Domus Aurea |
En la Roma imperial del siglo I, un liberto
podía ser algo más que un esclavo liberado por su amo. Podía alcanzar un gran poder
político e influencia, inimaginable en alguien de su rango social un siglo atrás. Sobre todo si su antiguo dueño era el emperador de turno y se llamaba Nerón. En ese caso, el liberto tenía el
campo abierto para gobernar en nombre de su ex amo, un artista entregado que no
tenía tiempo para esas fruslerías de la política. Excepto si eran
conspiraciones contra su augusta y estética persona.
Epafrodito era un nombre bastante común para
un esclavo en esa época. Viene del griego y significa literalmente “para
Afrodita”, como si fuera una ofrenda, aunque su significado general era de
“encantador”, “cariñoso”, “mimoso” y
palabras similares. Un nombre muy apropiado para un esclavo joven y atractivo,
que puede hacer pensar en cierto uso sexual de su persona, pero no
necesariamente, así que no seamos mal pensados.
No sabemos cuándo nació nuestro Epafrodito,
pero debió de ser alrededor de la década de los 30 del siglo I. Sí sabemos que
su origen debía ser griego o del mediterráneo oriental y que en un determinado
momento fue comprado o regalado a la familia imperial de los Julio-Claudios, en
el reinado de Clau-Clau-Claudio… perdón, T. Claudio Nerón Augusto César, o
Claudio, a secas, para la Historia.
Claudio... sí, los romanos también retocaban un poco los retratos oficiales |
Parece ser que Claudio, antes de
morir, en el año 54, o como consecuencia
de su testamento, liberó a Epafrodito, que pasó a ser un liberto imperial del
entorno del adolescente Nerón, el nuevo y prometedor emperador. La prueba de
que lo liberó Claudio es el nombre romano que Epafrodito adoptó, siguiendo la
costumbre de los esclavos liberados de adoptar el nombre y gens de su amo
liberador: Tiberio Claudio Epafrodito. Como cualquier otro liberto romano,
siguió ligado a la familia de su antiguo amo como asistente y empleado.
Los libertos imperiales se habían
convertido en el gobierno de Claudio en una especie de ministros que llevaban
los asuntos del imperio. El emperador tartamudo, que se fiaba de muy pocos y del
Senado nada en absoluto, delegó en sus libertos de confianza la administración
cotidiana del gobierno, como hacían los patricios desde siempre con sus
haciendas, que solían ser gestionadas por su libertos más espabilados. Aunque
en este caso la gestión de los asuntos de Claudio equivalía a dirigir y
gobernar todo el imperio.
Desde luego, esta medida no gustó
nada a los patricios del Senado y a las mentes conservadoras que todavía
suspiraban por los tiempos republicanos. En su concepción del mundo, los
libertos tenían un rango social bajo, inapropiado para el gobierno de un
imperio, pero, sobre todo, intolerable para ocupar funciones propias de rangos
más altos. Pero Claudio no pareció tener
ningún prejuicio.
Tampoco su sucesor con alma de artista tenía
prejuicios. Nerón debía tener en mucha estima a Epafrodito, al que seguramente
conocía desde niño, pues lo acabó nombrando su secretario “a libellis”, que
venía a ser el que recibía y respondía las peticiones que llegaban al
emperador. No hace falta ser un lince
para darse cuenta de que era uno de los cargos más influyentes del gobierno.
Nerón pensando poemas |
Epafrodito prosperó en el mandato de Nerón. El
emperador componía versos, organizaba fiestas y tocaba la lira con creciente
virtuosismo, mientras Séneca, su madre Agripina y sus libertos llevaban los
asuntos y se forraban los bolsillos. En un determinado momento, Epafrodito
compró o recibió de regalo un esclavo niño, muy inteligente, llamado Epícteto, al
que Epafrodito envió a estudiar con el
filósofo Musonio Rufo, y luego sería uno de los filósofos estoicos de moda en
el siglo II y de los pocos que nos ha llegado alguna de sus obras. El emperador
Marco Aurelio fue su máximo fan y lo cita a menudo en sus Meditaciones.
Epícteto pensando citas filosóficas. La muleta se debe a que era cojo. |
Gracias a Epícteto, conocemos una
anécdota sobre Epafrodito, donde se nos manifiesta un carácter diplomático, no
carente de ironía. Algo muy necesario en una corte como la neroniana:
“Conozco a una persona que se quejó, al abrazar las rodillas de
Epafrodito, que sólo le quedaban ciento cincuenta veces diez mil denarios.
