Todo el mundo conoce al personaje principal de “La Vida de Brian”, la genial película de los Monty Python. Es un tipo normal al que confunden con Jesucristo desde el día que nace y que continuamente sufrirá que le llamen el Mesías, lo que atraerá sobre su persona un sinfín de desgracias bíblicas.
Pero pocos saben que hubo un romano que pasó por una confusión parecida.
Un tipo al que gran Virgilio le dedicó un
poema al nacer, ya que su padre patrocinaba al poeta y adular al que te paga
las habichuelas es de recibo para los escritores desde que en el mundo se usa
cálamo y pluma.
En dicho poema, según todos los sabios de la cristiandad posteriores, se anunciaba la llegada del Mesías, ya que habla sobre una virgen y una época dorada que traerá un niño; pruebas cristalinas de que habla de Cristo, ¿quién si no?, por lo que Virgilio fue considerado un poeta inspirado por Dios y de muy recomendable lectura en los monasterios. Hasta Dante lo hizo su guía turístico por el infierno.
Pero el verdadero niño del canto tuvo menos fama y más desgracia.
C. Asinio Galo nació en el año 38 a.C. en una
familia muy bien relacionada. Su madre, Quincia, pertenecía a una de las familias
patricias con más pedigrí de la urbe, ya que se hacía remontar a los tiempos
del rey Tulio Hostilio, que es remontarse mucho y ser poco menos que monarcas. Su
padre era Asinio Polión, todo un personaje que merecerá su artículo propio,
pero digamos ahora que fue amigo íntimo de Julio César y luego, durante unos
años de ambiguas lealtades, se pasó al partido de C. Octavio, el futuro
Augusto. Una elección que le otorgaría ser del bando ganador en las guerras
civiles.
Su papi, Asinio Polión. |
Pero Polión se apartó de la vida política del imperio porque era un republicano hasta el tuétano, contrario a la idea de poder unipersonal, y se dedicó en su madurez a la promoción de escritores y crear un círculo literario de gran fama. Fue él quien descubrió a Virgilio y se lo presentó a Augusto. También fue el primero que construyó una biblioteca pública en Roma.
Así que podemos imaginar que Asinio Galo fue
criado entre los literatos que protegía su padre, gente con nombres como
Virgilio u Horacio, y en un ambiente culto de primer nivel, rayando en lo
pedante, para qué negarlo.
Virgilio inspirándose entre musas loquitas por sus versos |
Así recibió Virgilio su nacimiento en la IV Egloga , dando origen al lío del mesías:
“Por ti, ¡oh niño!, la tierra inculta dará sus primicias,
la trepadora hiedra cundirá junto al nardo salvaje,
y las egipcias habas se juntarán al alegre acanto.
Henchidas de leche las ubres volverán al redil por sí solas
las cabras, y a los grandes leones no temerán los rebaños.
Tu misma cuna brotará para ti acariciantes flores.
Y morirá la serpiente, y la falaz venenosa hierba
morirá; por doquier nacerá al amomo asirio.”
En fin, que Virgilio era muy agradecido.
Nuestro Galo perteneció a la primera generación de senadores que nacieron con un emperador sobre sus cabezas. Hijos de senadores republicanos, que les inculcaron sus valores tradicionales, y que aceptaron con resignación y/o enfado disimulado el mando supremo del “Augusto” del Palatino. Esta nueva generación se daba cuenta de que la situación iba para largo y que volver a la República de sus padres ya era una quimera. Pero nunca se consideraran inferiores a la familia imperial y se someterán al emperador usando la ironía como defensa.
Como hijo de familia senatorial con buenas
relaciones con Augusto, Galo tuvo una carrera en la administración de primer
nivel. Fue pasando por todas las magistraturas a velocidad de crucero hasta
llegar a cónsul con apenas 30 años, en el 8 a.C. Tal elección al consulado, nos dice Dión Casio, fue
tachada de corrupta, pero Augusto no quiso investigar el asunto, seguramente
por ser parte involucrada.
Tres años antes, Galo se había casado con Vipsania
Agripina, hija de M. Vipsanio Agripa, el gran amigo de Augusto, y ex esposa del
futuro emperador Tiberio, que nunca aceptó de buen grado su divorcio. No
sabemos realmente la causa del divorcio
de Tiberio, desde luego no fue la falta de amor, pues siempre dio muestras de
seguir enamorado de Vipsania; quizá fuese impuesto por Augusto, que había
decidido que Tiberio se debía casar con su hija, Julia, para unir más al clan
julio-claudio. Pero está claro que la posterior boda de Galo con Vipsania
provocó el rencor y los celos en Tiberio. Los cuales aumentarían de grado
cuando Galo se proclamó padre del hijo de Vipsania, que se había divorciado
embarazada.
Vipsania Agripa, reconstruida según su busto |
Siguiendo su crucero de magistraturas, Asinio Galo sería procónsul de la rica Asia en 6-5 a.C. y luego gobernador de la Hispania Citerior, por el año 1 d.C. Esto último lo sabemos gracias al hallazgo de la Tabula Lougeiorum, un pacto de patronazgo entre los Lougei de la actual Asturias y nuestro Galo, cuya datación ha sido precisada por Pablo Oscariz Gil (La datación del gobierno hispano de C. Asinius Gallus, en academia.edu). Estos pactos eran cosa común entre los gobernadores romanos, que así ponían bajo su “protección” pueblos enteros, que pasaban a ser sus clientes y fuentes de apoyo.
