Presentamos hoy el primer artículo de un nuevo colaborador de TABULA, Rubén Ríos Longares, cuya tarjeta de presentación pone:
"Soy filólogo clásico, lo que me convierte en lector contumaz. Apasionado de la gastronomía y de una buena sobremesa. Epicureista hasta donde me dejan."
Rubén nos hablará de los ritos de la antigüedad y de otras cosas que le vayan apeteciendo, siempre a su manera. Hoy nos cuenta curiosidades sobre ese día del año tan esperado por todos, que anuncia las vacaciones veraniegas. Porque no hay nada como hablar del verano en pleno Enero.
Ciertas tradiciones son muy
comunes en Europa y entre ellas destaca, quizás, la de los fuegos del solsticio
de verano. Desde Irlanda a Rusia y desde Noruega a España, todo nuestro viejo
continente celebra o ha celebrado hasta hace relativamente poco, el día del
solsticio estival, bien en la víspera (el 23 de junio), bien en el mismo día
tradicional del solsticio (el 24). La tradición no es romana como demuestra su
extenso ámbito geográfico, debe de ser anterior, tal vez de origen indoeuropeo.
Esta claro que el fuego sirve, además de como elemento purificador, de alguna
suerte de alimento para ayudar al sol que inicia su descenso.
En Roma no hay una festividad
propia para esta fecha, si bien es cierto que en las proximidades hay algunas
celebraciones relacionadas con la máxima ascensión del astro rey. Así, por
ejemplo, el 11 de junio se celebraba el festival de Mater Matuta,
divinidad del amanecer que tan madrugadora asoma en esas fechas. El 20 de junio
era el día consagrado a Summano, divinidad muy desconocida, asimilada a alguna
manifestación de Júpiter, especialmente con los relámpagos nocturno; curioso
que sea cuando la noche es más corta. El mismo día del solsticio, el 24 de
junio, se celebraba el festival de Fors Fortuna. Sabemos poco de esta
festividad, pero gracias a Ovidio y a sus Fastos, sabemos que era una
fiesta de la plebe en la que la gente solía embriagarse. Quisiera anotar aquí
algo anecdótico. Entre el 17 y 18 de junio comienza a ser visible, según Ovidio
en la obra citada, la constelación del Delfín, animal consagrado a Apolo y cuyo
nombre recuerda al oráculo del dios, al oráculo de Delfos. En breve se retomará
esta nota.
A partir de la Edad Media, tres
son los rasgos característicos de la celebración del día más largo del año: las
hogueras, una procesión de antorchas y hacer rodar una rueda ladera abajo. Las
hogueras servían para alejar a los dragones que contaminaban el agua potable al
copular en el aire y la rueda para ayudar al sol que tras alcanzar la eclíptica
empieza a bajar.
En la zona de Alemania, tenemos
constancia que a principios del siglo XVI, en la Noche de San Juan, la gente
miraba el fuego a través de la flor conocida como espuelas de caballero,
que, casualmente, reciben el nombre científico de Delphinium ajacis,
planta que recuerda en su nombre al Delfín, a Delfos y por extensión a Apolo
(conviene recordar que Apolo acabó asimilándose al propio Sol). Al finalizar la
fiesta, la gente arrojaba esas flores al fuego diciendo: “que toda la mala
suerte me deje y se queme aquí con esto”.
En otras zonas de Europa
Central, se repiten rituales muy parecidos a los Alemanes. También en zonas de
Rusia y poblaciones de Europa del Norte.
Es costumbre también saltar el
fuego, pasar entre dos hogueras, bailar alrededor de la hoguera... en la
creencia de alejar enfermedades o la dolencia en los riñones al segar. Está
aquí presente la función purificadora de las llamas. Existía la creencia de que
las cosechas, especialmente el lino y el cáñamo, crecerían tanto como la altura
de las llamas o como la altura lograda por los jóvenes al saltar la hoguera.
Estaba también muy extendida la creencia sobre que los tizones o las cenizas
protegerían los hogares de los incendios, por tal motivo, la gente solía
guardar las cenizas de las hogueras de San Juan en casa de un año a otro.
En España el ritual se conserva
en varias zonas del arco mediterráneo, especialmente Cataluña y Alicante que
celebra sus fiestas locales, y Galicia. Curiosamente mientras Cataluña, Galicia
y otras zonas celebran la víspera del solsticio, el día 23, en Alicante se
celebra el mismo día 24.
Hasta principios del siglo XX,
incluso en las costas mediterráneas de África, los pueblos solían encender
hogueras, especialmente con planta aromáticas que generen humo denso. Era aquí
donde se intentaba saltar la hoguera siete veces.
Las fiestas del solsticio
estival, según se ha visto sucintamente, tienen un origen bastante arcaico, con
un ámbito geográfico limitado a Europa y a las costas norteafricanas y ligadas
a una función de fertilidad en las cosechas o de purificación en la salud.
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