¿Qué hizo Epafrodito? ¿Se rió de él, como hicimos los esclavos de
Epafrodito? No, pero gritó con asombro:
-Pobre hombre, ¿cómo callaste, cómo lo soportaste?”
Para principios del año 65, Nerón
había liquidado a su madre y ejecutado a varios más que estaban en contra de sus
estéticas ideas de gobierno. El sensible artista se había convertido en un
peligroso tirano para los senadores que no seguían su cuerda. Además, después
del incendio de Roma en el 64, las dificultades financieras que provocaba la
reconstrucción de la ciudad, junto al proyecto colosal y despilfarrador del
nuevo palacio del emperador, la Domus Aurea, aumentaban el malestar entre la
clase senatorial.
Habitación de la Domus Aurea... y es de las más normalillas. |
Se tramó una conjura en su contra, comandada por Calpurnio Pisón, un descendiente
de la ilustre familia de los Calpurnios, con alianzas entre las grandes familias
de la aristocracia romana y popular por su carácter. Marcial lo cita como una persona generosa, afable en el
trato y la conversación, aparte de elocuente. Además, era alto y guaperas. Todo
un modelo de patricio.
Dión Casio nos
cuenta la anécdota de que Calpurnio Pisón fue exiliado por Calígula en su
juventud, con el permiso de llevarse diez esclavos. Pisón se quejó con audacia
de que eran pocos para su estilo de vida y consiguió que el loco de Calígula
permitiese que se llevara mayor número para que se sintiera cómodo. Desde luego, Calpurnio
tenía el don de caer muy bien a la gente.
Por desgracia, Pisón carecía de
firmeza de carácter. No se atrevía a dar el paso de asesinar a Nerón. El asunto
se pospuso, según Tácito, hasta el 19 de abril del 65, cuando se mataría al
emperador en el Circo Máximo mientras Pisón era presentado a los pretorianos en
su campamento. Gracias a su don de gentes, Pisón
había juntado a un gran número de conspiradores. Pero demasiados y con motivos
muy diferentes, desde el cabreado Lucano, al que un celoso Nerón había
prohibido dar lecturas públicas de sus poemas; o el afeminado Quintiano, que
había sido objeto de un poema satírico del emperador; hasta el serio cónsul
Laterano, que parecía moverse por sentimientos patrióticos. Incluyendo iracundos
tribunos de los pretorianos que veían al emperador como un payaso carente de
marcialidad. En tal mejunje, era cuestión de poco tiempo que uno delatase a los
demás.
Así fue. Un liberto de uno de los conjurados se
presentó ante Epafrodito, al que seguramente
conocía, y denunció a su patrón, el senador Flavio Escevino, y al
caballero Antonio Natal. Epafrodito se tomó muy en serio la denuncia y se fue
de inmediato a avisar a Nerón, que se puso de los nervios. Los dos
conspiradores fueron arrestados y en los duros interrogatorios cantaron como
tenores.
El resto de conspiradores fueron
arrestados y ejecutados. Pisón fue solo obligado a suicidarse en honor a su
alcurnia. Como en los interrogatorios alguien citó a Séneca de pasada, también el
filósofo fue obligado a suicidarse. Por su parte, los pretorianos recibieron
una prima de 2000 sestercios cada uno para que estuvieran tranquilos y no
echasen de menos a sus oficiales ejecutados.
Epafrodito recibió del agradecido Nerón honores
militares y riquezas, que le sirvieron para construir unos grandes jardines en
la colina Esquilina, junto a la Domus Aurea de su emperador. Sabemos que también fue nombrado Viator
Tribunicius, asistente personal del tribuno de la plebe, o sea, Nerón, ya que los emperadores se habían
apropiado del cargo. Aunque no sabemos si le dio este premio antes o después de
la conjura.
Inscripción donde Epafrodito aparece como Viator Tribunicis |
En fin, Epafrodito estaba en lo
más alto dentro de la corte estética y divina de Nerón, que se fue en el año 66
de viaje por Grecia, a ganar las Olimpiadas y cantar recitales en espléndidos
teatros, ante un público griego que lo recibía con fervorosos (e irónicos)
aplausos. Es probable que Epafrodito, dado sus cargos, lo acompañara en la
gira.
