martes, 10 de junio de 2014

Trajano, la mejor campaña de imagen de la Antigüedad


Todo candidato a proclamarse el hombre más poderoso de su tiempo guarda cadáveres en el armario. Sin embargo, Trajano, pese a llegar a la cima, goza de una imagen extraordinariamente buena. ¿Cómo puede ser? Cristina Teruel buceó en los estudios sobre el hispano para escribir una biografía novelada, en busca del secreto de este éxito propagandístico. Según ella, una calculada campaña y la inestimable ayuda de los historiadores posteriores tienen la llave del 'milagro'.



El trabajo de documentación de Cristina Teruel comenzó en 2004, cuando buscaba un personaje real que le permitiese escribir un relato ambientado en la antigua Roma, un periodo por el que siempre había sentido predilección. "La figura de Trajano me fascinó por el buen trato que le ha proporcionado la Historia. No conocemos de primera mano ni a su persona, ni cómo tomó determinadas decisiones políticas--afirma Teruel--; sin embargo, un apelativo le acompaña invariablemente: es el Buen Emperador. Fue tan gran conquistador como Julio César, pero no le alcanzaron nunca las connotaciones negativas de la violencia guerrera de sus batallas contra los dacios o los partos. Parece que sus políticas no derivaran de una decisión personal, sino de unas circunstancias objetivas claras...".

Cristina Teruel.
Lo primero que salta a la vista del que se intenta aproximar al emperador es la escasa información de los escritores contemporáneos a Trajano. "Pienso que, en gran medida, la imagen del buen gobernante que adorna a Trajano se la debemos a Plinio el Joven. Sospecho que Trajano realizó una de las campañas de propaganda política de su persona más exitosas de la Antigüedad", concluye Teruel.


El silencio de sus contemporáneos hace sospechar la existencia de una campaña consciente y muy bien planificada por ensalzar la trascendencia histórica de su figura. No en vano, como han puesto de manifiesto investigadores como Alica M.ª Canto, el hecho de que Trajano no adoptase el nombre de Nerva, su padre adoptivo, revela que existía desde el primer momento el proyecto de convertirse en el fundador de una nueva dinastía, la Ulpio-Aelia, llamada a regir el Imperio durante largo tiempo.


Tras años de documentación y elaboración, Teruel publicó a finales de 2013 Trajano. De Hispania a Roma, un libro en el que repasa la trayectoria vital del primer emperador hispano. Uno de los objetivos que la autora se planteó en esta obra fue el de dar a conocer circunstancias poco conocidas de la Antigüedad clásica en la Península, en especial la trascendencia de las élites provinciales. No en vano, será en la facción hispana en Roma donde un joven y ambicioso Trajano urda una compleja intriga para hacerse con el poder.



"Tardé en madurar la forma y escoger el ritmo narrativo--afirma la escritora-- ya que no quería ni una primera persona ni monólogos interiores". Finalmente se decidió por una biografía novelada que integra numerosos personajes ("todos son rigurosamente históricos; sólo les he dado la voz que no ha llegado hasta nosotros"). La documentación fue tan exhaustiva que tuvo que eliminar, a petición de la editorial, muchas subtramas de la obra. Aun así, el libro tiene cerca de 900 páginas.

El esfuerzo de compilar en una obra la vida y el tiempo no es un ajuste de cuentas con Trajano. "No juzgo al personaje; simplemente he intentado darle un aire humano, y explicar por qué tomó ciertas decisiones. Creo que así trajano gana en profundidad. Es intrigante, naturalmente, pero también es un hombre inteligente en quien se puede confiar, un gran estadista y muy hábil desde el punto de vista militar y político. Planifica la conquista de Dacia con una meticulosidad propia de un científico y, tras la campaña, organiza la situación de tal forma que logra estabilizar la balanza comercial con India y China de forma que sea favorable a Roma", explica Teruel. En este sentido, hay ciertos arqueólogos que afirman que las monedas de la dinastía julio-claudia que se encuentran en puntos distantes de Asia revelan que reflejan la fuga de capitales hacia Lejano Oriente. La práctica ausencia de monedas de la época de Trajano es tomada, desde este punto de vista, como un signo del retorno de la riqueza hacia Roma, si bien hay que tener en cuenta que esta hipótesis se basa en el azar de los hallazgos.

