miércoles, 25 de enero de 2017

El control de la natalidad en el Mundo Clásico

Patricia González
En el mundo grecorromano, donde siempre se condeció gran importancia a la fecundidad, las medidas anticonceptivas y el aborto sufrían una implacable censura. Sólo en contados casos en los que socialmente se consideraba que estas prácticas estaban justificadas sus protagonistas podían escapar del oprobio y del castigo físico. Con todo, algunos conocimientos sobre contracepción y control de la natalidad recogidos en manuales de la época han llegado hasta nuestros días, sorteando incluso los periodos más puritanos del cristianismo. La investigadora Patricia González, especialista en maternidad durante la Historia Antigua, nos habla sobre unas prácticas que estaban a medio camino entre la medicina y la brujería.

P: En todas las sociedades la fertilidad siempre ha sido un elemento deseado. ¿Qué pensaban en Roma de la contracepción y el control de natalidad? ¿Había alguna circunstancia en la que fuesen bien vistas?
R: En Roma siempre hubo un discurso fuertemente pronatalista. De hecho, las leyes augusteas recurren a ello como forma de reclamar para el emperador la guarda y restauración de la tradición (mos maiorum) y la armonía entre los dioses y la Humanidad (pax deorum). Aun así, a un nivel más práctico, se entendía que una maternidad excesiva podía ser peligrosa para la madre o sobrecargar a una familia, por lo que podían tomarse medidas de control de la natalidad sin que fuera algo ilegal o reprochable. Al fin y al cabo el pater familias tenía una cierta capacidad para decidir sobre el tamaño de su familia, aunque menor de lo que se ha creído tradicionalmente.

El problema del uso por las fuentes de estos asuntos es que era fácil vincularlos a la magia, el adulterio o el asesinato, como ataque contra ciertos grupos o personas. De ahí la visión negativa o el cuidado de los médicos al tratar los conocimientos ligados a estos temas.

P: ¿Qué medios anticonceptivos eran los más populares?
R: Probablemente los más habituales fueran los medios “mecánicos”, que aun hoy tienen mucho predicamento. Algunos debían ser completamente ineficaces, como las duchas vaginales o la idea de que estornudar era anticonceptivo (o abortivo), pero otras costumbres, como la de los baños calientes o forzar el cuerpo mediante el ejercicio físico serían buenos abortivos tempranos.

También una lactancia prolongada podía usarse como forma de evitar una nueva concepción, aunque no era del todo fiable, y probablemente era poco usada entre las mujeres de estatus privilegiado, que recurrían a nodrizas en vez de amamantar ellas mismas a los hijos.

Luego había varias plantas usadas como anticonceptivas o abortivas tempranas, como el perejil y la ruda, que aun hoy se usan en abortos clandestinos. Incluso había anticonceptivos masculinos, como la citada ruda, que parece que tiene, efectivamente, la capacidad de reducir la motilidad del esperma. De hecho, hay equipos médicos en la India experimentando con ella en la actualidad para producir una píldora anticonceptiva masculina.

Por supuesto también existían multitud de amuletos para “controlar” el útero, reducir o aumentar la fertilidad, pero ya muchos médicos antiguos, como Sorano, prevenían a la gente de que no eran efectivos.



P: Uno de sus trabajos, publicado en una monografía sobre el amor y la sexualidad en la Historia, estudia el control de la natalidad en el ámbito greco-romano. ¿Se deduce que la situación era similar en Grecia y Roma?
R: Las fuentes médicas sí tienen una gran pervivencia, por lo que se necesita conocer, por ejemplo, los tratados hipocráticos para conocer la medicina romana. Por otro lado, hay ciertos elementos sociales y morales que son transversales a ambas sociedades, e incluso a la nuestra.

Sin embargo, hay que tener en cuenta que la situación, derechos y consideración de la mujer varían mucho, y no solo entre Grecia y Roma, sino entre poleis griegas o entre la Roma imperial y la republicana, por ejemplo.

P: ¿Se puede percibir a lo largo de los siglos algún cambio en la percepción del control de la natalidad? ¿Y respecto al aborto?
R: Con el auge del cristianismo se ve un cambio claro en el tratamiento de la anticoncepción y el aborto, dentro del cambio general que se da en torno a la sexualidad. Hay que tener en cuenta que el cristianismo alzó la bandera de la pureza sexual como seña identitaria, por lo que estos temas fueron especialmente tratados. En los penitenciales medievales llegaba a castigarse más duramente la anticoncepción que el asesinato, por la unión con elementos como la magia o la fornicación.

Aun así, muchos sectores siguieron siendo bastante más pragmáticos en la vida cotidiana, por lo que se mantuvo mucho conocimiento médico y muchas costumbres antiguas.

