El repaso a las revistas de historia de este mes lo iniciamos con Desperta Ferro, que dedica su número de historia antigua y medieval a la victoria de la ciudad de Tebas sobre los espartanos. Con su habitual buen hacer, nos cuenta los antecedentes del enfrentamiento, y cómo evolucionó la situación en la ciudad hasta lograr convertirse en la potencia hegemónica de Grecia. En este repaso no podía faltar la figura de Epaminondas, su héroe liberador, ni el Batallón Sagrado, el mítico grupo de trescientos —sí, a los griegos parecía entusiasmarles ese número— escogidos guerreros profesionales, entrenados y mantenidos por el estado, y que constituían el núcleo de ejército tebano. Según Plutarco, que escribió cuatrocientos años después, estaba formado por parejas de amantes, uno mayor y otro más joven, una idea que, pese a no tener mucha lógica —¿se discriminaba a los heterosexuales impidiéndoles la entrada?—, ni responder a la mentalidad de una época mucho más abierta respecto a esos temas, ha sido recogida como cierta hasta nuestros días.
Solo se echa en falta en este repaso una mención a la situación interna de la propia Esparta, que había iniciado el camino de su imparable decadencia. Por suerte, y enlazando con este tema, Historia National Geographic incluye un excelente artículo sobre Agis IV y Cleomenes, los últimos héroes que intentaron reformar, y salvar, Esparta.
Su peripecia vital guarda un marcado paralelismo con la de los gracos, un hecho que no se le escapó a Plutarco. Resumiendo: la conversión de Esparta en la cabeza de un imperio había provocado una acumulación inmensa de riquezas en manos de unos pocos. La antigua sociedad de “los iguales” había desaparecido. La mayoría de los espartiatas se endeudaron con sus conciudadanos ricos y lo perdieron todo, incluida la ciudadanía, al no poder aportar su parte a “la mesa común” ni poder costearse sus armas. Esto redujo el número de espartanos de pleno derecho a una fracción de lo que había sido, con la consecuente caída en picado de los efectivos del ejército mientras el Mediterráneo se llenaba de mercenarios espartanos tratando de ganarse la vida.
Agis intentó remediar esta situación con una serie de reformas legales destinadas a redistribuir la riqueza, lo que le costó ser asesinado por la oligarquía de la ciudad junto a su madre y a su abuela —las grandes desigualdades no pueden mantenerse a base de escrúpulos— . Cleomenes, escarmentado por la experiencia de su antecesor, no dudó en recurrir al uso de la violencia, por lo que sus enemigos, incapaces de derrotarlo dado que jugaba con sus propias reglas, llamaron en su ayuda a los macedonios, que acabaron con el díscolo monarca… y con la independencia de la ciudad.
Bastante menos interesante resulta, en mi opinión, el siguiente artículo de HNG sobre los “Emperadores locos”. Empieza francamente bien, explicando el enfrentamiento político que subyace en el fondo de muchas de las crónicas sobre supuestas locuras imperiales y las particularidades del significado de “locura” para los romanos. Pero luego se pierde en toda una serie de digresiones en las que esos cotilleos de la antigüedad, carentes en muchos casos de cualquier viso de verosimilitud, adquieren carta de naturaleza y son estudiados de forma supuestamente científica. El entuerto se aclara al comprobar que entre las escasas obras que recomienda la autora, está el libro “Tiberio, historia de un resentimiento” de Gregorio Marañón, uno de los personajes más sobrevalorados —y mira que los hay— de la historiografía española.
Por último HNG nos ofrece un buen reportaje sobre el vestido femenino en la antigua Grecia y su evolución. Si en la Hélade está el origen de nuestra cultura, también tiene que estar, por pura lógica, el de la moda.
Clío incluye en su último número dos notables trabajos sobre el Mundo Clásico. El primero nos cuenta la historia de Egenia, una monja del siglo cuarto que decidió viajar desde su Galia natal hasta Tierra Santa, y que nos dejó una interesante crónica de su periplo.
El segundo trata sobre Cleopatra y las demás esposas de Marco Antonio y es, para mí, el más relevante entre los de las revistas de historia de este mes. Aunque me hubiera gustado que se extendiera un poco más sobre la figura de Fulvia, que a aquellos que me conocen saben que me interesa sobremanera, es un muy buen trabajo que no puedo dejar de recomendar.
Disfrutar leyendo.
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