Para los filósofos griegos, el reverso oscuro de la monarquía es la
tiranía, que es el poder único sin control; el lado oscuro de la aristocracia es
la oligarquía, que es el poder de unos pocos, que no son los mejores; y el lado
demencial de la democracia es la oclocracia, el poder de la turba popular, el
okhlos. Ese es el origen del nombre de este juego demencial.
¡En este juego tú controlas a la turba! ¡Abajo
el orden y el sistema establecido! ¡Viva el caos! ¡Anarquía en la Polis! ¿Zeús?
¿Ares? ¡A por ellos!
Gracias a una compañía argentina, Coffee Powered Machine, controlas a una multitud furibunda de ciudadanos helenos, rebelada
contra los hombres y los dioses.
Sé su guía
a través de famosas ciudades griegas, santuarios e incluso las profundidades del
Hades. Aumenta su rabia, desde una turba tranquila, que solo rompe cosas y da
algún sopapo, a una turba megacaótica, que derriba templos y da palizas a los
propios dioses. Avanza, muévete
y desmadra todo a tu alrededor. ¡El okhlos no puede parar, recuérdalo!
Empezamos con poca gente en una tranquila polis... |
La mecánica del juego parece sencilla, pero
esconde mucha miga y gran dosis de humor. No por nada es un juego que ha
cosechado estupendas críticas.
..y nos convertimos en una turba imparable |
Tu
turba en movimiento no es una masa única. Está formada por ciudadanos,
guerreros, defensores, esclavos, héroes y hasta animales de toda clase, que vas
reclutando en tu deambular sin fin por las diferentes ciudades. Cada uno tiene
sus habilidades. Por encima de todos están los filósofos, que a ser posible se
debe reclutar más de uno, pues si mueren se acaba el juego. Los mueves de
manera diferente a la turba, que se dispersa, se junta y los defiende si así se
lo ordenas.
Hay que tener los ojos atentos, porque los
enemigos cada vez serán más duros de vencer. Los dioses enviarán contra ti toda
clase de seres míticos, desde centauros a esfinges, sin olvidar minotauros y
los humanos sacerdotes de Delfos, que son muy puñeteros. Cada uno con su propia
forma de pelear, desde embestir a tirar veneno encima de tu okhlos.
Dando caña a los sacerdotes de Delfos |
Cada ciudad tiene su propio
paisaje y enemigos, están divididas en sectores que se generan de manera
procedural, por lo que cada partida será diferente en aspecto y enemigos. Al
final de cada ciudad, te enfrentarás a un dios, que te lo pondrá muy difícil,
como dios olímpico que es, ¿o acaso te esperabas un paseo? Necesitas que la
turba esté muy cabreada y fuerte cuando llegue hasta él para darle un saco de
tortas a su divina figura, porque no podremos reclutar gente ante su presencia.
Si lo pasas a gorrazos, llegaremos a un puesto de
mercado, donde podremos cambiar unidades y conseguir héroes, para continuar a
la siguiente ciudad en nuestro camino hasta la batalla final, tras pasar siete
ciudades.
Ni Afrodita se salva de la paliza |
Los gráficos son retro de los
años 90, pixelados, pero hechos con mucho cuidado. Son ideales para el caos de
demoliciones en que se acaban convirtiendo las partidas. Aunque pronto
pasaremos de destruir como salvajes a pensar qué reclutamos y en qué héroes
confiamos para alistar en nuestra turba.
Todo lo que nos encontremos es añadido a una
enciclopedia personal, donde podremos leer biografías desbordantes de humor. Un
complemento simpático que además ayuda a conocer más los elementos del juego.
Los dioses para palizar |
Otro aliciente más del juego es
su variada banda sonora, que es tan buena que también la venden por separado.
Da gusto ir destrozando ciudades a su ritmo.
Por otra parte, si llegamos al
final, descubriremos que es divertido volverlo a jugar, porque dependiendo de
lo que hayamos hecho, habremos despertado nuevas unidades y dioses para
próximas partidas. Un buen toque de rejugabilidad para un juego que, en principio, no parece tenerla.
En fin, si es que tampoco es necesario decir
mucho más… ¿Quién no ha querido dirigir alguna vez una turba enfurecida?
Os dejamos con el vídeo de una partida:
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