Tras su condena nuestro
protagonista aún mantenía sus contactos con los grupos clientelares a los que
estaba ligado, como prueban las mencionadas cartas de Celio, y otras en la que
Cicerón reconoce tener subscritos contratos con él. Pero sin poder realizar
transacciones con el Estado y bajo la amenaza permanente de confiscación de
cualquier bien a su nombre que se encontrase en territorio romano, sus
posibilidades como negotiator estaban muy limitadas.
Dio entonces un giro total a su
carrera. El ejército romano era, con diferencia, el más prestigioso de la
época, y los reyes africanos deseaban, sobre cualquier otra cosa, disponer de
unas fuerzas armadas eficaces. Publio Sittio pasó entonces de comerciante a
militar, un campo en el que no consta que tuviera ninguna experiencia.
Partiendo, quizás, de su banda de cazadores, formó bajo sus órdenes una
fuerte milicia mercenaria, a la que incorporó nativos, romanos, hispanos y gente de toda procedencia. Puesto al servicio de los diversos príncipes mauritanos, su eficacia no tardó en labrarle una notable reputación, convirtiéndose en consejero real. Durante toda una década, del 57 al 47, fue incrementando paulatinamente su influencia política, económica y militar en la región.
fuerte milicia mercenaria, a la que incorporó nativos, romanos, hispanos y gente de toda procedencia. Puesto al servicio de los diversos príncipes mauritanos, su eficacia no tardó en labrarle una notable reputación, convirtiéndose en consejero real. Durante toda una década, del 57 al 47, fue incrementando paulatinamente su influencia política, económica y militar en la región.
Mientras, en Roma estallaba la
guerra civil que enfrentó a Pompeyo y los optimantes
contra César y los populares. El rey
de Numidia, Juba, se unió a los primeros, y en el año 49 aniquiló por completo
al ejército cesarista comandado por Curión, dos legiones. Estas habían
derrotado previamente a las fuerzas pompeyanas locales, por lo que Juba se
convirtió, en la práctica, en el amo de toda la región. Tras Farsalia, los
optimates supervivientes se refugiaron en el África Proconsular y la
trasformaron, con el apoyo de Numidia, en su fortaleza. No tenemos información
cierta de las actividades de Sittio durante esa época.
En el 47 César llegó, finalmente, a
África, tras múltiples retrasos ocasionados por conflictos en otros lugares y
por la firme negativa de sus tropas a embarcar. Quizás para romper esa
resistencia decidió forzar la situación, y partió con apenas tres mil soldados
bisoños de infantería y un centenar de jinetes, en una de las operaciones
anfibias peor planificadas de la Historia. No tardó en verse acorralado por las
fuerzas de Labieno y Escipión, que solo esperaban la llegada del ejército del
rey Juba para darle el golpe de gracia.
Sus veteranos ya no podían llegar a
tiempo y el destino de César parecía sellado cuando Publio Sitto y el rey Bocco
de Mauritania entraron en escena, atacando por sorpresa el reino númida. En una
operación relámpago, Bocco II ocupó Cirta, una de las capitales de Juba y lugar
donde se guardaba la mayoría del tesoro del reino, mientras que Sitto
conquistaba Hippo Regius, su principal puerto. Alarmado ante el cariz que
tomaba la situación, Juba se volvió rápidamente para defender su patria,
mientras que Sittio unía sus fuerzas con las del rey mauritano y devastaba el
país.
Nuestro comerciante reconvertido en
líder mercenario marchó luego sobre el territorio de los gétulos, una poderosa
y levantisca tribu local, donde capturó varios fortines leales a Juba con el
propósito de incitar a este pueblo a la rebelión, lo que consiguió. Después continuó atacando y saqueando otras
fortalezas donde el monarca almacenaba víveres y suministros.
Escipión, que ve como César ha aprovechado
la pausa para reforzarse con nuevas tropas y afianzar su posición, insiste una
y otra vez a Juba para que regrese y se una a él. Según Dion Casio llegó a
prometer que le entregaría toda la provincia romana de África. El monarca
Mauritano cometió entonces el error de dividir su ejército, y mientras marchaba
con una parte en auxilio de los optimates, dejó el resto al mando de su
lugarteniente Saburra para que se enfrentase a Sittio.
Pero Julio César no había perdido
el tiempo. Tras recibir el tan esperado refuerzo de sus legiones veteranas se
había apoderado de una considerable extensión de terreno que le servía ahora de
base de operaciones. También había logrado establecer contacto con todos los
grupos locales opuestos al monarca, en especial los mencionados gétulos. La
oportunidad había pasado. Durante semanas los dos ejércitos midieron sus
fuerzas mediante pequeñas escaramuzas, hasta que en febrero César decidió
forzar la situación atacando la ciudad de Tapso, una de las principales bases
de sus enemigos. En la batalla consiguiente Escipión y Juba fueron
completamente derrotados.
El monarca huyó a su reino, donde
se encontró con que Sittio había aniquilado a Saburra y sus tropas. Las
ciudades le cerraron sus puertas para congraciarse con los vencedores, incluida
Zama, donde estaba refugiada su familia. Desesperado, se suicidó.
