martes, 17 de junio de 2014

Eumaquia, la bussiness woman






Ya era momento de ocuparnos de una habitante de la famosa Pompeya. Ya en el número 9 de la revista Stilus hablamos de mujeres distinguidas y en este blog hemos hablado de unas cuantas, pero hoy toca una mujer que ha pasado a la historia por dar nombre a uno de los edificios principales de la ciudad sepultada y que, en realidad, era toda una mujer de negocios y líder de opinión entre los pompeyanos durante los tiempos de Augusto y, probablemente, siguió siendo recordada décadas después, cuando el Vesubio se despendoló a lo grande.

Eumaquia debió nacer por la época en que Marco Antonio empezaba a perder el norte en brazos de la astuta Cleopatra, allá por los años 42-40 a.C. Era hija de un hombre de oscuro origen, Lucio Eumaquio, que podía ser de origen campano o quizá griego, pero que llegó a ser rico, pero que muy rico, entre los pompeyanos. Sus negocios estaban centrados en la exportación de vino local, ya que sus ánforas de vino llegaron hasta África, Hispania, la Galia y hasta Britania, aunque esta última quizá debido a una reutilización que al verdadero comercio. 

El origen de este vino era la propiedad o propiedades que Eumaquio tenía en las cercanías de Pompeya, donde sabemos por la arqueología que aparte de servir de residencias señoriales, eran centros de producción vinícola, principalmente centrados en la exportación. Esto se debía a que el suelo volcánico de la zona producía un vino muy demandado por los paladares de la época, aunque quizá demasiado resinoso para nuestros gustos actuales. No era tan cotizado como el cercano Falerno, pero podía competir con él dignamente. 

En una de esas villas, mitad bodegas mitad residencias de lujo, se crió nuestra Eumaquia. No pertenecía a la nobleza local, pero vivía como tal. Así que su educación debió de ser la adecuada a una chica de clase alta. Pero a diferencia de la mayoría de las seudopatricias que abundaban por provincias, no se convirtió en una chica consentida y superficial. Al contrario, Eumaquia heredó la afición y habilidad mercantil de su padre, como luego demostraría en su vida.

En principio, como toda hija de nuevo rico a lo largo de la historia, su padre le buscó un marido de solera noble. Es la ley en todas las sociedades con clases: los nuevos ricos buscan emparentarse con nobles pobres que necesitan de manera desesperada efectivo plebeyo. Pero en el caso de Eumaquia el pretendiente fue M. Numistrio Fronto, miembro de la nobleza local, cierto, pero que no tenía nada de pobre, porque los Numistrios eran dueños de una rica industria lanar; todo un partidazo, el soltero de oro de la comarca, ya que las actividades agrícolas y ganaderas, muy queridas de los romanos, tenían un nivel de prestigio muy superior al comercio de vino. 

Así que Eumaquia antes de los veinte años debió entrar en la nobleza local y además en una familia de las más ricas de la Campania, con negocios dignos de elogios virgilianos, que los habían catapultado a tener cargos en las magistraturas de Pompeya durante varias generaciones. 

Pero pasados pocos años, todavía tuvo más suerte. Tras darle un hijo, Eumaquia se quedó viuda de Numistrio... vale, dicho así suena muy triste para nuestros corazoncitos aburguesados, porque quizá Eumaquia y Numistrio se querían y estaban enamorados hasta el tuétano en almíbar; todo es posible, pero lo normal para una romana, casada por obligación paterna, es que fuera una buena noticia, pues significaba que heredaba las propiedades de su difunto marido y, en el caso de Eumaquia, seguramente la mayor industria lanar de la zona de Pompeya. Aparte de una libertad similar a la de un hombre para hacer negocios e influir en la política local. Y cuando a la mujer se le concede la igualdad con el hombre, suele superarlo. 

Eumaquia se aplicó bien a la tarea de influir, o no se comprende que los magistrados municipales le dieran el cargo de sacerdotisa de Venus, la diosa más importante de la ciudad, y el puesto más prestigioso para una mujer en Pompeya, cuyo nombre oficial era Colonia Cornelia Veneria Pompeia (lo de Veneria por Venus, por si no lo pillan).

