– No tienes nada que temer, venerable anciano –decía el magistrado, desde lo alto de su estrado–. Sólo quiero que me cuentes exactamente qué le dijiste sobre las tradiciones romanas al joven esclavo Rufus, la nueva adquisición de tu amo.
– Bueno... nada que no sepa cualquier esclavo romano –respondió cautelosamente el anciano–. Rufus me dijo que acababa de llegar a Roma, y que quería conocer las costumbres de su nuevo amo, sobre todo sabiendo que...– y se mordió el labio, ostensiblemente arrepentido de la frase que acababa de empezar.
El Pretor salió, comprensivo, al rescate: –...sobre todo sabiendo que tu amo, el ilustre Flavio Sulpicio aquí presente, tiene fama de ser extremadamente severo con sus esclavos –y sonriendo al ciudadano aludido, que no ocultaba su creciente indignación, añadió conciliador: – Como corresponde a un buen pater familias, por supuesto.
Viendo que el Flavio Sulpicio se relajaba y ponía expresión de orgullo, el Pretor volvió a dirigirse al esclavo:
– Prosigue, oh anciano.
– Pues, como decía... Rufus parecía muy interesado en la noxae deditio: le dije que es una costumbre romana muy antigua, que consiste en que si un esclavo causa un perjuicio a un romano, éste tiene derecho a pedir al dueño del esclavo que le indemnice o, en su caso, que se le entregue al culpable del daño, para quedárselo como pago y lógicamente para castigarle en persona.
– Vaya, un chico culto y con curiosidad, el tal Rufus... –comentó el Pretor, cada vez más interesado y con aire divertido– Disculpa la interrupción, anciano, ¿de qué más hablasteis?
– Bueno, Rufus me preguntó: "Y ¿de qué depende que el dueño del esclavo opte por una solución u otra?" Y yo le respondí que de las circunstancias, claro. Que lo normal es que el dueño del esclavo prefiera indemnizar a la víctima y castigar él mismo a su siervo, para mostrar así a su conciudadano que no encubre al culpable y que él ejerce férreamente la autoridad en su casa. Pero que si el daño causado por el esclavo resulta tan grave que el valor de la indemnización supera al del esclavo mismo, al dueño suele compensarle entregar sin más al culpable a la víctima del daño, para saldar así la deuda de una manera ventajosa. Y que, obviamente, eso sucedía sobre todo cuando se causaban daños graves y difíciles de indemnizar, como romper un hueso a un ciudadano romano.
– Ajá, muy bien... y gran resumen, por cierto. Ni uno de mis juristas asesores lo hubiera explicado mejor –el viejo esclavo sonrió tímidamente, inclinándose para agradecerle al Pretor el amable comentario. El Pretor pidió al escriba que tomara nota de todo ello en las tablillas, y prosiguió: – Pero dime, oh anciano, ¿te preguntó Rufus algo sobre el vecino de tu amo, Cayo Calpurnio?
El anciano, visiblemente sorprendido, respondió:
El anciano, visiblemente sorprendido, respondió:
– Pues sí, oh Pretor, ¿cómo lo sabes?
El Pretor obvió la pregunta e insistió, pero con suavidad: – Dime por favor qué le dijiste.
– Bueno, lo que todo el mundo sabe: que el vecino hace gala de seguir a esa nueva secta galilea, los cristianos, y que por eso trata a sus esclavos como a hijos, con severidad pero con cariño. Que los respeta, que si tiene que venderlos no separa a las familias, que les educa y les viste bien. Que a algunos incluso les da altas responsabilidades en su casa –al anciano le brillaban los ojos, hablando con creciente pasión–. El esclavo contable del vecino me dijo un día que si la vida te pone en manos de un dueño así, ¡casi llegas a olvidar que no eres libre!
De repente, el anciano fue consciente de todo lo que acababa de decir, se calló y miró de reojo, asustado, a su amo, para concluir: – Pero vamos, que si cristianos, que si sectas orientales, ¡un escándalo! ¡Así no puede llevarse una casa romana!– Muy bien dicho, oh anciano –el Pretor, como siempre, al rescate– Estoy seguro de que tu amo recompensará tus palabras y tu fidelidad. Puedes retirarte.
De repente, el anciano fue consciente de todo lo que acababa de decir, se calló y miró de reojo, asustado, a su amo, para concluir: – Pero vamos, que si cristianos, que si sectas orientales, ¡un escándalo! ¡Así no puede llevarse una casa romana!– Muy bien dicho, oh anciano –el Pretor, como siempre, al rescate– Estoy seguro de que tu amo recompensará tus palabras y tu fidelidad. Puedes retirarte.
– Gracias, oh Pretor –dijo el viejo, respirando aliviado e inclinándose educadamente. Pero cuando ya se volvía, reafirmado por el exquisito trato que le había otorgado el magistrado, se volvió y tímidamente preguntó: – Por curiosidad, ¿puedo atreverme a preguntar a qué ha venido todo este interés por una simple conversación entre esclavos?
El Pretor sonrió divertido y respondió:
El Pretor sonrió divertido y respondió:
– Pues claro, venerable anciano. Es que me ha llegado una denuncia: han visto al vecino de tu amo, Cayo Calpurnio, corriendo despavorido por las calles del barrio, molido a palos por un joven esclavo quien, por lo visto, entre golpe y golpe le gritaba respetuosamente: "¡Venerable Cayo, cuánto te admiro! ¡Qué gran persona! ¡¿Puedo tener el honor de entrar al servicio de tu casa?!"
Y PARA SABER MÁS:
Curiosos estudios de antropología comparada identificaron en el siglo XIX ciertas tribus africanas que mantenían costumbres similares a la noxae deditio romana. De hecho, en una tribu se encontró a un propietario a quien le faltaban las dos orejas, como resultado de los ataques de esclavos que querían irse con él atraídos por su fama de bondadoso. Para poner límites a estos extremos, en alguna tribu se sustituyó el daño por un ritual simbólico: salir corriendo a los pies del amo con quien el esclavo desea ir, y atarle un nudo en el manto, en sustitución del daño que originariamente debía hacerle.
Pero otras tribus, como posiblemente también los romanos en origen, optaron por un modo más drástico de evitar que los esclavos cambiasen de dueño mediante este violento sistema: permitir que al culpable se le pudiera entregar no sólo vivo... sino también muerto.
Fuentes jurídicas romanas sobre el tema: Gayo 4, 75-81; Frag. Aug. 4, 81-86.
Y PARA SABER MÁS:
Curiosos estudios de antropología comparada identificaron en el siglo XIX ciertas tribus africanas que mantenían costumbres similares a la noxae deditio romana. De hecho, en una tribu se encontró a un propietario a quien le faltaban las dos orejas, como resultado de los ataques de esclavos que querían irse con él atraídos por su fama de bondadoso. Para poner límites a estos extremos, en alguna tribu se sustituyó el daño por un ritual simbólico: salir corriendo a los pies del amo con quien el esclavo desea ir, y atarle un nudo en el manto, en sustitución del daño que originariamente debía hacerle.
Pero otras tribus, como posiblemente también los romanos en origen, optaron por un modo más drástico de evitar que los esclavos cambiasen de dueño mediante este violento sistema: permitir que al culpable se le pudiera entregar no sólo vivo... sino también muerto.
Fuentes jurídicas romanas sobre el tema: Gayo 4, 75-81; Frag. Aug. 4, 81-86.
Fuente de las imágenes:
http://deepintoscripture.com/2011/04/08/in-which-there-should-be-something-different-in-me/
http://feedlol.com/roman-slaves-28-photos/
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