En el siglo III, en una
ciudad a orillas del Eúfrates, vivía un oficial de caballería, con
nombre romano, pero nacido en la exótica Palmira. Una vez mandó
pintar una pared de un templo, donde se representó a sí mismo y a
sus hombres haciendo un sacrificio a los dioses. No sirvió de mucho.
Pocos años después estarían la mayoría muertos, víctimas de una
batalla olvidada entre tantas que hubo en la frontera del imperio.
Pero hagamos una pequeña
presentación del lugar.
Tras la muerte de
Alejandro y la guerra entre sus generales por repartirse su imperio,
surgieron nuevos reinos en Oriente Próximo. Entre ellos, el imperio
de Seleuco, general de rango medio de Alejandro, pero espabilado
intrigante y hábil ambicioso, que se labró su propio reino en el
vacío que fueron dejando los generales de mayor rango según se iban
matando alegremente.
El centro de su reino
era la actual Siria, aunque abarcaba más territorios hacia el Este,
en la profundidad de Asia. Para facilitar las comunicaciones y a la
vez defenderlas, Seleuco decidió construir una fortaleza en las
orillas del Eúfrates, en una altura cerca de un vado, rodeada de
tierras fecundas, y la llamó Europos, que era el pequeño lugar de
Macedonia donde había nacido (parece que Seleuco era un poco
sentimental). El añadido "Dura" proviene del prefijo
semítico "Dur", con el significado de "fortaleza".
Estamos por el año 300 a.C.
Dura-Europos nunca la
llamaron así sus habitantes. Es un nombre dado por los arqueólogos.
Los lugareños la llamaban simplemente "Dura" y se
convirtió en poco tiempo en una gran ciudad, de importancia
estratégica en el imperio de Seleuco y su descendientes. Se volvió
un lugar cosmopolita, donde se hablaban varias lenguas, aunque el
griego predominaba, y lugar de culto de religiones de todo origen.
Por su calles cruzaban caravanas de lugares distantes, se vendían
productos de medio mundo y paseaban los soldados del importante
contingente que la defendía, porque nunca perdió su carácter de
fortaleza: sus altas y anchas murallas lo dejaban muy claro.
En el siglo II a.C. cayó
en poder los partos, el nuevo imperio del Este que asomaba sus
narices por occidente. Para sus habitantes no fue un cambio radical.
Ahora los soldados que paseaban por su calles tenían otras pintas y
había dioses nuevos en el panteón local, pero Dura-Europos siguió
floreciendo como gran ciudad de paso.
Los romanos llegaron en
el siglo I a.c., pero como vecinos. Ni Pompeyo ni César la llegaron
a conquistar, Dura siguió siendo una plaza parta que se benefició
del comercio fronterizo con el gran imperio romano. Además,
estableció una lucrativa relación con la ciudad de Palmira, 220 km
más al sur, y centro de las caravanas que comerciaban entre el
Mediterráneo y el resto de Asia. Los mercaderes de Palmira se
instalaron en la ciudad y construyeron templos en honor de sus
dioses. Poco a poco se convirtieron en la comunidad más influyente.
Llegamos al siglo II
d.C., cuando Trajano ocupa la ciudad durante un tiempo, poseído de
sus sueños imperiales, pero no será hasta Marco Aurelio, en el año
165, cuando las legiones romanas toman de forma más firme la ciudad
estratégica y su rico territorio agrícola.
No parece que este nuevo
cambio de dueños afectara a la ciudad: Los palmiranos siguieron
siendo la comunidad más rica, los templos continuaron siendo
adornados con pinturas, las caravanas pasaban y paseaban por sus
calles, los olores de las especias inundaban las esquinas... pero
algo sí había cambiado: La ciudad se militarizó con nuevos
cuarteles y los textos hallados nos hablan de destacamentos de
diferentes fuerzas legionarias y tropas auxiliares en la ciudad.
Había cambiado de dueño, pero el antiguo parecía que seguía
reclamando sus derechos, y estaba muy cerca. En tiempos del último
de los Severos (222-235), Dura-Europos era una ciudad más militar
que mercantil. Una verdadera fortaleza.
En ella, por estos años,
tenía su centro la unidad de la que más textos y restos se han
conservado del mundo antiguo: La Cohors XX Palmyrenorum.
Su oficial en jefe era
Julio Terencio.
Para hablar de él y su
cohorte sigo la tesis doctoral de Jacquiline Austin "Writers and
Writing in the roman army at Dura-Europos", que es todo un
compendio de lo que sabemos de este grupo y su jefe.
