miércoles, 22 de octubre de 2014

Espartaco, en realidad


Por Juan Luis Posadas, Universidad Nebrija

Es difícil separar la imagen de Espartaco de la que todos tenemos en mente: a los más mayores un Kirk Douglas arrogante y perfectamente rasurado, una especie de mesías que liberó a los esclavos y los llevó Italia arriba, Italia abajo en busca de la libertad; a los más jóvenes, el protagonista de la serie del mismo nombre, Andy Whitfield, pasándolas canutas en el ludus de Batiato y provocando una escabechina solo para vengarse de la muerte de su mujer tracia a manos de los pérfidos romanos (qué coincidencia, casi igual que el Braveheart de Gibson...). Pero, ¿quién era este Espartaco? ¿De dónde vino, por qué hizo lo que hizo? Este artículo está entresacado de mi libro "La rebelión de Espartaco" (Madrid, Sílex Ediciones, 2012, pp. 62-72).

Espartaco fue, como sabemos, el líder de la rebelión o de la guerra que lleva su nombre. Y digo líder porque Salustio le llama princeps gladiatorum ("príncipe de los gladiadores"): sería más bien un primus inter pares, el primero entre iguales (Sal. Hist. 3.90). Del Espartaco anterior a la rebelión sabemos bien poco, y lo que sabemos bien puede ser un conjunto de inferencias, suposiciones, leyendas, rumores y todo lo que acompaña a un mito.

El mismo nombre, Espartaco, puede ser falso, aunque eso casi ningún estudioso lo ha afirmado categóricamente. La mayoría de los que han investigado sobre el tema aluden al carácter tracio de dicho nombre. El que Espartaco fuera tracio podría llevar a la conclusión de que ese nombre, de procedencia tracia, es auténtico. Pero, ¿era este su nombre de nacimiento o se lo pusieron más tarde los romanos? Mi hipótesis es que Espartaco nació con otro nombre y se impuso a sí mismo este como un acto de reivindicación de la monarquía tracia (hubo reyes llamados Sparodokos en Tracia en el siglo V y IV a. C.). El momento de hacerlo fue tras erigirse en el líder de los esclavos, de la misma manera que el líder de la primera guerra servil siciliana, Euno, se autonombró Antíoco, el nombre de un rey de su Siria natal.

Espartaco era tracio, de eso cabe poca duda. A no ser que creamos, siguiendo el estilo de Floro (Ep. 2.8.12), que le llama "mirmillón" (un apelativo probablemente genérico equiparable a "gladiador"), que "tracio" fuera una alusión a que Espartaco luchaba como un thraex ("tracio"), un tipo de gladiador con escudo pequeño y sica o espada curva. Ambas posibilidades no son excluyentes, quizá el lanista colocó a Espartaco entre los "tracios" por provenir de Tracia.

Podemos, incluso, saber de qué tribu tracia provenía Espartaco gracias a Plutarco, que fue cronológicamente el primero que aporta algo más al origen de Espartaco, siglo y medio después de los hechos:

Espartaco, un tracio de la tribu meda que no solo poseía gran valor y fuerza, sino que incluso, por su inteligencia y buen carácter, merecía mejor suerte que la que corría y era más griego que de su propia estirpe. (Plut. Cras. 8.3)

El texto de Plutarco, que ha sido corregido recientemente en este aspecto, pues antes los exégetas leían Νομαδικοῦ ("nómada"), y ahora leen Μαιδικοῦ ("medo"), establece la adscripción de Espartaco a esta tribu iliria-tracia, localizada en el suroeste de la actual Bulgaria. Ahora bien, no se sabe nada de en qué lugar nació Espartaco o en qué fecha, si bien puede colegirse que, si Espartaco participó en las luchas contra Mitrídates del lado romano, como veremos (hacia el año 86 a. C.), debía de haber nacido por lo menos en el 110 a. C. Tendría, pues, cerca de cuarenta años en el comienzo de su rebelión.

