A primeros de octubre se halló en Pompeya un fresco que representa un combate de gladiadores, por lo que hemos pedido al experto en gladiadores Alfonso Mañas, autor del libro Gladiadores: el gran espectáculo de Roma, que nos comente este nuevo descubrimiento.
El fresco hallado en Pompeya, en la región V, cerca del ludus de la ciudad. Mide 1,12 x 1,5 m. |
El 10 de octubre Pompeya nos regaló un nuevo hallazgo gladiatorio, en este caso un fresco que representa el final de un combate entre un murmillo y un tracio. El fresco en cuestión es bastante convencional en la escena que muestra, como no puede ser de otro modo, pues los artistas de la época seguían todos un mismo código estandarizado a la hora de representar los combates de gladiadores, combates que –por otra parte– para esa fecha (segunda mitad del siglo I dC) hacía ya mucho que se habían convertido en un deporte de combate totalmente reglamentado, por lo que todo lo que ocurría en la arena se ajustaba a unas reglas y directrices claramente definidas y conocidas por todos. En este sentido, el fresco hallado en Pompeya no aporta nada nuevo al conocimiento que ya teníamos de la gladiatura, como muestra un análisis detallado.
Análisis de la escena
A la izquierda vemos al murmillo, con su armadura (armatura) típica: greba pequeña, scutum, daga y yelmo ático-beocio. Sabemos que es el vencedor del combate porque está levantando el escudo, gesto típico de victoria de los gladiadores (representado en muchas otras fuentes visuales).
A la derecha vemos al vencido, un tracio (thraex), en el típico gesto de pedir el indulto (missio): tras haber arrojado al suelo el escudo levanta el brazo izquierdo, con el dedo índice extendido, y el brazo derecho (que empuña el arma) lo tiene tras su espalda. La armadura que muestra es la típica del thraex: dos grebas altas y el escudo rectangular propio del thraex (parma). Se aprecia poca diferencia entre el tamaño del scutum del murmillo y la parma del thraex, lo cual es otro rasgo típico de algunas representaciones gráficas procedentes de Pompeya (e.g. un fresco del podium del anfiteatro de Pompeya, copiado por Mazois) y de otros lugares (e.g. el mosaico del thraex Litras, de Kourion, o algunas lucernas halladas en Galia e Italia). El relieve de Fiano Romano también muestra que la parma del thraex era en ocasiones de tamaño considerablemente grande.
En cualquier caso, en el fresco que nos ocupa la parma está mostrada en una perspectiva ligeramente transversal, y al fondo de la escena, lo que unido a que la representación de los tamaños por parte de los artistas siempre es algo subjetiva, da la impresión de que hay poca diferencia en tamaño entre la parma y el scutum. No obstante, la hay, claramente, como confirma el distinto tipo de greba que luce cada uno, el cual se ajusta al diferente tamaño del escudo que cada uno usaba (el murmillo lleva una greba pequeña porque usa un escudo grande, mientras que el thraex lleva dos grebas altas porque su escudo es pequeño).
El yelmo del thraex también es el típico de este tipo gladiatorio, aunque al encontrarse el gladiador mirando hacia abajo no puede apreciarse su forma del todo bien. Solo vemos el ala ancha, vista desde arriba, y la calota. Como en el caso del yelmo del murmillo, el penacho de plumas tapa la cresta del yelmo, por lo que no podemos saber la forma de esta (algunas crestas de yelmo de thraex acababan en forma de cabeza de grifo, dos yelmos así se hallaron en Pompeya, aunque la gran mayoría de fuentes visuales que muestran a tracios los representan con crestas simples, que no tienen forma de cabeza de grifo, y de hecho ninguna representación hallada en Pompeya muestra a un thraex con cresta terminada en cabeza de grifo).
El vencido sangra abundantemente, lo cual es también un rasgo típico de las representaciones pompeyanas de combates gladiatorios (e.g. el fresco copiado por Mazois ya citado, el relieve de la tumba de Scaurus o un grafito hallado en el Xystus de una casa).
Ambos contendientes van descalzos, como era propio de los gladiadores, pues todos los tipos de gladiadores luchaban descalzos, salvo los equites. Señalo esto, que es una obviedad, porque en algunas páginas web se ha publicado que la sangre mancha “sus ropas y calzado”.