La Cohors XX estaba
formada, como su nombre indica, por palmiranos. Aunque seguramente
tenía reclutas de la comarca, como solía pasar en muchas unidades.
Palmira era fiel aliada
de Roma, así como de cualquiera que pudiese dominar sus rutas
comerciales, por lo que es probable que en tiempos de la dominación
de los partos también hubiese militares palmiranos en Dura. Puede
que la misma unidad, que luego los romanos añadieron a su ejército.
Así que simplemente habían cambiado de jefe. El número XX no
significa que hubiese otras 19 cohortes de Palmira por el mundo, sino
que era la cohorte número 20 reclutada en la provincia de Siria y
formada por palmiranos. Pero lo único cierto es que el primer texto
claro que la menciona en Dura es del año 208. Aunque existen
menciones anteriores, de finales del siglo II, sobre dedicatorias a
dioses de Palmira por "los arqueros".
Porque la Cohors XX era
una unidad con arqueros montados. En aquella época, los sirios y, en
especial, los palmiranos, eran conocidos por sus habilidades con el
arco y sus buenos exploradores. Habilidades muy útiles para los
romanos en terrenos desérticos a la hora de proteger las caravanas y
las vias de comunicación.
La XX era una unidad
grande, de cerca de 1000 hombres, y en la terminología romana era
una cohors equitata, mixta de caballería e infantería. Aunque
también tenía una sección de camellos, como otras unidades
auxiliares de la zona.
Es claro que su cuartel
principal estaba en Dura, aunque por los papiros de informes
hallados, es evidente que también tenía destacamentos de jinetes y
soldados en varios lugares, vigilando las rutas a Palmira. También
por estos textos, sabemos que era considerada una unidad de élite,
pues enviaba jinetes para servir como "singulares" del
gobernador de Siria, o sea, la XX le proveía de su guardia personal,
un símbolo de status en el ejército.
La cohors fue siempre
dirigida por un tribuno, como Julio Terencio. Este oficial era la
máxima autoridad militar de la ciudad y se carteaba directamente con
el gobernador provincial. No tenía a nadie más por encima, a ningún
otro mando superior. Otra indicación de la importancia de la Cohors
XX en el entremado militar provincial y, por supuesto, en la ciudad.
Julio Terencio, pese su
nombre romano de toda la vida, seguramente era de origen palmireno o
sirio. La mayoría de los miembros de la cohors eran palmirenos en un
principio, aunque según se asentaron en Dura el reclutamiento local
debió ser predominante, como pasaba en todas las unidades romanas.
Sin embargo, su relativa cercanía a la Palmira de sus orígenes
permitió que la presencia de palmirenos siempre fuese constante en
la cohors que llevaba su nombre.
En la pintura que nos
dejó, de alrededor del año 230, Julio se nos muestra en una pinta
realista, quitando el aumento de altura con respecto a los que lo
rodean, algo típico de las figuras jerárquicas en oriente. Es un
hombre de mediana edad, con marcadas entradas, casi calvo. Al ser
tribuno, debe tener el rango social de équite, un grupo social que
va a ser determinante en este siglo III de turbulencias. En la crisis
de poder que surgirá pocos años después, los militares équites
competirán con la clase senatorial y la sustituirán, algo
impensable en el siglo anterior, y de ellos surgirán las siguientes
dinastías de emperadores.
Pero esto queda todavía
muy lejos de Julio Terencio. No sabemos cuánto tiempo llevaba de
tribuno, eran oficiales que solían cambiar de mando varias veces en
su vida militar. Pero en este caso, Julio estará en el cargo de
tribuno de la XX hasta su muerte, alrededor del año 238.
Podemos imaginarnos un
día normal de su vida en Dura: Vivía fuera del cuartel, en una casa
de notables dimensiones. Sabemos que tenía una mujer, llamada Arria,
pero no hay mención a hijos. Al amanecer, acompañado seguramente de
una escolta, iría al cuartel, que estaba situado intramuros y
rodeado de su propia muralla, en una posición dominante sobre el
resto de la ciudad. Tenía la mitad de tamaño que un campamento
legionario, por lo que ocupaba unas diez hectáreas.
En los "principia",
el amplio espacio frente al praetorium (la oficina de Julio), que
hacía funciones de centro de asambleas del cuartel, sus hombres
estarían ya en formación, esperando para la ceremonia de cada
mañana, que consistía en la renovación de su juramento y un voto
por la salud del emperador. Después del rito, se daba la lista de
los soldados encargados ese día de custodiar los estandartes de la
cohors y, finalmente, cada uno iría a sus tareas.
