martes, 23 de septiembre de 2014

Raúl G. Salinero: "Al intentar ganarse a Herodes, Roma se alejó del pueblo judío"

Expolio del Templo. Relieve del Arco de Tito
En su expansión hacia Oriente Roma entró en contacto con el pueblo judío, cuyo complejo equilibrio de poderes y sensibilidades generó tensiones a lo largo del siglo I. Charlamos con Raúl González Salinero, profesor del departamento de Historia Antigua de la UNED y uno de los mayores conocedores del judaísmo en la Antigüedad, sobre la imagen de este pueblo y su integración en el Imperio.

P: ¿En qué momento Roma empieza a mantener una relación cercana con el pueblo judío?
R: Podemos localizar la presencia de inmigrantes judíos en Roma ya a finales del siglo II a. C. Se van conformando comunidades en la capital del Imperio con sus propias sinagogas y organizaciones. En ese momento, el poder romano no siente animadversión hacia este pueblo e incluso Julio César va a hacer lo posible por que se respeten sus costumbres.

Ya en época imperial, a finales del siglo I d. C. existen unidades del ejército formadas por judíos, que llegan a estar dispensadas del combate si éste coincidía en sábado. Es una forma de respeto de las autoridades romanas por los judíos.

P: Estas consideraciones, ¿reflejan una opinión positiva por parte de los romanos?
R: Bueno, en un principio los comentarios sobre los judíos no fueron siempre favorables. Los autores de la República tardía expresan su sorpresa hacia costumbres como el descanso sabático y la circuncisión. Pero, pese a esta postura inicial, siempre mantuvieron una cierta admiración por sus costumbres familiares y su moral, que estaba englobada en un sistema religioso con un prestigio ancestral.

A medida que va avanzando el conocimiento del mundo judío la imagen va dulcificándose. Es verdad que ciertos autores, como Tácito, hablan de forma irónica de este pueblo, pero son casos minoritarios. En general a partir del siglo II impera la imagen favorable de este pueblo. Hay una obra de Louis H. Feldman ("Judíos y gentiles el el Mundo Antiguo") que estudia la imagen de los judíos desde la época de Alejandro Magno hasta Justiniano. Las conclusiones de este estudio apuntan en este sentido: la imagen fue favorable y me atrevería a decir que, en algunos casos, de admiración.

P: A través de documentos epigráficos se documenta la existencia de judíos que ocuparon cargos municipales, pero paradójicamente no conoce el caso de ningún judío en el Senado. ¿A qué se debe esta ausencia?
R: Yo creo que fue un fracaso de entendimiento. Las autoridades romanas enfocaron su política de acercamiento hacia la familia herodiana y las élites helenizadas o de raigambre griega, sin reparar en que ni una ni otras eran queridas por su propio pueblo. Hay que tener en cuenta que Herodes provenía de Idumea, una región convertida al judaísmo pero donde no se practicaban las normas éticas de forma estricta. A este elemento de tensión se añadía que, a la llegada de los romanos, la casta gobernante hacía tiempo que se había alejado de sus súbditos. Ambos factores explican que el pueblo judío sintiese cierta animadversión hacia una monarquía con la que no se sentían representados. Al intentar ganarse al entorno herodiano Roma se alejó de los sumos sacerdotes y de las élites naturales judías, que en buena medida estaban imbuidas de una ideología mesiánica y apocalíptica. Sus ansias de liberación se tornaron cada vez más acuciantes y condujeron a las Guerras Judías.

P: Enfocándonos en la Península Ibérica, ¿qué presencia tuvieron las comunidades judías en Hispania?
R: Las escasas fuentes literarias y epigráficas sólo nos permiten trazar a grandes rasgos un panorama del judaísmo hispano. Los primeros testimonios se remontan a los siglos II y III, y nos reportan información exigua. Sólo nos permiten certificar que en un lugar y un momento determinados existió una familia judía. Es a partir del siglo IV, gracias a las fuentes cristianas de los concilios (como el de Elvira), cuando se empieza a mencionar a los judíos, a los que se menciona como rivales de la religión cristiana.

Recientemente se ha redescubierto en el Museo Nacional de Arte Romano una inscripción de relativa a un tal Peregrino, en la que se nos informa de que a finales del siglo IV este personaje fue arconte de dos sinagogas en Mérida, lo que significa que todavía en aquel momento había una comunidad judía importante y floreciente.

Sin embargo, la mayor parte de la información sobre los judíos españoles en la Antigüedad procede del siglo VII, en tiempos de los visigodos. Por aquel momento se celebran numerosos concilios que tratan el asunto del pueblo judío y se promulgan varias leyes antijudías. Con todo, las fuentes disponibles son pocas. Y los restos que se hallaron en Elche, que parecían una sinagoga del siglo IV, han resultado ser de una basílica paleocristiana, por lo que el hallazgo no nos va a permitir hallar información epigráfica relacionada con los judíos.

P: ¿Esa invisibilidad de los judíos quiere decir que no tuvieron un papel representativo socialmente?
R: No, no es así. Las fuentes cristianas nos informan de que hubo judíos adinerados y grandes propietarios de tierras. Hay una fuente literaria, la Passio Mantii, que nos habla a mediados del siglo VII del viaje de unos judíos desde Roma a la Lusitania, donde tenían propiedades. Pero además de grandes potentados y aristócratas, la literatura también nos habla de la existencia de esclavos que profesaban esta religión. El análisis de las fuentes revela muy diversas condiciones sociales y nos aleja de una visión monolítica de las comunidades judías.

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