Allá por el año 23 a.C. el emperador Augusto empezó a sentirse fatal. Acababa de volver a Tarraco desde la cornisa
cantábrica, tras dar fin a las Guerras Cántabras y declararse victorioso porque
le daba la gana, como era su costumbre; pero el clima norteño de Hispania había
afectado a su salud, siempre delicada y quejumbrosa. Esta vez se temió lo peor
por el emperador, ningún remedio funcionaba, pero entonces apareció Antonio
Musa, uno de los muchos médicos que
rodeaban al emperador, con un remedio nunca antes intentado.
El origen de Antonio Musa es incierto. Su
fecha de nacimiento, de forma tradicional, se sitúa por el 63 a.C, pero no sé
de dónde se saca ese dato. Tampoco sabemos cuándo murió, pero es probable que
fuera antes del cambio de era. Sí sabemos que era de origen griego o de una región
de clara influencia griega y que había sido esclavo. Aunque cuando fue llamado
para curar al emperador, ya había sido liberado y era un liberto imperial.
Fuese cual fuese su origen, Musa estudió para
médico siguiendo a la escuela de Asclepíades. Este Asclepíades (124 o 129 a. C.
– 40 a. C.), nacido en Prusa, provincia
de Bitinia, fue un médico griego que ejerció y desarrolló sus trabajos sobre
medicina en la capital, Roma, adonde
había llegado como profesor de Retórica. Pero pronto se dio cuenta que lo suyo
no era convencer con las palabras, sino mediante la curación de cuerpos
enfermos, y se labró mayor fama ejerciendo la medicina.
Asclepiades, el maestro |
Asclepíades fue un revolucionario en la
medicina del momento. Se opuso a las ideas de Hipócrates y defendió un cuerpo
teórico basado en el atomismo de Demócrito. Para Asclepíades, son los átomos, al
atravesar los poros del cuerpo, los que hacen enfermar a la gente. Así que el
tratamiento debe estar orientado a la recuperación de la armonía corporal
perdida por culpa de esos átomos infiltrados que son nocivos. Nos suena muy
moderno, porque es la primera vez en la historia que se sugiere algo parecido a
una teoría microbiana. No está mal para un retórico.
También se oponía a las sangrías, lo que está
muy bien, y al uso de fármacos, en especial los purgantes, lo que ya no está
tan bien, y fue, según Galeno, el primero en emplear la técnica de la
traqueotomía electiva (no urgente) para el tratamiento de procesos faríngeos
obstructivos. Todo un avance.
Para demostrar lo genial de sus
teorías, Asclepíades apostó que nunca estaría enfermo, y el muy vanidoso ganó
la puesta, pues murió anciano y por culpa de una caída. Esto explica en gran parte la fama de su
escuela en la época.
Volvamos ahora al año 23 a.C. y al emperador
Augusto, hecho un trapo dolorido sobre su lecho, por culpa de un “infarto de
hígado” según Suetonio. Aparece Musa, con esa solemnidad callada que se
dan lo médicos, y dice que todo es culpa de átomos intrusos y que hay que
cambiar el tratamiento.
Según Plinio, Musa ya había curado antes al emperador de una dolencia mediante la curiosa receta de mandarle
comer lechugas. Así que Augusto ya tenía cierta confianza en el liberto y sus
extraños métodos, por lo que decidió seguir su curioso tratamiento, que
consistió en comidas frías y baños fríos… muchos baños fríos, muchos.
Podemos imaginarnos el suplicio
del emperador, tiritando en una continua hipotermia... pero, increíblemente, Augusto sanó de sus
dolencias.
Quedó tan feliz, que, según Dión Casio:
“Musa recibió una gran cantidad
de dinero de Augusto y el Senado, así como el derecho a llevar anillos de oro
(era un liberto), y la exención de impuestos y tasas, tanto a él mismo como a
los miembros de su profesión, no solo en su tiempo sino también para las
futuras generaciones”.
Y no solo eso, Suetonio añade:
“Por subscripciones fue elevada una estatua, próxima a la de Esculapio,
a su médico Antonio Musa, que le había curado de una peligrosa dolencia.”
Estatua de Musa, como si fuera el mismo Esculapio |
Exento de pagar impuestos, rico, con estatua
en su honor cercana a la de un dios… La fama de Antonio Musa se extendió por
Roma y el imperio.
Su método se puso de moda. Según
Plinio había que“ducharse el cuerpo con grandes cantidades
de agua fría, inmediatamente después del baño, para vigorizar el sistema.”
Toda la aristocracia y gente de menos
pedigrí se dedicaron a darse largos baños fríos para curarse las dolencias. Horacio, en sus Epistolas, se quejará de que tiene que empaparse de agua
fría en pleno invierno y que no puede ir a Baias, famosa por sus baños
sulfurosos calientes, porque está desierta de gente debido a la fama de las duchas frías de Musa.
Piscina fría romana (Bath, Inglaterra). El terror de Horacio |
El hermano de Musa, Euforbo,
también médico, será contratado por el rey Juba de Mauritania, un déspota
ilustrado, escritor e investigador naturalista, que quedará tan contento con
sus servicios que dará el nombre de Euforbia, en su honor, a una de las plantas
que descubrió por sus territorios.
Días de vino y rosas para Musa… que duraron
pocos meses.
Augusto tenía un sobrino preferido, Marcelo,
al que casó con su hija y al que todo el mundo veía como su sucesor. Elegido edil curul en 23 a. C., ofreció unos
maravillosos juegos públicos en Roma, pero poco después se puso enfermo, de una
manera repentina, y murió, pese a los esfuerzos de Musa.
Quizá sufrió una intoxicación o un envenenamiento, que la familia del emperador era un nido de víboras. En ese caso, los baños fríos no podían hacer mucho por su salvación. O quizá, los baños fríos y la comida fría remataron del todo al pobre Marcelo.
Quizá sufrió una intoxicación o un envenenamiento, que la familia del emperador era un nido de víboras. En ese caso, los baños fríos no podían hacer mucho por su salvación. O quizá, los baños fríos y la comida fría remataron del todo al pobre Marcelo.
Fue una dura pérdida para Augusto. No perdonó
a Musa que no pudiese curar a su querido Marcelo.
Ya no se vuelve a mencionar el nombre de Musa.
Debió de ser apartado de la corte y su duro método de curación dejó de estar de
moda entre las celebridades. La gente festejó el volver a bañarse en agua
caliente. Horacio fue el primero, seguro.
No sabemos cuándo murió Musa.
Pero su fama en los siglos posteriores no se perdió en el olvido. Después de
todo, había tenido una clientela sin rival en la Historia: Augusto, Agripa,
Mecenas, Horacio, Virgilio… Se puede
decir que fue un médico que brilló por la luz reflejada de sus ilustres
pacientes, más que por la suya propia, pero no seamos tan críticos.
De los grandes médicos
posteriores de Roma, Celso no lo nombra, aunque lanza la crítica sutil de que no
hay nada más dañino para el hígado que el agua fría. Por otra parte, el gran
Galeno sí lo nombra de pasada: "Musa,
Asclepiades y Crito escribieron muchas obras sobre medicamentos"
Es una lástima que no quede nada
de tales obras. La única que lleva su autoría se considera falsa, un escrito del
siglo IV, y es un corto tratado médico sobre la Herba Vettonica, una planta
mágica que te cura todo mal, desde el mordisco de un perro a un resfriado
peleón. Ya le gustaría a nuestro personaje haber descubierto semejante remedio.
La Herba Vettonica |
Pero Antonio Musa tiene su pequeño rincón en
la ciencia. Hay una familia de plantas que lleva su nombre: las musáceas.
Familia de nobles plantas a las que nosotros, pobres iletrados científicos,
llamamos con el nombre más vulgar de “bananas”.
Así que cuando vuelvan a comer un plátano,
recuerden a Antonio Musa, medico imperial, tormento de Horacio, caído en
desgracia por culpa de los baños fríos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario