Mientras los medios de comunicación nos muestran a diario las miserias de nuestros dirigentes, incluso las de aquellos que se postulan como paladines de la honradez y la justicia, muchos se preguntan; ¿no habrá un líder no solo auténticamente honesto, si no con el valor de enfrentarse a tanto oportunista y sinvergüenza? ¿Queda algún verdadero héroe? Quizás para consolarnos, los estudios de cine nos ofrecen una interminable sucesión de héroes e incluso superhéroes de ficción, un genero por el que, lo reconozco, nunca he sentido la menor inclinación. El único superhéroe que logró despertar mi simpatía fue ese Super Man que ahogaba sus penas en güisqui en un bar de mala muerte y al que, para colmo, el resto de los parroquianos terminaba propinando una soberana paliza. Eso no significa que no hayan existido campeones del valor y la honradez, genuinos héroes, si bien siempre fueron rara avis. En alguna otra
ocasión ya os hemos hablado de ellos, y ahora os presentamos a otro de sus ejemplos más destacados.
Aureliano |