jueves, 6 de febrero de 2020

Menandro, el rey yavana



 Hace unos 2200 años hubo reyes griegos dominando extraños lugares de Asia Central y la lejana India. Puede sonar raro, pero es que Alejandro Magno había instalado allí a sus antepasados doscientos años antes, para ser ciudadanos de las muchas Alejandrías que fundaba en su expedición sin destino, como quien siembra lentejas por el campo y luego las abandona.
 Muchas de esas ciudades y sus habitantes desaparecieron bajo la arena del desierto o las raíces retorcidas de los bosques de Asia, otras llegaron a ser capitales de reinos exóticos, que fueron habitados por gentes que los indios llamaron yavanas (griegos) y origen de leyendas que tuvieron tanta fama que llegaron a oídos de sus alejados paisanos de Grecia, y de ahí a los romanos. Una de esas leyendas fue Menandro I, al que los indios llamaron Melinda, el rey de los yavanas.

 Empezando por el principio, cuando Menandro nació a principios del siglo II a.C. los griegos de Asia central estaban pasando por sus mejores momentos. A mediados del siglo III a.C. habían conseguido independizarse de los seléucidas  y en las siguientes décadas sus reyes crearon un reino que abarcaba grandes territorios desde el mar Caspio al Hindu Kush, hasta dominar el noroeste de la India. El reino al que los historiadores de hoy llaman greco-bactriano y en su época se decía, simplemente, Bactria.

El reino de Bactria a full power

  Mucho hay escrito sobre estos reyes de nombres tan helenos como Demetrio o Diodoto, no es misión de este artículo narrar todas sus hazañas, pero nos vamos a centrar en que a partir del 180 a.C. el reino se dividió por luchas internas, tan queridas a los griegos, da igual donde viviesen, y surgieron, de sus muchos escombros, otros reinos de yavanas, más pequeños pero igual de peleones. En la actual Pakistán surgió el reino Indogriego, gobernado por un tal Apolodoto, que solo sabemos fue el antecesor en el trono de nuestro Menandro.  

 En una de sus aldeas, cerca de Alasandra (Alejandría del Cáucaso) nació nuestro futuro rey. Seguramente pertenecía a alguna familia noble de origen macedonio, cercana a la corte, donde Menandro debió labrarse una carrera desde su juventud en el ejército, principal acceso al poder en aquellos belicosos tiempos. 

Bagram (Afganistán), la antigua Alejandría del Cáucaso

Nada más podemos suponer sobre sus primeros años, lo único que sabemos es que llegó al trono de su reino alrededor del 165 a.C. Ya sea por herencia o a la fuerza. A partir de ahí, su historia no es que esté mucho más documentada pero podemos contarla someramente, pues sus hechos fueron lo suficiente famosos para alcanzar el Mediterráneo y ser comentados por un geógrafo griego, Apolodoro de Artemisa, que fue citado por Estrabón:

“Los griegos, que hicieron que Bactria creciera tan poderosa como consecuencia de la fertilidad del país, se convirtieron en señores, no sólo de Ariana (Afganistán), sino también de la India, como Apolodoro de Artemisa dice: y más tribus fueron sojuzgadas por ellos que por Alejandro Magno -por Menandro en particular (al menos, en caso de que efectivamente cruzara el Hypanis hacia el este, y llegara hasta el Imaüs (Himalaya)), algunas fueron conquistadas por él personalmente y otras por Demetrio, el hijo de Eutidemo, el rey de los bactrianos, y tomaron posesión, no sólo de Patalena (Sindh), sino también, sobre el resto de la costa, del llamado reino de Saraostus y Sigerdis (Gujarat). En resumen, Apolodoro dice que Bactriana es el ornamento de Ariana en su conjunto y, más aún, que su imperio se extendió incluso hasta los Seres (chinos) y los Phryni (tibetanos).” 

Reino de Menandro en su buena época

Quizá Apolodoro se pasó un poco diciendo que Menandro sojuzgó más tribus que Alejandro Magno, pero lo cierto es que no se equivoca demasiado en la extensión de sus dominios, pues se han hallado monedas de Menandro por todo el valle del Ganges y el texto del Yuga Purana, una curiosa recopilación de textos proféticos sobre el pasado (así es imposible fallar), escrita alrededor del siglo III d.C., nos habla de la expansión yavana por la India en esta época:

“Después de haber conquistado Saketa (una ciudad sagrada en el actual Uttar Pradesh), el país de los panchala (entre Himalaya y el Ganges) y los mathuras (al norte de Agra), los malvados y temerarios yavanas, alcanzarán Kusuma Duash (‘la ciudad de la flor estándar’, Pataliputra). Las gruesas fortificaciones de barro en Pataliputra serán alcanzadas, y todas las provincias estarán en desorden, sin lugar a dudas. En definitiva, va a seguir una gran batalla, con máquinas hechas con árboles (torres de asedio).”  


Parece que Menandro extendió su reino desde Pakistán hasta buena parte del valle del Ganges y la costa oeste de la India con sus “malvados y temerarios yavanas”. Mucho más allá de lo alcanzado por Alejandro, desde luego, y llegando donde nunca antes un gobernante griego había estado: Las orillas del Ganges.

 Soldados grecobactrianos listos para dar estopa

Pero la importancia de Menandro no se limita al recuerdo de sus conquistas. Los dos siglos anteriores de constante encuentro entre los griegos y los pueblos de Asia Central y la India habían creado, poco a poco, una mezcla cultural muy particular, que explosionó en la época de su reinado.