P: Según las fuentes textuales, ¿quiénes recurrían al aborto y cuáles eran sus motivaciones más habituales?
R: Hay que tener en cuenta que los autores que tenían una intención moralizante usaban el aborto como ejemplo de lo que no debía ser o hacer una mujer, así que lo asocian a los intentos de ocultar adulterios, al egoísmo de la mujer que no quería ocuparse de vástagos, al intento de preservar la belleza o a los intentos de diversos parientes de evitar que otro tuviese descendientes… Pero otras fuentes, médicas o no, nos dan una visión más moderada y posiblemente más real, de un intento de las familias de espaciar los nacimientos para no sobrecargar a las madres o a una precaria economía familiar, o de abortos en casos de embarazos de riesgo.

P: Algunos estudios abordan la perpetuación biológica de la esclavitud a través del nacimiento de nuevos seres predestinados a ser esclavos, ¿conocemos algún caso de esclava que abortase para evitar ese sino a su vástago?
R: Las fuentes nos hablan poco de casos concretos, pero sabemos tanto de dueños que se enfadaban porque los esclavos intentaban evitar la concepción como, al contrario, leyes sobre la prohibición a los dueños de obligar a abortar a sus esclavas. Hay que tener en cuenta que, en la legislación tardía, una esclava que tuviera tres hijos debía ser manumitida obligatoriamente, por lo que algunos dueños intentaban evitarlo.

Aunque algunas fuentes hablan también de la conveniencia de la separación por géneros de los esclavos, para evitar maternidades excesivas o distracciones, otras, como la epigrafía, nos muestran incluso familias esclavas estables en el tiempo. Varrón también habla de la conveniencia de que, al menos los esclavos capataces, tengan una mujer estable e hijos, para ligarlos a la familia y la hacienda.

En cualquier caso, los estudios realizados, por ejemplo, sobre la esclavitud en Estados Unidos, daban tasas de natalidad muy bajas y no solo por un intento consciente de no tener hijos, sino por la combinación entre malnutrición, exceso de trabajo y abusos físicos. Es curioso, en este sentido, la historia que se recoge en una teja romana conservada en el MAN de Madrid, en que el dueño de una esclava se queja de que el administrador de su finca había matado a su amante, esclava, embarazada. El dueño manda castigarle, más que porque considere moralmente reprobable el acto, por la pérdida de dos esclavos, considerando al feto como uno y pensando en su rentabilidad.

Instrumental quirúrgico romano. Universidad de Virginia.
P: ¿Quiénes realizaban el aborto? ¿Qué consideración tenían estas personas?
R: El aborto podía ser realizado por la propia mujer, por una comadrona o por un médico. Así pues, la consideración social de la persona no dependería de la práctica que estuviese realizando, sino de todo el resto de los factores sociales implicados. De hecho, en la Vida de los Padres Emeritenses, es un obispo, que había sido cirujano antes, quien realiza el aborto a una mujer de la aristocracia de Mérida, si bien lo hace ante el condicionante de que el feto estaba muerto y la madre, incapaz de expulsarlo, corría peligro de muerte.

P: ¿Cuáles eran las formas más habituales de abortar?
R: Dependía mucho del momento del embarazo. Lo más recomendable era intentar un aborto temprano, bien mediante medios mecánicos (saltar mucho, baños calientes, estrés físico…) o farmacológicos, con plantas como el tomillo, la ruda o el perejil. En este punto el aborto y la anticoncepción no se distinguen mucho en métodos ni concepto.

Más radical era el aborto mediante agujas largas, aunque también se ha mantenido en el tiempo y aun hoy la percha se usa como símbolo en las campañas a favor de la legalización del aborto, como denuncia del peligro de un aborto clandestino.

En el caso de necesitar un aborto tardío o solucionar un parto complicado, se recurría a la embriotomía, un método quirúrgico consistente en trocear el feto y sacarlo por partes. Esto era bastante arriesgado y necesitaba de la intervención de un médico experto, por lo que se hacía solo como último recurso.

P: Una parte importante de su labor investigadora gira en torno a la relación entre maternidad y el rol social de la mujer. Teniendo en cuenta las enormes diferencias de estatus que existían en una sociedad opulenta como la romana, ¿cómo reflejan las fuentes el aborto entre las mujeres de la clase privilegiada y entre las de extracción popular?
R: El problema en este punto viene de la invisibilización doble de la mujer corriente en las fuentes. Si ya las mujeres de estatus elevado aparece mucho menos en los textos que los hombres, las más humildes son prácticamente invisibles a menos que sean prostitutas que se relacionan con hombres importantes (muchas veces usada estar relación para atacar políticamente al varón) o intervengan de alguna forma excepcional en la política. Evidentemente, la importancia política de un aborto o su posible uso político contra una familia disminuyen en los casos de gente pobre, pero el desinterés de las fuentes se reduce a un mayor silencio. Así que lo poco que sabemos son más bien frases sueltas (como la de Plinio recomendando el control de la natalidad solo a mujeres excesivamente fértiles), y siempre bajo la mirada masculina.

Superar estas limitaciones es siempre un reto para los historiadores, que deben visibilizar esos sectores de la población que han tenido tradicionalmente un menor espacio en los libros o en el imaginario colectivo.

2 comentarios: