el puesto de cónsul. Un verdadero hito y un escándalo en su época. 

Fue consejero y hombre de confianza primero de Pompeyo y luego de César, mullidor reconocido del Primer Triunvirato, y el hombre que apoyó a Octavio Augusto tras la muerte de César, cuando nadie creía que sobreviviría tan siquiera unos días a su mentor, financiándolo y pergeñando la complicada red de alianzas, incluido el Segundo Triunvirato (todos los grandes personajes de la política romana estaban endeudados hasta el cuello, la gran mayoría con él), que le permitirían escalar hasta la cima del poder absoluto.