Ya hemos hablado de gente con mucha suerte en la vida, como
el afortunado Pomponio. Pero también es hora de hablar de gente que se gana la
suerte con su esfuerzo e inteligencia, que desde lo más bajo llegan a lo más
alto de su sociedad, que reciben toda clase de agradecimientos, honores y
parabienes… pero que acaban muriendo solos, quizá asesinados por un joven rey
rencoroso, en una aldea egipcia de nombre desconocido. Como Demetrio de Falero.
Poco se sabe de su
nacimiento, excepto que no fue muy glamuroso. Algunos decían que había nacido esclavo, como
comenta Diogenes Laercio, pero lo único que sabemos es que su padre se
llamaba Fanóstrato y que nació en el puerto de Falero, uno de los barrios
portuarios de Atenas, alrededor del 350 a.C. Su padre era pobre, quizá
esclavo, pero parece más probable que fuese libre y relacionado con la familia
de Conón, famoso general ateniense que reconstruyó los muros largos que unían
Atenas con su puerto, los cuales habían derribado los espartanos tras la cruenta
Guerra del Peloponeso.
La antigua Atenas y su periferia. Falero al fondo, junto al mar. |
Su afición por el
estudio y sus aptitudes oratorias, junto a su belleza, porque era un guapetón
bien plantado, hicieron que el joven Demetrio pronto destacara en la
democrática y liberal Atenas. El hermano mayor de Demetrio, Himereo, también
tenía gancho entre la gente y se convirtió en un orador demagogo en contra de
la dominación macedónica, ya que era el tiempo en que Alejandro hacia turismo
conquistador por Asia, mientras su general Antípatro gobernaba Grecia en su
ausencia.
Pero el joven Demetrio se apartó, en principio, de la
política, y prefirió estudiar en el Liceo, como discípulo de Teofrasto, futuro
padre de la botánica, y haciendo buenas migas con el comediógrafo Menandro, que
sería su amigo toda la vida. El pragmatismo filosófico que se enseñaba en el
Liceo sería luego su norma política.
Lo que queda del Liceo de Aristóteles |
Alrededor del 325 a.C. aparece en la vida pública, como
orador en la asamblea, y en el bando de los oligarcas, contrario al de su
hermano Himereo. Pero parece que la relación entre los hermanos siguió siendo
buena, pese a la política. Algo realmente insólito, mucho más en Grecia, donde las pasiones políticas eran un modo de vida.
Tras la muerte de Alejandro en 323 a.C, los atenienses
intentaron sacarse de encima el yugo macedonio, pero fueron aplastados en una
breve guerra por Antípatro, junto con lo que quedaba de su democracia.
Antípatro, muy harto de ser el tema estrella de los chistes de los oradores de
Atenas, emprendió su caza sistemática. El hermano de nuestro personaje, Himereo, tuvo que huir, pero fue capturado y
ejecutado. Demetrio, pese a ser, en
teoría, del partido ganador, tuvo que refugiarse de una posible persecución juntándose
a Nicanor, general macedonio, ya que los dirigentes macedonios estaban divididos
entre ellos, y nada estaba claro en la política ateniense, excepto que buscarse
un buen protector era la mejor salida.
Este Nicanor lo
acercará a Casandro, hijo de Antípatro, que lo pondrá bajo su protección.
Casandro acabará llegando a rey de Macedonia, llevándose por delante a quién sea
necesario, sin escrúpulos, incluidos la viuda e hijo de Alejandro Magno. Así
que, pese a su crueldad, ponerse bajo el
ala de Casandro fue una pragmática elección de Demetrio, en consonancia con sus
lecciones del Liceo.
Casandro, con esa cara ya lo decía todo |
Su gobierno
será, según Plutarco:
“Oligárquico en el
nombre, pero en realidad monárquico por el poder del Falereo”
Su gestión tendrá en
los escritores del futuro muchos partidarios y también detractores. Pero nadie
pudo negar su capacidad de trabajo y sus rasgos de generosidad, como el que
habiendo descubierto que el último descendiente de Arístides se ganaba la vida
de adivino, interpretando sueños en el ágora, hizo aprobar un decreto para
proporcionar una pensión a su familia.