A estas alturas de la
historia de Roma, ya no había diferencia entre soldados auxiliares y
legionarios romanos. Todos eran romanos y se comportaban como en
cualquier legión. Eso significaba mucho papeleo para Julio Terencio,
como demuestra la cantidad de documentos encontrados en las
excavaciones: informes matutinos, traslados, peticiones, órdenes,
pagas, permisos, listas y más listas... la burocracia es tan vieja
como la civilización y Julio era su máximo representante en Dura.
Además, a los hombres
hay que tenerlos ocupados y el papeleo es un recurso estupendo. Julio
tiene a un buen puñado de soldados trabajando como auxiliares
administrativos, que tienen un status superior al soldado normal y,
por tanto, más paga. Los dirige el cornicularius, suboficial salido
de la tropa y encargado de las diferentes oficinas de administración.
Aparte, o quizá bajo su mando, está el actuarius, que era el
contable que se encargaba de las pagas y la contabilidad. Por debajo
de ellos, estaban los librarii, copistas de documentos y asistentes.
Había dos librarii por centuria, por lo menos; a veces, hasta cinco.
Lo que da una idea del papeleo que movía la cohors y la gente que
rodeaba a Julio en el Praetorium.
La lengua de la mayoría
de los escritos oficiales del cuartel es el latin, de uso obligado en
el ejército, pero es evidente que los soldados de la cohors XX
apenas lo hablan más allá de un nivel básico y técnico. Sus
graffiti encontrados por la ciudad y el mismo cuartel están en
griego o en arameo. También se han encontrado cartas de los tribunos
escritas en griego. aunque parece que el uso del latin y los nombres
latinos era para los oficiales un símbolo de status, porque suelen
diferenciarse en estelas y pinturas usando letras latinas. Así hará
Julio en la pintura que lo retrató para la posteridad.
Siguiendo con el día de
Julio, después de leer o escuchar el informe matutino que le daban
todos los días, dar unas cuantas órdenes para sentirse realizado y
firmar muchos papeles, se daría una vuelta por el campamento. Los
oficiales tenían que hacerse ver y ser facilmente reconocibles por
sus hombres. Así que es probable que supervisase la llegada de los
reclutas y echase un vistazo a la instrucción diaria en el campo de
maniobras. Los jinetes arqueros, al igual que los soldados, debían
practicar de forma continua para no perder habilidades y es probable
que hubiese competiciones de forma regular. Seguro que Terencio haría
alguna que otra demostración que, fuera cual fuera su resultado,
levantaría los aplausos de sus subordinados.
Luego, Terencio haría
lo que todos los oficiales a lo largo de la historia cuando no están
en guerra: en vez de matar enemigos, matan el tiempo hasta volver a
casa. Quizá hiciese visitas a los oficiales de otros destacamentos
de la ciudad. Pues sabemos que hubo varios en determinados momentos
de su tribunado, cuando la frontera estuvo caliente, como la Cohors
II Ulpia y destacamentos de la Legio III Cyrenaica, que también nos
han dejado textos semejantes a los de la XX.
Puede ser, que por
curiosidad, le diera por visitar en alguna ocasión la sinagoga
judía...o la iglesia cristiana. Porque había una en la cosmopolita
Dura. En principio
una casa particular, levantada a comienzos del siglo III y que fue
adaptada al culto cristiano hacia el 232, por la época de Julio
Terencio. El baptisterio era la única habitación decorada con pinturas de carácter decorativo; las columnas imitaban mármoles; un arco estaba decorado con motivos florales y con frutos; en la pared del fondo del naos se encontraba la imagen del Buen Pastor, otras pinturas representaban a Adán y a Eva, al árbol del paraíso y a la serpiente. Debían parecerle pinturas muy extrañas a Terencio.
Es probable que alguna
vez, quizá una al mes, visitase destacamentos de los cohors en las
rutas de las cercanías. No dejaba de ser una variante de la rutina
diaria.
También sabemos que
visitaba templos y hacía donaciones. El templo llamado de "los
dioses de Palmira" está adornado con la pintura que lo ha
traído hasta nosotros. En ella se representa con la cohorte al
completo formada a sus espaldas, en una ceremonia de ofrenda a los
dioses, que van vestidos como altos oficiales romanos, o quizá sea
un sacrificio en honor de los emperadores.