Tras pasar su primera juventud en su Tracia natal, Espartaco, al parecer, sirvió como soldado auxiliar en alguna unidad destacada en la zona durante la guerra contra Mitrídates (App. BC 1.116). Pero algo pasó y Espartaco dejó el ejército romano, quizá por las buenas, quizá por las malas. Un retórico sin mayor credibilidad que la de sus fuentes (¿Tito Livio?) escribió:

Él, convertido de mercenario tracio en soldado, de soldado en desertor, después en bandolero, luego por gracia de la fuerza física, en gladiador. (Flor. Ep. 2.8.9)

Si esto es cierto, Espartaco fue primero un mercenario tracio, bien a las órdenes de los romanos, bien a la de Mitrídates. Después se convirtió en ese soldado auxiliar que menciona Apiano. De lo que no hay duda es de que, en algún momento, desertó del ejército romano. Quizá no quiso acompañar a Sila a Italia para su guerra civil. Quizá vio que los romanos eran incluso peores que los pontinos de Mitrídates para su propio pueblo, sobre todo cuando se anexionaron parte de su Tracia natal en el año 76 a. C. El caso es que Espartaco, bien o mal, dejó el ejército romano y se convirtió en bandolero: se "echó al monte". Este episodio es claramente un paralelismo con lo que ocurrió tras su rebelión en el Ludus de Batiato en Capua: se escapó al "monte" Vesubio en compañía de otros gladiadores. Una vez hecho bandolero, su lucha contra los romanos debió de ser de cierta intensidad, pues no a todos los rebeldes se les prendía y llevaba como prisioneros a Roma. La suerte de estos prisioneros de una guerra no declarada era siempre la misma: ser vendidos como esclavos. De ahí la afirmación del sofista Ateneo de Náucratis de que Espartaco era un esclavo de origen tracio: porque lo era cuando llegó a Roma, no porque hubiera nacido en tal condición.

Una vez en Roma, se produjo el célebre episodio del sueño de Espartaco. Al parecer, "cuando fue llevado a Roma por primera vez para ser vendido, se le apareció mientras dormía una serpiente y se enroscó alrededor de su cara" (Plut. Cras. 8.4). Este tipo de relaciones con una serpiente entroncan con las de otros famosos personajes de la Antigüedad, como Hércules o Alejandro Magno, por lo que podría ser simplemente una forma de amenizar el relato introducida por Plutarco. El pasaje aporta, por otro lado, un elemento significativo: Espartaco fue llevado a Roma para ser vendido como esclavo. Lo cual, unido a lo dicho anteriormente sobre el pasaje de Floro, indica claramente que Espartaco llegó desde Tracia prisionero para alimentar el mercado de esclavos en la capital.


Escena en el ludus de gladiadores, del film de Kubrik
Al parecer, Espartaco no llegó a Roma solo. Con él debían de ir otros miembros de su comunidad tracia, pues Plutarco, acto seguido, nos dice lo siguiente:

Una mujer que era de su misma estirpe, profetisa e inspirada en los misterios dionisíacos, anunció que (ese sueño) era presagio de que en torno a él surgiría un poder grande y terrible que tendría un fin desgraciado. Esta mujer también estaba con él en aquel momento y lo acompañaba en la huida. (Plut. Cras. 8.4)

El texto en griego ἡ γυνὴ δ᾽ ὁμόφυλος οὖσα τοῦ Σπαρτάκου significa realmente que era de su familia, lo cual puede indicar que esa mujer era su esposa. Este dato es realmente interesante. Además, Plutarco indica que "Espartaca" (llamémosla así) era una mujer con dotes videntes e iniciada en los misterios de Dionisos, y que su visión fue más bien pesimista. Sabemos que en los ambientes esclavos había una cierta predilección por los misterios dionisíacos y que la religión esotérica tenía gran predicamento. Que Espartaco estuviera casado o fuera familiar de una adivina podría, junto con sus al parecer evidentes cualidades guerreras y su vinculación "nominal" con una dinastía reinante en su Tracia natal, haberle dotado de un aureola mística y casi mesiánica, al menos entre los suyos. Porque, al parecer, Dionisos era adorado en Tracia bajo el nombre de Sabacio, y el episodio de la serpiente se relaciona con un rito de iniciación en el culto de dicho dios. No hay que olvidar, además, que el culto a Dionisos estaba prohibido en la República romana salvo para mujeres, extranjeros y esclavos; y que las dos rebeliones de Sicilia y también la guerra de Aristónico en Pérgamo habían invocado como dios tutelar a Dionisos, por lo que la asociación de Espartaco con dicho dios a través de su mujer y de la famosa serpiente, le convertía en todo un mesías para los marginados del sur de Italia.

