martes, 18 de noviembre de 2014

Los romanos invisibles


“... El joven Alejandro conquistó la India.
¿Él solo?
César venció a los galos.
¿No llevaba consigo ni siquiera un cocinero?
Felipe II lloró al hundirse
su flota. ¿No lloró nadie más?
Federico II venció la Guerra de los Siete Años.
¿Quién la venció, además?
Una victoria en cada página.
¿Quién cocinaba los banquetes de la victoria?
Un gran hombre cada diez años.
¿Quién pagaba sus gastos?
Una pregunta para cada historia”.

Bertolt Brecht (1934)

En la actualidad existen numerosos ensayos, más cerca de la antropología que del materialismo histórico, que versan sobre la vida de las clases populares. En este grupo se encuentra “Los olvidados de Roma”, un estudio en el que el profesor norteamericano Robert Knapp se aproxima a la mentalidad de lo que él llama los invisibles de la Historia: mujeres, pobres, esclavos…

La mayor parte de la población mundial pasa por el mundo sin dejar huella en los libros de Historia. Una pequeñísima parte de hombres ricos y famosos han regido el destino de pueblos, culturas y civilizaciones, mientras millones de personas sostenían el mundo en el que tenían lugar las hazañas narradas en las crónicas.

El resultado de las investigaciones de Knapp es una refrescante mirada a la Antigüedad, en la que resaltan las diferencias de opinión entre las capas populares y los poderosos. Las fuentes de la élite han definido hasta épocas recientes los valores que creíamos universales en el Imperio Romano. Y aunque, en lo sustancial, dichos valores estaban sólidamente afianzados en la sociedad, en algunos aspectos la visión entre la gente corriente y los poderosos discurría por derroteros muy apartados.
Despojados de los prejuicios elitistas, el comercio y los mercaderes no eran desdeñados por los romanos de a pie. Tampoco eran despreciados por sus conciudadanos los artesanos, cosa que sí hacían los miembros de la clase dominante. Divergencias de criterio como estas ejemplifican una sociedad dividida claramente en dos grupos que se miraban con recelo y desdén.

Albañiles. Museo de las Villas Romanas (Valladolid)
El trasfondo de obras como las fábulas, de incuestionable procedencia popular, muestran un trasfondo ideológico de burla ante la petulancia, por no decir estupidez e inutilidad, de los de alta cuna. El autor detecta una creencia generalizada de que la riqueza se obtiene mediante la traición, el robo y otros medios antisociales. Esta concentración de recursos en unas pocas manos, según Knapp, condenaba al 65% de la población a vivir al límite, esto es, a correr el riesgo de morir a consecuencia de cualquier trastorno de su existencia. Pese a todo, los desheredados asumen como inevitable un statu quo de sumisión.

MUJERES, PROSTITUTAS, ESCLAVOS, LIBERTOS, LEGIONARIOS, GLADIADORES Y FORAJIDOS

Sojuzgadas aparecen también las mujeres, en un mundo masculino y básicamente violento. Este sometimiento queda patente en su rol de procreadora y gestora del hogar. Este papel, que hoy es asfixiante, resultaba natural para las fuentes antiguas, incluidas las que parecen provenir de manos femeninas. “Nada sugiere que las mujeres grecorromanas llegasen jamás a concebir un mundo diferente a aquél en el que habían nacido ni una ideología que les permitiese plantearse una organización diferente”, apostilla Knapp.

El agobio económico y las estrecheces familiares llevaba a algunas mujeres –ya fuese por decisión propia o forzadas- a la prostitución. Este mundo, sórdido y degradante, era infamante para las trabajadoras del sexo, si bien no comportaba desdoro ni perjuicio legal para los clientes. Con todo, el oprobio que sufren las prostitutas en la literatura de la élite no parece ser tan grave como el de las fuentes populares, afirma el autor de “Los olvidados de Roma”.

Independientemente de su sexo, la base social la componían los esclavos, cuya vida era lamentable tanto por su existencia material como por su falta de libertad. Pocas muestras de conmiseración podían esperar por parte de los hombres libres. De hecho, Knapp localiza escritos que les conminan a aceptar su posición para no sufrir en vano o suicidarse. El ansia de libertad de este mísero colectivo se plasmaba en fugas (o intentos de fuga), pero también en la manumisión por la compra de la libertad o, en unos pocos casos, la liberación de los esclavos más avispados para que sirviesen como agentes/socios comerciales de sus antiguos dueños. La mención sin rubor de su naturaleza de ex-esclavos en sus lápidas muestra el orgullo de estos sujetos por haberse impuesto a su difícil situación y contrasta con el baldón que la élite ponía en su origen servil.

Parece lógico, por otra parte, la sensación de victoria en la gente que partiendo de una posición ínfima se había aupado por encima de la sufrida vida de la gente corriente, que malvivía totalmente desasistida y abandonada a su suerte. La dificultad de poder salir adelante marcaba que muchos hombres considerasen su ingreso en el ejército, que no sólo cubría sus necesidades diarias sino que les proporcionaba una posición privilegiada por encima de la ley y, como representantes de la Administración, les daba acceso a sobornos y dádivas por parte de la oprimida población civil. Además, en caso de sobrevivir a un largo servicio, volvía a la sociedad en una posición económica bastante ventajosa.