El rey Juba de Mauritania capturado por Julio César, Una verdadera "Fake News" de la época. |
El resto de los enemigos de César
trataron de escapar hacia Hispania, el último lugar donde se mantenía la
resistencia, pero para lograrlo debían que atravesar el territorio controlado
por Sittio, que pudo prestar así un último servicio al dictador. Tendió una
emboscada a Afranio y Fausto Sila capturándolos con vida, aunque al poco fueron
eliminados. Según el autor de De Bello Africo y Suetonio, murieron en un altercado con los soldados, por lo
que ni César ni Sittio serían responsables, pero Dion Casio afirma que fueron
ejecutados sumariamente por orden del dictador. El hecho de que en el propio De
Bello Africo se afirme que
la mujer de Fausto, Pompeya, hija de Pompeyo, y sus hijos fueron perdonados por
César parece reforzar la verosimilitud esta acusación.
Escipión huyó por mar, junto con
Damasipo, Pretorio Justiniano y Lucio Manlio Torcuato, otro cliente de Cicerón,
pero un temporal los obligó a buscar refugio en Hippo Regius, donde se
encontraron con la escuadra de Sittio. Aquí las versiones vuelven a diferir;
según De Bello Africo murieron todos en combate, pero Dion
Casio y Livio aseguran que Escipión se suicidó. Dado que tampoco sobrevivió
ninguno de sus acompañantes no es posible descartar, como en el caso anterior,
algún tipo de ejecución sumaria.
Catón
también se quitó la vida, prefiriendo darse muerte por su propia mano a
emprender una incierta huida o a pedir perdón a César, por lo que de los
grandes líderes pompeyanos solo Tito Labieno consiguió atravesar la red de
Sittio y alcanzar Hispania.
¿Qué fue lo que impulsó a Siitio a
acudir en auxilio de César? La versión tradicional sostiene que actuó movido
por el rencor a los optimates, que lo habrían mandado al exilio por ser partidario
de Catilina, pero ya hemos visto que eso no es cierto.
Dion Casio afirma que no conocía a
César de nada, aunque sabemos que el futuro dictador estuvo en Hispania
Ulterior como cuestor del gobernador C. Antistio Veto, un cargo que ponía en
sus manos el control fiscal y económico de la provincia. De hecho el anterior
cuestor, L.Valerio Flaco, había sido procesado por uno de los principales
comerciantes de la zona, L. Cornelio Balbo, que luego entablaría con su
sucesor, César, una duradera amistad. Parece claro que este no desaprovechó su
tiempo en la Bética para estrechar lazos con los hombres de negocios locales,
entre los que se encontraba P. Sittio, por lo que es probable que se diera
algún tipo de relación entre ellos, aunque no disponemos de ninguna prueba.
Otra posible razón sería la
conocida enemistad entre César y Juba, y de este con los reyes de Mauritania.
Estaríamos en ese caso ante un simple «los enemigos de mis enemigos son mis
amigos», reforzado, además, por un ataque de los refugiados pompeyanos
capitaneados por el propio hijo de fallecido general contra territorio mauro.
Pero quizás sea todo más simple, y
Sittio actuó por puro cálculo político. Esperó hasta ver hacia donde se
decantaba la guerra para intervenir, inclinándose por César solo tras la
batalla de Farsalia y el asesinato de Pompeyo. Ya hemos visto que no ayudó en
modo alguno al primer ejército cesarista en la zona, el comandado por Curión.
Sea como sea, Publio Sittio fue
recompensado de forma realmente magnífica: el dictador le entregó la ciudad de
Cirta —actual Quosantïna o Constantina—, uno de los enclaves comerciales más
importantes del norte de África, junto con todas las tierras situadas entre
Hippo Regius —actual Annaba— y el río Ampsaga —actual Wadi el-Kebir—, para que
se establecieran él y sus tropas. Este territorio había estado gobernado hasta
entonces por Masinisa, un príncipe vasallo de Juba.
Sittio alcanzó así, de hecho y de
derecho, el título de rey y el gobierno de un país, algo absolutamente
extraordinario ya que fue, que se sepa, el único romano de la época republicana
que logró tal posición.
No le duró mucho. Poco después del
asesinato de César, en el 44 a. C., Arabión, hijo de Masinisa, que tras ser
despojado de su reino huyó a Hispania y luchó allí junto a los hijos de
Pompeyo, regresó a África al mando de tropas entrenadas por Sexto Pompeyo y
recuperó su reino, asesinando a Sittio por medio de un engaño. Luego llegó a un
acuerdo con sus saldados, los «sittianos», y se pasó al bando de Octavio.
Desconocemos cómo fue su gobierno,
si se comportó como un buen o un mal príncipe, pero pese a su brevedad dejó una
marca importante en la región, donde se han encontrado abundantes pruebas
epigráficas de su estancia, de la de sus familiares, libertos y soldados. Plinio
el Viejo aún se refería a mediados del siglo I d. C. a esta zona como «colonia Cirta sittiarum».
Así acabó este excepcional personaje, fruto de su
tiempo, cuya vida fue una verdadera aventura, y que entró en la historia por
haber sido el salvador de Julio César.
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