martes, 7 de noviembre de 2023

Tusnelda, la bárbara ejemplar

 

 


 Es la primera mujer germana de la que tenemos noticias y la única germana de los tiempos antiguos cuya vida nos ha sido transmitida con algún detalle. Tácito la mencionará con cierta admiración, lo que ya es un mérito notable para un escritor romano, y varios autores griegos hablarán con respeto acerca de su figura, lo que ya es milagroso en escritores griegos. 

 Aunque solo uno, Estrabón, nos dejará su nombre.

 De origen, Tusnelda no fue una cualquiera, sino una noble hija de Segestes, dirigente de la tribu de los queruscos, que habitaba partes cercanas al valle del Rin y las llanuras y los bosques del noroeste de Germania, en una zona que llegaría hasta la actual Hannover. Así que no era una tribu pequeña. El nombre "querusco" apunta a un origen celta de la tribu, pues parece de derivar del celta “kern” (cuerno), pero para el siglo I se habían germanizado, porque Plinio los menciona como parte de la cuarta raza o cultura de los germanos, junto a los catos, suevos, hermunduros y hermiones (HN, 4.28). 

 Los romanos ya tenían contactos con ellos desde Julio César y sus relaciones siempre fueron bastantes respetuosas, sin conflictos a destacar, al contrario. Así que en la conquista romana de Germania, a partir del 12 a.c. se les consideraba una tribu aliada, que daba apoyo militar a las legiones.

 No parece que tuvieran un solo rey o líder, porque a Segestes no se le considera de tal rango en las fuentes, solo se describe como un noble importante. Pero lo suficiente para influir en las decisiones de su pueblo. Su hija, Tusnelda, debió nacer por el año 10 a.C. en plena campaña de conquista romana de Germania por Druso, hermano del futuro emperador Tiberio y excelente general. Pero los queruscos no sufrieron el acoso romano, sino que se beneficiaron de su alianza y a sus nobles les iba relativamente bien a principios del siglo I. El hermano de Tusnelda, Segismundo, por ejemplo, fue nombrado sacerdote del culto imperial en el año 9 d.C.

Pueblos germanos del siglo I. Una jaula de locos.

 Pero llegó Arminio, joven querusco de buena familia y oficial de las tropas auxiliares romanas, como otros queruscos de su condición. Con sus hombres había participado en el aplastamiento de la revuelta panónica (6-9 d.C.), que tantos problemas causó a Roma, y parece que allí se dio cuenta de las debilidades del imperio y que podía ser vencido. También debió sufrir alguna afrenta o disgusto por parte de los romanos, porque cuando volvió a Germania estaba decidido a librarla de su dominio, perder todo lo ganado junto a los romanos y jugarse la vida. 

Como dice Veleyo (II 118, 3) era «un joven de familia noble, valiente en la lucha, rápido en comprender, más listo que los demás bárbaros… que dejaba adivinar en su rostro y en sus ojos el ardor de la inteligencia, que por habernos acompañado a menudo en nuestra campaña anterior, había accedido al derecho de ciudadanía romana, luego al grado ecuestre, se aprovechó de la pasividad del general para su traición.”

Este general era Quintilio Varo, gobernador de Germania, que nunca sospechó lo que aquel joven germano de su entorno estaba tramando y que, además, parecía ayudar a sus planes con su política en Germania. Ya que, como dice Floro (II 29-31):

«Es más difícil conservar una provincia que conquistarla… Se conquistan con tropas; se retienen con justicia… De hecho, los germanos habían sido más vencidos que sometidos y, mientras estuvo como general en jefe Druso, sentían un respeto superior por nuestras costumbres que por los ejércitos; cuando murió, comenzaron a odiar los caprichos y la soberbia de Varo no menos que su crueldad.”

 Pero mientras Arminio organizaba una revuelta con otros jóvenes nobles, le dio tiempo a enamorarse de Tusnelda, a la que seguramente se encontraba a menudo en las celebraciones y reuniones de la nobleza querusca. Un amor que fue correspondido y que no gustó nada a Segestes, que le negó el casamiento, pues tenía en mente otro matrimonio para su hija. Pero Arminio no era de los que aceptaba un no por respuesta y Tusnelda no era de las que hacían caso a su padre. Ambos se fugaron juntos como los personajes románticos de una novela francesa.