Realizó un censo y
corrigió los excesos en gastos públicos y privados. Por ejemplo, prohibió la
coregía, que consistía en la obligación de pagar por parte de los ciudadanos
ricos todos los gastos de las obras de teatro de un determinado festival. En
principio, había sido un honor, pues el nombre del corego cuyo poeta había
triunfado era coronado en el teatro, junto al autor que había patrocinado, y su
nombre figuraba en la lista de vencedores.
Además, se levantaba un trípode en su honor en la calle de… los
Trípodes, claro. Pero con el paso del tiempo se convirtió en una carga muy
onerosa y a finales del siglo IV a.C. el trípode levantado en honor de un
corego, como dijo Demetrio, más que su victoria en el concurso, pasaba a ser un
recuerdo de su ruina. Así que reemplazó la coregía por una magistratura cuyos gastos
asumía el estado.
Un coro griego de tragedia en plena (y costosa) faena |
También limitó los
gastos en funerales y tumbas, que arruinaban a más de una familia, los gastos
militares (ya estaba Macedonia para defender a Atenas) y racionalizó las
cuentas para no desperdiciar el dinero. Siempre en busca de la medida justa
aprendida en el Liceo, huyendo del exceso.
Para Cicerón, que lo consideró un gran estadista y el último
gran orador de Atenas:
“El Estado permanecía
decaído y desvaído: el sabio hombre de Falero, Demetrio, logró resucitarlo”
Con sus buenas
medidas, en Atenas, según Diogenes Laercio:
“aumentó las rentas y
la ilustró con edificios, por más que él no era de sangre ilustre”
Como denota esta
frase, sus bajos orígenes lo persiguieron siempre y Demetrio, como todo nuevo
rico, tendrá gusto por el lujo y el exceso.
Su vida privada será todo lo contrario a su pragmática y aristotélica vida pública: esplendidos banquetes cada noche, suelos perfumados, flores en todas las habitaciones, cocineros de lujo, mujeres y jovencitos de ensueño correteando por los pasillos, pisos de mosaicos (una novedad en la época), mármoles por todas las paredes, estilistas que cuidaban su apariencia, pues le encantaba teñirse de rubio y maquillarse la cara, y una búsqueda constante por parecer agradable y bello a los ojos de los demás. Como nos dice Ateneo:
Su vida privada será todo lo contrario a su pragmática y aristotélica vida pública: esplendidos banquetes cada noche, suelos perfumados, flores en todas las habitaciones, cocineros de lujo, mujeres y jovencitos de ensueño correteando por los pasillos, pisos de mosaicos (una novedad en la época), mármoles por todas las paredes, estilistas que cuidaban su apariencia, pues le encantaba teñirse de rubio y maquillarse la cara, y una búsqueda constante por parecer agradable y bello a los ojos de los demás. Como nos dice Ateneo:
“quien dio leyes a
otros, y quien reguló las vidas de los otros, exhibía en su propia vida el
desprecio de toda ley.”
Demetrio contestaba a
los críticos con la frase que nos dejó Diogenes Laercio, y que es todo
un resumen de su visión de la vida:
“En casa, honrar a los
padres; en la calle, a todos; en la soledad, a sí mismo”
Banquete griego, muy del gusto de Demetrio |
Pero pasados 10 años, a Atenas llegó una flota de 250 naves
dirigida por otro de los muchos “libertadores” que tuvo la ciudad y que
abundaban por la Grecia convulsa de aquel tiempo. Otro Demetrio, llamado
Poliorcetes (el asediador de ciudades), que decidió que su tocayo de Falero
sobraba en la ciudad.