Los jóvenes más ambiciosos, en cambio, quizá soñasen con convertirse en héroes de la arena. El día a día de los gladiadores -verdaderas estrellas que desataban el delirio de la plebe (y también de parte de la élite)- tenía poco de épico. Aunque este oficio comportaba un riesgo de sufrir graves lesiones de por vida o incluso de morir en el anfiteatro, muchos lo aceptaban con gusto a cambio de tener un mayor grado de control sobre su destino, en comparación con la atribulada vida de un jornalero o incluso un soldado. “Dicho control podía ser ilusorio, pero a un hombre joven y fuerte, tal vez ya predispuesto a considerarse indestructible como es propio de la juventud, había de perdonársele que creyera en sí mismo, especialmente ante un mundo con tan pocas opciones para llegar a la estratosfera del reconocimiento público y lograr (al menos relativamente) unas buenas condiciones de vida”, explica Knapp.

Mosaico de gladiadores. Museo Arqueológico del Teatro Romano (Verona).

Los marginados que no estaban dotados para el combate son los protagonistas del último capítulo del libro. Las bandas de forajidos constituían sociedades más igualitarias que el orden oficial, profundamente estratificado. Dichas bandas -como la liderada por Materno, que tiene un lugar preminente en este capítulo- se beneficiaban de la inexistencia de un cuerpo policial en zonas rurales. Si no existía una legión acantonada en las cercanías, el mundo romano daba por hecho que había que arreglárselas solo con los bandidos. Sólo si había algún motivo personal o se produjese un trastorno grave las autoridades desplegaban grandes recursos para eliminar realmente una amenaza.

En estas condiciones, muchas veces la población civil se aliaba con este nuevo orden, convertido por la inacción de la autoridad central en la autoridad efectiva de una zona. Utilizando como base las escasas fuentes clásicas al respecto, Robert Knapp se aproxima a los valores y la mentalidad de estas bandas haciendo extrapolaciones con las sociedades piratas de épocas modernas, una decisión que levantará muchas cejas.

UN CAMBIO DE FUENTES PARA UN OBJETIVO DISTINTO

Las fuentes adecuadas para indagar en la vida de la ‘gente normal’ son diferentes de las utilizadas habitualmente por la historiografía tradicional. “La alta literatura no ofrece ventanas, sino más bien mirillas a través de las cuales los historiadores atisban a los romanos corrientes”, dice en un pasaje de la obra el propio Knapp, quien ha recurrido a otro tipo de literatura. Así, se zambulle en novelas como “El asno de oro” o “Vida de Esopo”, y en obras teóricas como el “Poema astrológico” o “La interpretación de los sueños” de Artemidoro, de las que extrae información sobre las preocupaciones y ansias del pueblo. Asimismo, las fábulas y los proverbios le orientan sobre los valores de las capas populares. Toda esta información, completada con literatura popular (los Evangelios) y aportaciones epigráficas y papirológicas da como resultado un ensayo de gran interés, pese a sus evidentes limitaciones (carácter formulario de muchas manifestaciones, dificultad de interpretación de ciertos textos, desigual distribución geográfica y temporal…).

Los postulados científicos de este tipo de estudios son controvertidos. Algunos historiadores han puesto objeciones al uso de estas fuentes literarias, pero Knapp se defiende: “Mi propuesta no pretende poner en entredicho la pureza de la Historia Antigua, sino hacer una construcción razonable a partir de lo poco de que disponemos, con el fin de responder a preguntas en las que las fuentes principales no muestran prácticamente ningún interés”. El debate está servido.

UNA SENSIBILIDAD NUEVA A LA HORA DE ABORDAR LA HISTORIA

La obra de Robert Knapp resulta una propuesta sugerente para comprender mejor el sustrato de los grandes personajes y hechos que componen la Historia con mayúsculas. "Aunque la realidad banal está muy alejada de la emoción de las grandes hazañas realizadas por grandes hombres, e indudablemente no constituye el motor de destacadas transformaciones históricas, ello no significa que sea intrascendente", afirma el autor.

Desde algunos foros se afirma que las conclusiones del libro no descubren grandes novedades. La parquedad de las fuentes no permite ciertamente grandes revelaciones, pero los nuevos métodos de aproximación a la vida cotidiana representan una vía de recomponer una realidad multifacética que las crónicas antiguas habían reducido a un discurso romo y, a menudo, incompleto.

En el apartado de cosas a mejorar, se hecha de menos alguna que otra referencia bibliográfica precisa a la hora de fundamentar datos que salpican el discurso de la obra. Aunque es comprensible que un ensayo dirigido al gran público evite un extenso aparato bibliográfico, porcentajes como ese 65% de personas viviendo al límite de sus posibilidades se pueden antojar aventuradas si no se basan en trabajos previos rigurosos. Por otro lado, en la línea que desgraciadamente viene siendo habitual en los ensayos históricos, la traducción es manifiestamente mejorable en algunos apartados (hasta cuándo traducirán la palabra inglesa corn por maíz; cuándo reparán en que el maíz no llegó a los antiguos dominios romanos hasta más de mil años después de la caída de Roma).

Por lo demás, ojalá sigan llegando al mercado nuevas investigaciones de microhistoria. El propio Knapp reconoce que la literatura es un filón prometedor para acercarse al día a día de millones de personas anónimas. Asimismo, el profesor aconseja "leer" las manifestaciones artísticas de la misma manera que los papiros, así como el material arqueológico no artístico.

2 comentarios:

  1. Gostei imenso. Obrigada. Contudo, gostaria de ter as legendas das fotografias. Grata.

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    1. Filomena, supongo que te refieres a la leyenda del mosaico de los gladiadores. Acabo de añadirla: es del Museo Arqueológico del Teatro Romano, en Verona (Italia).

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