Pero en Junio del 68, a los pocos meses de volver de la gira
triunfal neroniana, llegó de pronto el final de la tragicomedia. El vengativo Senado había tenido tiempo de
montar otra conjura y ahora el líder era Galba, un militar con legiones a su
mando y mucha firmeza, que actuó de inmediato. Nerón fue declarado enemigo
público y abandonado a su destino en su suntuoso palacio.
Según Dión Casio, Nerón pensó en huir
a Alejandría, una ciudad con clase, y convertirse en concertista de lira, que
en el fondo era su pasión, y no esa tontería de gobernar un imperio que no
comprendía su genio.
Decidió escapar a caballo antes de que
llegaran los pretorianos. Así abandonó a escondidas su palacio,
acompañado por tres de sus libertos, los únicos que seguían a su lado. Entre ellos, Epafrodito, que no abandonó a su patrón. Pero Nerón no llegó muy lejos en su marcha. Abatido, se refugió en una villa de las
afueras, indeciso y sin rumbo, deprimido en su alma de artista por el rechazo de todas las fuerzas del
imperio. Así de cruel es el público.
Pensó que el suicidio era la única salida válida, pues ya se oía llegar a los jinetes pretorianos salidos
en su persecución. Pero no se atrevía a clavar el cuchillo en su garganta, su
narcisismo lo frenaba y temblaba su mano aterrada. Fue entonces Epafrodito,
rompiendo el estatismo de los presentes, quien se acercó, sujetó la mano y empujó el cuchillo.
“Qué artista muere conmigo”, fueron sus
últimas palabras. Así murió el último
julio-claudio.
Las nodrizas Alejandría y Egogle, junto a su amante Actea, recogen el cadaver de Nerón "Muerte de Nerón", pintura de Vasili Smirnov |
Epafrodito fue fiel a su patrón
hasta el final, hay que reconocerlo. Su
gesto de ayuda pudo ser su condena, porque, después de todo, se había
convertido en asesino de un emperador, pero consiguió sobrevivir a la guerra
civil del año de los cuatro emperadores (68-69) y a los reinados de Vespasiano
(69-79) y Tito (79-81). Seguramente adoptando un bajo perfil, fuera ya de la
administración, y haciendo uso de sus contactos y habilidad social, que debía
ser mucha.
En estos años, Flavio Josefo, famoso
historiador de origen judío, menciona en tres de sus obras (Antigüedades,
Contra los griegos y Biografía) a un Epafrodito como su patrón en Roma. Quizá
fuera nuestro Epafrodito, pero recordemos que el nombre era bastante común
entre esclavos y libertos.
Con la llegada de Domiciano al poder en el 81, Suetonio nos cuenta que Epafrodito fue sacado
de su prudente retiro y nombrado secretario del emperador. Aunque esto suena muy raro y Suetonio tiene
fama merecida de mentiroso. Un tipo paranoico como Domiciano nombrando a un
antiguo neroniano como secretario, y encima el asesino del emperador, suena bastante exótico. Pero
bueno, se podía esperar cualquier cosa de un tipo como Domiciano, que
encabezaba sus cartas con “Nuestro amo y
nuestro dios ordena lo que sigue.”
Domiciano, Amo y Dios... porque yo lo valgo |
También huele raro que en el año 95, Suetonio nos diga que Domiciano ordenase ejecutar a Epafrodito con la excusa de
“demostrar a los que le servían que
nunca debe atentarse contra el amo, ni siquiera con buena intención”
También afirma lo mismo Dión Casio, aunque no dice en ningún momento que Epafrodito fuese su secretario, y
añade que lo hizo como un mensaje a sus libertos
“para que no se atreviesen a semejante hazaña”
Parece un motivo absurdo. No sabemos muy bien
que hay detrás de esa ejecución, que parece cierta, quizá la simple paranoia
de Domiciano, que no era muy equilibrado que se diga. Pero así es la historia
antigua: conjeturas basadas muchas veces en cotilleos.
Al final, parece que el gesto de
ayuda de Epafrodito a su patrón, cuando fue abandonado por todos menos él,
acabó pasando factura casi treinta años después, aunque sea como excusa de un
emperador paranoico.
Es lo malo de codearse con
emperadores.
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