Demetrio Poliorcetes, de oficio libertador |
Demetrio de Falero tuvo que huir a Tebas con lo puesto,
mientras sus queridos atenienses, llevados ahora por su tendencia a odiar a sus
héroes caídos, lo condenaban a muerte y derribaban a toda prisa 359 de sus
estatuas, dejando solo una, en la Acrópolis, porque era terreno sagrado y mejor
no enfadar a los dioses. Con el material de las estatuas de bronce
hicieron orinales donde “vomitar su odio”, según Diogenes Laercio. Al
oírlo, Demetrio, algo enfadado, proclamó:
“¡Podrán derribar mis
estatuas, pero no los méritos que ellas premiaron!”
La plácida Tebas acogió a Demetrio otros diez años, aunque
todavía se recuperaba de la destrucción del año 335 a.C. por mano de Alejandro,
el cual, sensiblero como era, solo había dejado en pie la casa del poeta
Píndaro, que le gustaba mucho.
Estos fueron años que Demetrio dedicó a la escritura de una manera extensiva. Según Diogenes Laercio:
Estos fueron años que Demetrio dedicó a la escritura de una manera extensiva. Según Diogenes Laercio:
“En la multitud de
libros y número de versos excedió a casi todos los peripatéticos de su tiempo,
siendo igualmente el más docto y perito de todos.”
Desde luego, trató todos los temas top de los griegos de su
tiempo: Historia, politica, retórica, poesía y ensayo filosófico. Tanto se
ponía a hablar sobre el matrimonio como se metía a analizar los entresijos de la
poesía de Homero. Fueron obras plagadas de vigor retórico y frases realmente ingeniosas,
como “las cejas no son parte de poca
entidad, pues pueden oscurecer toda la vida del hombre».
Desgraciadamente, como sucedió con la
mayoría de autores griegos, todas sus obras se han perdido por la desidia de
los siglos y la pereza de los monjes medievales.
A la muerte de su rey protector, Casandro, en 297 a.C.,
Demetrio, ya cerca de los sesenta, decidió emigrar a la corte del rey Ptolomeo
de Egipto, que era aficionado a la cultura y buscaba que su capital sustituyera
a Atenas como centro del saber, por lo que iba recogiendo casi con pala todos
los sabios que buscaban cobijo.
Alejandría en sus buenos y tolemaicos tiempos |
Ya viviendo en Egipto, Demetrio siguió
escribiendo y se dice que el rey le encargó la revisión de las leyes de su
reino. Además de ser uno de los principales
impulsores de la creación del Museo y la famosa Biblioteca de Alejandría, que fue construida
según el modelo de su querido Liceo de Atenas: un amplio paseo cubierto, un
comedor comunal y una organizada colección de volúmenes.
La Biblioteca de Alejandria... en sus buenos y tolemaicos tiempos |
Estatua de Demetrio en la moderna biblioteca de Alejandria |
Pero Demetrio siempre tuvo alma de político y quizá no midió
bien su acercamiento al rey Ptolomeo, pues no se cortó en meterse a opinar de
asuntos serios y recomendar como sucesor al hijo que el rey había tenido con
Eurídice, su primera esposa, en vez de al hijo de Berenice, su segunda esposa…
que al final fue el nuevo rey y no se lo perdonó al subir al trono.
Demetrio fue
despojado por el rencoroso rey de todos sus cargos en la corte de Alejandría y
exiliado a una aldea perdida del Alto Egipto a la espera de juicio. Allí pasó,
en la pobreza y abandono, sus últimos años, lejos del lujo que siempre rodeó su
vida. Murió, según se cuenta, mientras dormía, por la picadura de una serpiente,
alrededor del año 282 a.C. Aunque Cicerón no se cree el accidente de la
serpiente, y yo, pues tampoco, porque los reyes, sobre todo
los que se consideran dioses, son muy vengativos con los que opinan que no
valen para reinar.
En una aldea egipcia como esta acabó nuestro Demetrio |
No está mal para un chico pobre de Falero.
excelente
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