La pintura de Terencio y sus soldados al completo |
Bueno, eso da igual. Es
una imagen que nos choca con la idea que tenemos de la vestimenta de
los soldados romanos. Terencio lleva una capa blanca con flecos, en
contraste con las capas más oscuras y apagadas que llevan todos los
demás. Ninguno de ellos está provisto de armadura (aunque los
cascos, la coraza y los escudos se utilizaban en la batalla) y llevan
pantalones estrechos, zapatos cerrados en vez de sandalias y túnicas
blancas de manga larga. Las túnicas llevan un reborde rojo, y
Terencio y la primera fila, probablemente oficiales, llevan dos
brazaletes o líneas de color en cada manga.
No se parece demasiado a
la clásica imagen del soldado romano que todos tenemos ¿verdad?,
pero no es una costumbre "palmirana", tal tipo de uniforme
era normal en el ejército de ese periodo, e incluso la apariencia de
los emperadores se ajustaba a ese estilo.
Reconstrucción de palmiranos de la XX |
Sin embargo, la
tranquila y amena rutina de Terencio fue un día trastocada por
rumores de guerra. La nueva dinastía en el Este, los persas
sasánidas, comandados por el rey Sapor, querían justificar su
condición de usurpadores con una invasión sobre el odiado enemigo
romano. Capturar la
ciudad de Dura, importante nudo de comunicaciones, era uno de los
primeros objetivos, y a la cohors XX le tocó
defenderla.
Sabemos que pasó por
los restos hallados y la inscripción que Arria, su mujer, dejó en
la pared de su casa. No sabemos donde pasó, pero debió ser cerca de
Dura por el año 238. Los persas se acercarón a la ciudad y Terencio
murió en la batalla que les presentó dirigiendo a su cohors, junto
a él cayeron más de cien de sus hombres, según los documentos que
nos han llegado.
Pero los persas no
tomaron la ciudad.
Según Arria, en su
texto, cuidadosamente pintado en griego, Terencio, su «amado
esposo», había sido un hombre «valiente en las campañas y
poderoso en las guerras». Murió defendiendo su destacamento y dando
ejemplo. Como debía hacerlo un oficial romano.
No sabemos que fue de
Arria, su mujer, y su probable familia. Pero Dura no resistió muchos
años más. Por el año 256 fue tomada por los persas y destruida, no
ocupada. No volvió a levantarse. Ammiano Marcelino nos cuenta que,
107 años más tarde, el emperador Juliano vio sus ruinas desiertas,
mientras avanzaba en la expedición que lo llevaría a la muerte.
La Cohors XX Palmyrenonum
pereció también con la ciudad que era su sede, aunque el último
documento que nos llega de ella es del 251. Por lo que hay teorías
que defienden que fue destruida años antes que la ciudad. Quiza en
la batalla de Barbalisos en 253 y por eso luego la ciudad pudo ser
tomada tras un duro asalto a sus muros.
Vista del Eúfrates desde la ciudadela |
La destrucción de Dura
y su abandono puede parecer una desgracia, pero para nosotros fue
todo un golpe de buena suerte. Gracias a su abandono y olvido, las
secas condiciones climáticas y la casualidad de no ser reconstruida,
se pudieron conservar bastante bien los restos de la ciudad. Hasta
un grado que hizo que el historiador Rostovtzeff la llamase la
"Pompeya del Este".
Destacan los centenares
de textos del archivo de la cohors hallados en un alto grado de
conservación, desde los cuales podemos reconstruir el día a día de
los soldados de Julio Terencio.
Así como las pinturas de
los templos y la variedad de grafittis desperdigados por la ciudad,
donde las casas y muros conservan todavía una notable altura. Dura
sobrevivió, pese a su destrucción, mejor que cualquier otra ciudad
de la época, incluida su aliada Palmira.
Así fue como la
pintura del "templo de los dioses palmiranos" sobrevivió
al desgaste de los siglos hasta llegar a nosotros, para seguir
mostrando la escena de una mañana, hace mucho tiempo, cuando un
grupo de soldados, dirigidos por un tribuno palmirano, celebraba una
ceremonia con sus trajes de gala.
Beijinhos Alejandro
ResponderEliminarJa descubri a tua pagina. Agora ando a le-la com ajuda do meu dicionario Portugues-Ingles! (Eu sei, es Espanhol).
Jacqueline Austin.
Moito obrigado e bem-vinda Jacqueline.
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