"Arminio y Tusnelda", de Tischbein. Estilo romántico de manual.

Desde luego, como noble principal que era, Segestes debía conocer o sospechar lo que tramaba Arminio, aunque no denunció a su paisano. Pero tras la fuga de su hija con ese descarado joven, Tácito (I,55) dice que incluso avisó a Varo de la traición de Arminio:

“en el último banquete, después del cual se tomaron las armas, descubrió la resolución y persuadió a Varo que le prendiese a él mismo, a Arminio y a los demás principales, diciendo que no intentaría cosa el pueblo si le quitaban el apoyo de los príncipes, y que después habría harto tiempo para separar los inocentes de los culpados.”

Pero no fue creído. A Varo le caía simpático el inteligente Arminio y, probablemente, pensó que Segestes solo era un padre traicionado con ganas de venganza.

Así llegó la derrota romana de Teotoburgo del año 9, conocida por todos y que no hace falta relatar, que llevó a Arminio a la cúspide de su fama e influencia. Había liberado Germania del yugo romano y tenía tres águilas legionarias en su poder. Parece que Segestes y su familia, muy a su pesar, se pasaron por pura supervivencia al bando rebelde. Esto conllevó el perdón a su hija y la aceptación de su relación con Arminio.

Batalla de Teotoburgo. Un mal día en la oficina para las legiones

 No sabemos qué pasó entre los queruscos en los años posteriores, aparte de que hubo más desunión que unidad frente a cómo continuar la guerra, pero la cosa volvió a torcerse para Tusnelda en el año 13. Los romanos volvieron de nuevo y muy cabreados. Esta vez dirigidos por un general de nombre ideal para el asunto, Germánico, el hijo de Druso, dispuesto a ser tan buen general como su padre.

 Comenzó una larga guerra de venganza y castigo, donde Segestes volvió a ponerse del lado romano. En el año 15, Tusnelda vivía con su familia y esperaba un hijo de Arminio, pero estaba siendo retenida a la fuerza en la fortaleza de su padre. No sabemos el trasfondo del asunto, pero es evidente que Segestes había roto la alianza con su yerno. 

 Arminio intentó liberar a su mujer, pero Germánico llegó con sus legionarios y rompió el cerco. Segestes, agradecido  muy diplomático, le entregó a su hija embarazada como preciada rehén. Los romanos no olvidarían su gesto.

Tácito (I, 57) nos cuenta que, al ser llevada ante Germánico, Tusnelda “demostró un ánimo más parecido al de su marido que al de su padre: no se presentó deshecha en lágrimas ni con voz suplicante, sino con las manos juntas dentro de los pliegues de su vestido, dirigiendo la mirada a su vientre de embarazada.”

Era una chica valiente y altiva, que provocó el respeto de los captores.

  Arminio, nos dice Tácito (I,59) se volvió “loco por la pérdida de su mujer y por el parto sujeto a servidumbre”  y que “Por mis manos han sido degolladas tres legiones con otros tantos legados; manos acostumbradas a hacer la guerra, no con traiciones ni contra mujeres preñadas, sino a la descubierta y contra enemigos armados.” Lo cual es una contradicción, porque las tres legiones también habían sido destruidas por su traición antes que por su mano. Pero ya sabemos que las traiciones propias siempre tienen excusas justas y las ajenas son actos inexcusables.

Hermannsdeskmal o estatua molona de Arminio

No parece mentir Tácito sobre el ánimo iracundo de Arminio, porque la pérdida de Tusnelda la notó bastante. Sus encuentros posteriores con los romanos, aunque no fueron derrotas, si fueron empates sangrientos y costosos, por lo que empezó a ser contestado entre los suyos. El poderoso rey Marbod de los marcómanos rompió su alianza con él y otros se acercaron a los romanos para evitar una guerra interminable. Arminio tuvo que refugiarse en la Germania profunda y los romanos se lo tomaron como una victoria. Al menos el emperador Tiberio decidió que lo era y que Germánico debía volver para celebrar un triunfo en la capital, que la guerra de venganza ya estaba durando mucho y estaba claro que Germania no volvería a ser romana.