Moneda emitida por Asinio Galo mientras gobernaba Asia. Galo a la izquierda y el dios Dionisio, un poco cabreado, a la derecha |
Tras pasar por las magistraturas provinciales, a partir de los cuarenta años, Asinio Galo, vivió ya en Roma de forma definitiva, convertido en senador de gran prestigio, como Lucio Aruncio, del que ya hablamos. Por cierto, repito aquí la misma anécdota que cuando hablamos de Aruncio, la que cuenta Tácito, cuando preguntado Augusto sobre sus posibles sucesores, contó la siguiente:
“Marco Lépido era capaz pero que menospreciaría serlo; que Galo Asinio aspiraría al cargo, aunque era incapaz, y que Lucio Aruncio no era indigno y si hallaba ocasión lo intentaría sin duda.”
En el 14 d.C muere Augusto y a Tiberio le toca
asumir el poder. Fue Galo el que propuso que el tren fúnebre de Augusto pasará
por un arco triunfal, que es de buenos ser agradecidos
con quien tantos cargos te ha dado. Pero nos cuenta Tácito que cuando Tiberio se presentó en el
senado y declaró que se haría cargo de cualquier tarea que le quisieran
asignar, lo cual era una forma educada de pedir el mando supremo, a Asinio Galo
se le ocurrió la broma de decir:
“Deseo saber, ¡oh
César!, qué parte gustarás más de tomar a tu cargo”
La cara de enfado que puso Tiberio debió ser
todo un poema, porque al momento Galo se excusó, que lo habían entendido mal,
por todos los dioses, que solo faltaría dudar del sucesor de Augusto, y bla,
bla… Pero se había atrevido a vacilar a Tiberio ante todos los
senadores. Si el nuevo emperador ya le guardaba ojeriza desde el asunto de
Vipsania, ahora no perdonaría esta ofensa. Solo era cuestión de tiempo y
Tiberio era de esas personas muy pacientes, calladas hasta la timidez, pero que
guardan las ofensas en caliente espera y siempre se vengan con cuidada crueldad.
Tiberio, con su expresión habitual de "ésta te la guardo" |
Pasaron los años. Tiberio fue, poco a poco, dejando el gobierno en manos de su prefecto del pretorio Sejano, y apartándose de la vida pública, hasta abandonar Roma por su villa en la isla de Capri, un paraje tan agreste como su carácter.
Pero un día del año 30 d.C.
Asinio Galo recibe una extraña invitación. El emperador andaba por Roma y quería cenar con él esa misma noche.
Seguramente, nuestro Galo se puso nervioso, pero no podía negarse a compartir
mesa con el dueño del mundo y acudió puntual a la invitación. En la cena, entre
platos exquisitos y dulce conversación, Tiberio fue un ejemplo de amabilidad
con su invitado, que quizá se sintió aliviado. Tiberio era un tipo raro para
ser romano, poco sociable, casi misántropo, siempre desconfiado, a menudo
taciturno, pero cuando estaba de buenas era hasta agradable. El problema es que
ese día no estaba de buenas, solo disfrutaba de su venganza.
Villa Iovis, la villa de Tiberio en Capri. Tan hermética como su carácter |
Mientras estaban de cena, el senado se reunía para aprobar su condena a petición del emperador. Se le declaró enemigo público y cuando Galo volvió a su villa, quizá pensando que Tiberio era un tipo majete, fue arrestado y puesto en confinamiento.
Pero su final no sería rápido,
como nos cuenta Dión Casio:
“Sin embargo, Tiberio, después de actuar de esta manera, no permitió
que su víctima muriera… En cambio, para hacer su suerte lo más cruel posible,
le pidió a Galo que tuviera buen ánimo e instruyó al Senado que debería ser
custodiado sin ataduras hasta que él mismo llegara a la ciudad; su objeto, como
dije, era hacer sufrir al prisionero el mayor tiempo posible tanto por la
pérdida de sus derechos cívicos como por el terror.”
Y así sucedió. A Galo se le
condenó a la damnatio memoriae, a ser
borrado de todos los monumentos y archivos públicos, como si nunca hubiera
existido. Se le negaron las visitas. No tenía compañero ni sirviente con él, no
se le permitía hablar con nadie y no vio a nadie durante el resto de su vida,
excepto cuando se veía obligado a comer. Y la comida era de tal calidad y
cantidad que no le proporcionaba ninguna satisfacción o fuerza ni le permitía
morir. Así estaría durante 3 años, encerrado y solo, apenas alimentado, hasta
que en el año 33, murió de tristeza y abandono.
Tiberio, aunque lo había anunciado, nunca
volvió a Roma a juzgar su causa. Como ya dijimos, era de una refinada crueldad.
También gustaba del humor negro.
Según Tácito:
“El César, cuando se le preguntó si se permitía enterrarlo (A Galo), no se sonrojó en conceder el permiso y en
deplorar los accidentes que se habían llevado al acusado antes de que pudiera
ser condenado en su propia presencia.”
En esas casualidades en que la Historia es maestra, es curioso que Asinio
Galo fuese arrestado y apartado del mundo en el año en que Jesús empezó su vida
pública, y que luego muriese, más casualidad, el mismo año en que la tradición
cristiana dice que murió Cristo, el mesías verdadero.
A ver si va a ser que, Virgilio, como buen
poeta, tenía poderes de adivino.
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