LOS INTRIGANTES INICIOS DE TRAJANO

Busto de Nerva.
Hacia finales del siglo I, los hispanos presentes en el Senado se habían convertido en un grupo de gran ascendencia política. Tras el asesinato de Domiciano, el clan bético ve la posibilidad de promocionar a uno de los suyos al solio imperial. De los dos candidatos posibles, el que gozaba de más probabilidades era Cornelio Nigrino, natural de Edeta (actual Liria, Valencia) y el general más laureado de la época flavia. Sin embargo, la oposición de una parte de los senadores hispanos inclina la balanza hacia Nerva, una opción de consenso que aplaza la confrontación en el tiempo (no mucho tiempo, ya que el nuevo emperador, de edad avanzada, tenía un delicado estado de salud).


Este lapso de tiempo es utilizado por una parte de la facción hispana para impulsar como candidato a Trajano. En un momento de máxima tensión política a raíz del castigo de los asesinos de Domiciano, el Prefecto del Pretorio da un golpe de mano para obligar a Nerva a adoptar al bético, acantonado por aquel entonces en Germania Superior. Geográficamente más cerca de Roma que Nigrino, que en ese momento era pretor en Siria, y con una situación de poder merced a su mando sobre varias legiones, Nerva no tuvo más remedio que adoptarle en el 97 d. C., meses antes de su fallecimiento. Al poco de subir al trono, Nigrino es defenestrado políticamente: sustituido apresuradamente por un personaje sin el rango adecuado para asumir su puesto, es enviado a Iliria, donde su rastro desaparece. Todo parece indicar que sufrió una especie de damnatio memoriae para borrar todo lo que recordara la existencia del rival del nuevo emperador.


UN EMPERADOR 'DESHISPANIZADO'

El estudio de la vida de Trajano tropieza con la falta de fuentes contemporáneas a él. Tácito no escribió sobre él, pese a ser un alto funcionario; Suetonio, secretario de cartas de Adriano, tampoco trató su figura; Marcial fue invitado a marcharse a Bílbilis... La única fuente cercana en el tiempo es Plinio el Joven que, además de firmar un panegírico, publica la correspondencia -probablemente revisada y expurgada- que se cruzó con el emperador.

Precisamente, entre esta correspondencia se encuentra una carta que será fundamental en la forja de su pretigio. Se trata de la famosa misiva en la que Plinio, que fue enviado a Ponto-Bitinia para apaciguar la provincia por la que iba a pasar el ejército en su campaña contra Partia, le pide consejo al emperador sobre cómo actuar en el caso de las denuncias contra los cristianos. Trajano le contesta que las denuncias anónimas son la plaga de aquel siglo y que las ignore: la culpa se redime con el reconocimiento del error.

Aquella carta, recuperada y puesta en valor por la patrística del siglo X, le valió a Trajano una imagen de hombre ecuánime. De hecho, San Jerónimo, concluyó que con tan justas palabras Trajano no podía estar en el infierno, pese de no haber abrazado el cristianismo.

Con el trascurrir de los siglos, el hispano no cayó en el olvido. Antes al contrario, la instrumentalización política de su figura le mantuvo bien presente y, en pleno siglo XVI se puede detectar un plan, por parte de Francia e Inglaterra, para intentar borrar la procedencia bética del emperador. Con ello, las potencias europeas trataban de impedir que Felipe II consolidase su prestigio al establecer paralelismos entre el poderío del rey español y el del hispanorromano.

Para Alicia M.ª Canto, el trabajo de Edward Gibbon (1737-1794) es el resultado natural de esta 'deshispanización' de Trajano. Es el historiador británico el que, al incluir a Trajano entre sus cinco 'buenos emperadores' le hace descendiente de una familia itálica afincada en la Bética. Una parte de la obra de Canto ha intentado demostrar que Trajano procedía de una familia turdetana aunque, eso sí, profundamente romanizada.

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