Mucho antes de que la cultura popular y el mundo actual aislaran a los muertos vivientes en el espacio más o menos aséptico de la fantasía, mucho antes de los colmillos, la piel pálida y las capas de satén, o de los zombis caminando por los alrededores de una Pittsburgh en blanco y negro, los muertos andantes poblaban los bordes de la realidad de nuestros antepasados como miembros de un mundo sobrenatural, ‘reinos y genealogía interminables’, que era tan real para ellos como cualquier otra cosa del día a día.
Los escritos de los autores de la Antigüedad nos demuestran que los griegos pensaban que los muertos podían caminar sobre la Tierra con su cuerpo físico. Imaginaban que los cadáveres reanimados se levantaban de sus tumbas, rondaban las calles y acechaban a sus desprevenidas víctimas. Pero no sólo los griegos. Durante mucho tiempo, de hecho durante la mayor parte de la historia de la Humanidad, los no-muertos en sus diversas formas llenaron las noches de los hombres con el atávico e imperecedero miedo que sienten los vivos hacia los que ya se han ido y a lo que nos espera sin remisión a todos y cada uno de nosotros.
La necrofobia, o el miedo a los muertos (activos), es un concepto que ha estado presente en Grecia, y en otros lugares y civilizaciones, desde el Neolítico hasta el presente. En el corazón de esta fobia se esconde la creencia de que los cadáveres de las personas pueden reanimarse y existir en un estado que no es ni vivo ni (literalmente) muerto, sino no-muerto. Por tanto, la definición más simple de estos seres de ultratumba, bajo cualquiera de sus nombres o formas, es la de que son cuerpos muertos que por causas propias o externas se activan, generalmente por la noche, dedicándose a practicar actos malvados, incluyendo alimentarse de los vivos.
Dante y Virgilio en el Infierno, de W. Bouguereau (detalle) |
La naturaleza de esta alimentación es variada dependiendo del tipo de no-muerto y del marco temporal-cultural, pero generalmente incluye el ‘hálito vital’ que lleva a la muerte por consunción de la víctima. Por supuesto, estamos describiendo en líneas generales el tipo de criatura que llamaríamos en la actualidad un vampiro, aunque éste sea un término muy moderno que designa un tipo específico de retornante bebedor de sangre.
Los estudiosos del tema se refieren a veces a los no-muertos como ‘fantasmas corpóreos o sólidos’, porque tienen forma física y sólida (hay excepciones como en el caso de algunos vampiros europeos, pero incluso en éstas el cuerpo físico se mantiene incorrupto en la tumba y tanto su fuerza como su posible destrucción o anulación por parte de los vivos residen en él). Sin embargo el término que se usa más frecuentemente es el de revenant* (retornante o ‘reviniente’), del latín revenans (retornar), y también el de ‘cadáver activo’.
M. Summers, experto en vampiros |
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