La personalidad de Espartaco debió de ser muy fuerte y atractiva. Casi todas las fuentes aluden al carácter de Espartaco. Salustio, por ejemplo, contemporáneo suyo, dice de él que tenía un ánimo y una fuerza ingentes; Plutarco, que tenía gran valor, fuerza, inteligencia y buen carácter, y que era fuerte, temible, prudente y razonable; y Diodoro Sículo, que sabía ser agradecido y devolver los favores recibidos. Los demás autores confirman su valentía en la batalla y en el momento de su muerte, su intento de mediar para evitar las violencias y saqueos, su prudencia y templanza. En definitiva, todas las cualidades para ser un líder.

Hay otro detalle que nos cuenta Plutarco en el párrafo citado anteriormente: Plutarco fue llevado a Roma "por primera vez" para ser vendido como esclavo. ¿Significa eso que fue llevado por segunda vez para lo mismo? Quizá fuera un esclavo corriente, al servicio de algún señor, y cometiera alguna torpeza que le llevara a ser vendido de nuevo; quizá fuera juzgado por algún crimen. En ese sentido, cobra importancia la única fuente contemporánea a Espartaco, aparte de Salustio, Marco Terencio Varrón. Varrón nos cuenta que Espartaco fue condenado a ser gladiador pese a ser inocente. Sabemos que los gladiadores podían ser esclavos entrenados para ello, personas libres que se "vendían" temporalmente para librarse de deudas, o bien condenados por delitos de sangre que redimían su condena luchando como gladiadores. Es bastante posible que Espartaco, quizá por su carisma mesiánico y su liderazgo nato, quizá porque asustaba a su señor debido a su pasado rebelde, fuera condenado a ser gladiador en la propia Roma de manera injusta. Por tanto, Espartaco fue vendido al lanista Léntulo Batiato, de Capua, pese a ser inocente del crimen que se le acusaba. Esto explicaría una de las causas de su rebelión. Porque no solo Varrón dice que Espartaco era inocente, sino también Plutarco. Y Plutarco dice más: los gladiadores del ludus de Capua, "en su mayoría galos y tracios" eran inocentes y habían sido reunidos allí a la fuerza para combatir como gladiadores. Buena razón para rebelarse y escapar de aquel destino.


Al parecer, Espartaco tuvo que compartir su destino con más de doscientos gladiadores, muchos de ellos galos y tracios, como él, muchos de ellos inocentes y retenidos allí a la fuerza, también como él. Esta expresión de Plutarco quizá implicara que se les mantuviera encerrados en habitaciones exiguas, quizá incluso con cepos o grilletes (al menos por la noche). Y eso lo podemos intuir de una expresión que utiliza Floro: "Espartaco, Criso y Enomao, tras descerrajar el gimnasio de Léntulo" (Flor. Ep. 2.8.3); es decir, tras romper los cerrojos tras los cuales, sin duda, vivían los gladiadores.
Que Espartaco sufrió en aquel encierro no hay duda; que su carisma pronto hizo de él, junto con otros gladiadores galos como Crixo o Enomao, uno de los líderes de los condenados, tampoco. Ni siquiera la presencia de "Espartaca", su mujer o pariente, le serviría de mucho, pues rara vez le era permitida la visita femenina a un gladiador. La vida miserable en aquellos muros, encerrado con sus compañeros bajo siete llaves, penando por morir rápido en vez de vivir lento, y con la conciencia medio impuesta a sí mismo de su alto destino como "Espartácida" y como protegido de Dionisos, hicieron el resto. Lo que vino después de escaparse del ludus es mucho más conocido. Pero ya adelanto que disiento de su muerte en la cruz. El resto, en mi libro.

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