Como vemos, el fresco confirma elementos ya bien conocidos por representaciones halladas previamente, por lo que encaja perfectamente con la manera que los artistas de la época tenían de representar los combates de gladiadores, mostrando todo el código y simbología típicos que usaban para ello. Que el fresco represente el momento final del combate, cuando el vencido pedía la missio o, denegada esta, recibía el golpe mortal (recipere ferrum), también es algo típico, pues ese es el momento representado por la gran mayoría de fuentes visuales que muestran combates gladiatorios. Que el fresco muestre el enfrentamiento entre un murmillo y un thraex también es algo convencional, pues esa era la pareja más popular en el siglo I dC (el fresco data de los años 50-70 d.C), y de hecho esa es la pareja más representada en las fuentes visuales que muestran gladiadores (existen 106 representaciones conocidas de murmillones y 88 de thraeces).
Un
elemento destacable
Lo único por lo que el fresco de Pompeya es destacable, el único elemento por el que sobresale sobre otras representaciones gladiatorias, es por la vívida representación de las heridas. En efecto, la tremenda brecha en el pectoral izquierdo, con la sangre saliendo a chorro como de un geiser, no encuentra equivalente en ninguna otra representación gladiatoria conocida. La precisión con la que el artista representa la herida evidencia que este la presenció en realidad, que no se trata de una licencia del artista, pues la manera en que la sangre sale como un surtidor del pecho corresponde ciertamente a como cursa una herida recibida en esa zona, afectando al corazón o a una de sus arterias principales. Igualmente, la forma longitudinal de la herida se ajusta perfectamente a la producida por las dagas de hoja ancha que se usaban en la época, como la que el murmillo empuña en su mano (dos de esas dagas se hallaron en las excavaciones del ludus de Pompeya). Por tanto, tales heridas debían de producirse en los combates de la época, pues los artistas las conocían tan bien que sabían representarlas al detalle (precisamente un relieve también de Pompeya muestra una herida similar, pues representa a un hoplomachus clavando su daga en el costado derecho de un murmillo, aunque en este caso al tratarse de un relieve la sangre no está representada, por lo que la escena no parece tan cruenta).
Detalle del fresco, mostrando la herida en el pecho.
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Igualmente, una herida en el corazón como la mostrada en el fresco es mortal de necesidad, en cuestión de segundos, por lo que debemos dudar de que el vencido pudiese siquiera tener tiempo de ver si le concedían o no el indulto (missio), y si se lo concedieron debió de ser sin duda uno de esos “indultados fallecidos” (missus obiit) que recogen las fuentes (es decir, le concedieron el indulto, pero murió por las heridas).
Algunas interpretaciones que sugiere la escena
Conclusión
En conclusión, como hemos expuesto, se trata de una representación típica de un combate de gladiadores, que muestra muchas de las convenciones y rasgos propios de las representaciones de la época, especialmente de otras también halladas en Pompeya, aunque destaca por la vívida y detallada representación de las heridas, especialmente la del pecho.
El exceso de sangre y la crudeza con la que se muestran las heridas en este fresco nos ha llevado a bautizarlo –un poco en broma– como "gladiadores estilo Tarantino", pues el afamado director tiene un gusto similar por mostrar profusión de sangre y heridas explícitas… sin duda Tarantino hubiese disfrutado contemplando esos combates gladiatorios de las últimas décadas de Pompeya, y sería interesante si algún día decide regalarnos un film de temática gladiatoria (imaginamos que sería algo similar a las películas de la saga Kill Bill, aunque pensándolo bien tal cosa ya existe, pues la nefasta serie Spartacus hizo gala de un derramamiento de hemoglobina que supera en mucho los mayores excesos del cine de Tarantino).
Pero no debemos caer en el error de pensar que todos los combates gladiatorios eran tan sangrientos y tenían un final tan dramático como el inmortalizado en el fresco que nos ocupa (o en el citado relieve también de Pompeya que muestra a un hoplomachus hundiendo su daga en el costado de su rival): tal y como nos muestran los resultados de combates de gladiadores pintados sobre los muros de la misma Pompeya, solo en el 10% de los combates el perdedor moría, es decir, en el 90% de los combates ambos contendientes salían de la arena vivitos y coleando (y lo de ‘coleando’ no es una broma, pues los grafiti e inscripciones de Pompeya también atestiguan abundantemente que entre combate y combate los gladiadores hacían un uso muy intenso de su miembro viril [página 296 de mi libro]).
También podéis consultar otras entradas mías publicadas previamente en Tabula.
Alfonso Mañas
Miembro del grupo de investigación CTS-545 (área de Historia del Deporte) de la Universidad de Granada
Consejero Editorial de
The International Journal of the History of Sport
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