viernes, 1 de septiembre de 2023

Euno y la primera gran rebelión de esclavos II. La esclavitud de las fuentes

 


Tumba de un esclavo romano en Francia. Aún conserva el collar, las cadenas y los grilletes en los pies

En el artículo anterior “Euno y la primera gran rebelión de esclavos I. Libertad y sangre” narramos la historia tal y como ha llegado hasta nosotros.


En cuanto a su interpretación, se puede decir que existen tres líneas. La marxista contempla lo sucedido como un episodio clásico de lucha de clases, en la que los oprimidos, los desposeídos, sin distinción de origen (sirios, griegos, cilicios, sicilianos…) se unen para luchar contra el opresor, aquellos que acumulan la riqueza. Cuentan con buenos argumentos, como la extensión del fenómeno a otros territorios donde se reproducían idénticas o similares condiciones y la colaboración con los elementos más desfavorecidos de entre los hombres libres, y no solo en Sicilia, el movimiento llegó incluso a contar con simpatías entre la propia plebe romana: “La población, lejos de conmoverse por las inmensas desgracias de los sicilianos, se mostraba por el contrario encantada, porque estaban celosos de la desigualdad de fortuna y condiciones. Los celos hicieron que la plebe pasara de abatida a alegre; porque el que una vez disfrutó de una fortuna brillante, ahora había caído en la condición más miserable. Lo más cruel fue que los rebeldes, con un refinamiento desalmado, quemaron las mansiones rurales, destruyeron propiedades y cultivos, pero perdonaron a los hombres dedicados a la agricultura. La turba, con el pretexto de castigar a los esclavos fugitivos, pero en realidad, por celos contra los ricos, vagaba por el campo, saqueaba sus propiedades y quemaba sus villas.” Esta idea, sin embargo, se contradice con el hecho de que Euno se proclamara rey y tratara de crear un reino a imitación del de los monarcas seleúcidas. Su respuesta es que, al no haber en aquel momento una teoría política ni una idea de estado “revolucionaria” (marxista) no tenían otra opción que adoptar y adaptar formas de gobierno existentes y que eran consideradas menos opresivas.