Tras su condena nuestro
protagonista aún mantenía sus contactos con los grupos clientelares a los que
estaba ligado, como prueban las mencionadas cartas de Celio, y otras en la que
Cicerón reconoce tener subscritos contratos con él. Pero sin poder realizar
transacciones con el Estado y bajo la amenaza permanente de confiscación de
cualquier bien a su nombre que se encontrase en territorio romano, sus
posibilidades como negotiator estaban muy limitadas.
Dio entonces un giro total a su
carrera. El ejército romano era, con diferencia, el más prestigioso de la
época, y los reyes africanos deseaban, sobre cualquier otra cosa, disponer de
unas fuerzas armadas eficaces. Publio Sittio pasó entonces de comerciante a
militar, un campo en el que no consta que tuviera ninguna experiencia.
Partiendo, quizás, de su banda de cazadores, formó bajo sus órdenes una