  Por ejemplo,  Menandro  fue el primer gobernante indogriego en introducir la representación de Atenea Alkidemos ("Atenea defensora del pueblo") en sus monedas, seguramente en referencia a la estatua de Atenea Alkidemos en Pella, capital de la lejana Macedonia de la cual la diosa era la divinidad protectora, y que le habían enseñado que era su lugar de origen familiar. Es una representación monetaria que luego será muy común en posteriores reinos de la zona. Así que imaginen a los indios de las orillas del Ganges pagando en los mercados con diosas locales griegas.


 Por otra parte, la tradición india nos cuenta que Menandro (Milinda) se convirtió al budismo. Así se describe en el “Milinda Panha”, un texto clásico budista donde se recopilan las discusiones entre Milinda y el sabio budista Nagasena. En él nos describen a Menandro como un rey “elocuente, sabio y poderoso”, acompañado siempre por una guardia de 500  soldados “yonakas”, quizá el recuerdo de la guardia de Compañeros de los reyes macedonios.

 Pongo una de sus discusiones, como ejemplo de la fama de rey sabio que adquirió Milinda:

- ¿Te ha sucedido alguna vez, oh rey, que reyes rivales se alzaron contra ti como enemigos y oponentes?
- Sí, por supuesto.
- ¿Entonces te pusiste a trabajar, supongo, para que tus soldados excavaran fosos, levantaran murallas, erigiesen torres, construyesen fortalezas y recogiesen alimentos?
- De ningún modo. Todo ya se había preparado de antemano.
- ¿O te has entrenado en el manejo de elefantes de guerra, y en equitación, y en el uso del carro de guerra, y en tiro con arco y esgrima?
- De ningún modo. Había aprendido todo eso antes.
- ¿Pero por qué?
- Con el objeto de evitar esos futuros peligros. 


Menandro y Nagasena hablando de sus cosas metafísicas

 En consonancia con este cruce de pensamientos y costumbres, el arte de su reinado es una mezcla de influencias griegas y budistas sin prejuicios ni normas establecidas. Tenemos, como mejor ejemplo, el que se supone puede ser una figura en relieve del mismo Menandro: el Barhut Yavana.  Representa a un soldado con peinado griego y la diadema típica de un rey helenístico. En su mano derecho sostiene una rama de hiedra, símbolo del juerguista dios Dionisos, mientras en la vaina de su espada aparece el símbolo budista de las tres joyas o Triratana. Una buena mezcla de pasión helena y búsqueda del nirvana.

El Barhut Yavana, ¿Menandro de hippy?
Nos queda otra curiosa fuente sobre Menandro, que nos habla de su compromiso con el budismo, el Mahvamasa, libro escrito en Sri Lanka, que cuenta la llegada a la isla en el siglo II a.C. de monjes “yonas” desde “Alasanda”, para extender la fe en los preceptos de Buda. Un verdadero ejército de monjes, por cierto, con un jefe de nombre algo impronunciable:

“Desde Alasanda, la ciudad de los yonas, vino el anciano yona Mahadhammarakkhita con treinta mil monjes”. Mahavamsa, XXIX

 El reinado de Menandro fue largo para la época, hasta el año 130 a.C. y dejó huella en la India. Pues parece que se consideró un arhat (alguien que logra alcanzar el nirvana) y todos querían poseer sus restos. Así se presume de un texto de Plutarco:

 “Cuando Menandro, que reinó sobre los bactrios, murió en campaña, las ciudades celebraron sus funerales en común; pero acabaron discutiendo por sus reliquias, aunque al final llegaron a un acuerdo, que sus cenizas debían ser distribuidas, cada una llevándose una cantidad igual, y que todas debían erigirle monumentos.” 


Buda de Gandara, el nirvana con un toque heleno
  Quizá Menandro murió en una de sus campañas, como dice Plutarco, una muerte digna para un rey griego; pero el Milinda Pahna nos cuenta la leyenda de que abdicó en su hijo y se fue a vivir como un ermitaño, meditando en la pobreza hasta alcanzar el nirvana… una muerte digna para un rey budista.
 Siempre entre dos mundos, tanto en vida como en la leyenda.

Después de su muerte, parece que su imperio duró un suspiro y se dividió en pequeños reinos de reyes indogriegos a la gresca sin descanso. Así lo muestra el Yuga Purana en una de sus profecías infalibles desde el futuro:

“Los yavanas vencerán, y los reyes desaparecerán. Pero en última instancia los yavanas, embriagado por la lucha, no se quedarán en el País del Medio. Habrá, sin duda, una guerra civil entre ellos, que surgirá en su propio país. Habrá una guerra terrible y feroz.”


Ultimos reinos indogriegos, antes de decir adiós.

 Los pequeños reinos indogriegos fueron desapareciendo en el siglo siguiente y el último rey indogriego, Estratón II, del que tenemos noticia por monedas, moriría en el año 10 d.C,  luchando contra una invasión de sakas (escitas orientales).

 Pero todavía en el siglo II, según el Periplo del Mar Eritreo:

“Dracmas antiguos son corrientes en Barygaza (Baruch, en Gujarat), conteniendo inscripciones en letras griegas, y los retratos de esos que reinaron después de Alejandro, Apollodorus [sic] y Menandro.” 

 Son estas monedas las que han llegado a nosotros para recordarnos la historia del rey “elocuente, sabio y poderoso”, que se decía griego y nació en una aldea de Pakistán, que acuñaba monedas con la diosa Atenea mientras enviaba monjes a difundir el budismo, y que fue gobernador de los yavanas, yonas o yonakas, que durante 300 años nunca dejaron de ser del todo griegos… o del todo indios.






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