El triunfo de Germánico tuvo lugar el 26 de mayo del 17 d. C. (Tácito, Anales, II.41) y contó con la presencia del propio Segestes, quien "estuvo presente como invitado de honor en el triunfo sobre sus seres queridos", pues sus hijos Tusnelda y Segismundo, más su nieto Tumélico, ya de tres años, desfilaron tras el carro de Germánico, como nos cuenta Estrabón, (Geografía, VII.1.4), que debía estar presente, y que también nos llama la atención, con cierta ironía, sobre el hecho de que el marido de Tusnelda, su querido Arminio, el vencedor en el bosque de Teutoburgo, no había sido capturado y la guerra misma que tanto se celebraba no había sido ganada. 

"Tusnelda en el triunfo de Germánico", por Von Piloty (1874). Muy germánico.

 Tácito también estaba desconcertado porque "se decretó un triunfo para Germánico con la guerra aún en curso" (Anales, I.55), uno que, "dado que se le había prohibido completarlo, se suponía que estaba completo" (II .41). Desde luego, Tiberio tenía prisa en acabar con aquella guerra de desgaste que costaba un dineral y su carácter suspicaz quizá estaba molesto por la fama que estaba alcanzando su sobrino Germánico.

 Dado que se decía que los germanos temían la esclavización de sus mujeres más que la de sus hombres (Tácito, Germania, VIII), Segestes debió sufrir cierta conmoción al presenciar la humillación de su hija Tusnelda.  Pero era el precio que debía pagar por ser “amigo de Roma”.

No parece que Tusnelda recibiera malos tratos después del desfile. Seguramente no la dejaron volver a Germania, pero por respeto a su padre y familia, aliados de Roma, debió de vivir en Italia de forma digna hasta su muerte. Quizás en Rávena, donde fue enviado su hijo. Lo que está claro es que nunca volvió a ver a su amado Arminio. Tampoco es que le quedara mucho tiempo. Pocos años después, en el 21, la familia de Segestes consiguió matarlo a traición.

  Si hay alguien que nunca perdona, es un suegro querusco traicionado.

Bárbara muy depre, llamada "Tusnelda", de época antonina. en la Logia dei Lanzi, Roma.

 Sobre su hijo Tumélico, el escrupuloso Tácito promete contar la historia "a su debido tiempo", pero en su obra no se encuentran más referencias sobre su vida, al menos en los textos que nos han llegado. Existe un vacío perdido en su obra en los años 29-31 y 37-47, por lo que se puede pensar que quizá Tumélico murió en esos años, ya que no hay referencias posteriores y cuando los queruscos solicitaron un rey a Roma en el año 47, sólo un miembro de la casa real sobrevivía para liderar la tribu, el hijo del hermano de Arminio (XI.16). Si Tumélico hubiera estado vivo entonces, sin duda también se habría mencionado su nombre.

  Ha surgido la leyenda de que el chaval acabó su vida de gladiador, para disfrute del pueblo romano. Pero se debe a la fama de Ravena, que era una ciudad "tan saludable que los gobernantes habían dado órdenes de alimentar y entrenar a los gladiadores allí" (Estrabón, V.1.7). Era el centro principal de entrenamiento de los gladiadores propiedad del emperador. Pero no hay ninguna pista ni fuente que diga que Tumélico acabó en la escuela gladiatoria.

Al fondo, Ravena en el siglo I. En la costa estaba la base de la flota imperial

Al contrario, Ravena, base de la flota, al ser una ciudad rodeada de pantanos, era un lugar seguro donde alojar prisioneros y rehenes importantes, como el rey dálmata Bato o el rey Marbod, el orgulloso rey marcómano que había recibido la cabeza de Varo, el cual también acabó languideciendo en sus calles hasta morir en el año 37. Es probable que también el emperador Tiberio hubiera enviado a Tusnelda y Tumélico a pasear por sus calles. Pero decir que el hijo de Tusnelda acabó de gladiador por ser enviado allí es como pensar que todo joven que se va a vivir a Madrid con su madre acaba jugando en el Real Madrid.

Pero ya sabemos que las leyendas suelen ser dramáticas, algo trágicas y una pizca románticas. Si no, son solo cotilleo.


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