Eumaquia también conservó la riqueza heredada y es más que probable que la aumentara viendo lo que luego ordenó construir. Porque su influencia en la ciudad llegó a ser tan notable que le permitió levantar en un lado del foro, alrededor del 2 d.C., uno de los mayores edificios de Pompeya: el que lleva su nombre.

No fue construído por un arrebato de soberbia, aunque algo debió influir el deseo de gloria personal, sino para favorecer la carrera política de su joven hijo, otro M. Numistrio Fronto, que de aquella ya debía tener unos 20 años y se presentaba al cargo de edil. Nada mejor para ello que tu mamá done a la ciudad un edificio majestuoso. 



Portada reconstruida del Edificio de Eumaquia



El problema del edificio es que todavía hoy no se sabe su función. Se ha pensado desde el siglo XIX que era una especie de mercado de telas y lana, ya que Eumaquia se había convertido en la patrona del gremio de mercaderes laneros, que le dedicaron en su interior la única estatua de ella que nos ha llegado, la que abre este artículo.

Pero resulta un edificio demasiado lujoso para tales menesteres. Sobre todo el interior. Así que también se ha pensado que era una especie de club del gremio de laneros, donde se dedicaban a hacer sus negocios y disfrutar de la vida, con un mercado en su fachada al foro.

Pero tampoco convenció mucho a los académicos que los del gremio de la lana tuvieron semejante club social. Así que se pensó que era un edificio público, una especie de edificio multiusos para deleite de los ciudadanos. Algo más apropiado si Eumaquia lo levantó para publicitar la carrera de su hijo. 

En los últimos años ha corrido la teoría, debido a que se ha probado la existencia de barrotes en las estancias quedaban al patio central, que podía ser un mercado de venta de esclavos: los compradores irían andando y mirando como en unos escaparates a sus futuras compras. Aunque eso no le niega su caracter de edificio multiusos. Además, a saber los diferentes destinos del edificio en los más de setenta años que tuvo de uso. No deja de ser un divertimento el buscar un sentido a la obra.

Lo que sí está claro en el edificio, por su fachada y estatuas que la adornan, es su inspiración en el Pórtico de Livia en Roma. La misma estatua de Eumaquia está inspirada en las de Livia, que recordemos era la mujer del emperador. Así que podemos pensar que Eumaquia se consideraba la Livia local. Desde luego, no pecaba de modesta.

Por desgracia, tanto gasto no sirvió de mucho a nuestra Livia de provincias. Helen Parkins en su estupendo "Roman Urbanism: Beyond the consumer citizen" cuenta que el hijo de Eumaquia no aparece en la epigrafía después de la construcción del edificio, lo que implica que no vivió mucho y quizá no le dio nietos. 

Tampoco su propio linaje duró demasiado. El último Eumachii citado es del 31 d. C: Lucio Eumaquio Fusco, quizá un sobrino, que ocupó el cargo de edil. 

Aunque de aquella es posible que Eumaquia ya hubiera dejado este mundo. No sabemos el año, pero sí dónde está su tumba. La más grande de todas las tumbas excavadas de Pompeya. Situada junta a la Puerta Nuceria, sobre una terraza con asientos, para que todos los que vinieran del campo, que había sido fuente de su riqueza, tomasen un respiro y viesen el poder que Eumaquia había tenido en vida. 



Tumba de Eumaquia... y podía hacerla más grande


En esta tumba también tenemos otro indicio del carácter orgulloso de Eumaquia: para dejar claro que no había sido una mujer al uso, decoró su tumba con un relieve de amazonas guerreras.

Décadas después de su muerte, un mediodía de cielo claro, su estatua seguía en el edificio que mandó construir y es probable que su recuerdo siguiera en la mente de muchos pompeyanos. Tres días más tarde, la estatua se encontraba varios metros bajo una capa de cenizas y su recuerdo desaparecía... hasta que 19 siglos después volvía a convertirse en la mujer más citada de Pompeya.

Incluso en blogs como este.

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