martes, 13 de mayo de 2014
Estafadores romanos y egipcios pardillos
Autor: José-Domingo Rodríguez Martín
– ¡Soy el diseñador de sandalias más prestigioso de Roma y nadie me discute cómo enseño yo a mis aprendices!
– ¡Pero si le has puesto un ojo morado a mi hijo de un golpe, loco desquiciado!
El Pretor escuchaba con paciencia las alegaciones de los dos hombres: uno, Cayo Julio Helio, famoso y opulento zapatero romano; el otro, Alejandro hijo de Arístides, un egipcio de origen heleno.
– Lo único que he hecho, ignorante extranjero –respondía con suficiencia el zapatero– ha sido darle un pescozón por inútil. Que luego él se haya dado en el ojo con la horma con la que practicaba, demuestra sólo eso: que tu hijo es un torpe y un inútil. Y, por tanto, que no ha habido dolus por mi parte.
– ¡Lo que me faltaba! –decía el egipcio, mirando al Pretor en busca de amparo– ¡Le pago un dineral por enseñar a mi hijo, le lesiona, me insulta... y encima el zapatero éste me sale con tecnicismos que no entiendo!
– Di–se–ña–dor, no "zapatero"... –matizaba Julio Helio, sonriendo con superioridad– ¡Que si fuera un mero zapatero no habrías traído a tu hijo desde Alejandría para aprender de mí! Y lo que te decía, aquí no hay dolus, si acaso culpa levis: que sepas, oh estulto provinciano, que en Roma los maestros tienen el derecho a amonestar físicamente a sus discípulos...
Al oír esto, el egipcio miró desolado al Pretor: – ¿Es cierto eso, oh magistrado?
El Pretor respiró hondo, mientras miraba con lástima al inocente extranjero: estaba claro que había viajado desde muy lejos sin saber las costumbres de la Urbe, exponiendo a su hijo a la rudeza de la enseñanza tradicional romana– Me temo que así es, oh hijo de Arístides.
– ¿Entonces no puedo demandar al... "di-se-ña-dor" éste por daños físicos, tal y como ofreces en tu Edicto, para que al menos me indemnice?
– Me temo que no, amigo. Cuando un ciudadano comete un daño a otro, para poder demandarle por ese motivo tiene que haber intencionalidad (dolus); pero en este caso no ha habido ánimo de dañar, sino sólo de corregir. Por eso no puedes reclamar por daños físicos. Es la diferencia entre dolus y culpa, intencionalidad e imprudencia, dos conceptos jurídicos romanos. ¿Entiendes lo que te digo?
El egipcio protestaba, hecho un lío: –¡No, no lo entiendo porque es injusto, oh Pretor! Al final, mi hijo no puede proseguir con su aprendizaje por su lesión... ¡y yo he pagado 500 sestercios por las clases!
El Pretor se quedó pasmado: –¿Cuánto has dicho, egipcio? ¿500 sestercios? –Y dirigió una mirada furibunda a Julio Helio, quien se la mantuvo sonriendo con cara de no haber roto un plato en su vida.
"Este usurero ha estafado a este buen egipcio aprovechándose de su desconocimiento" –pensó el Pretor, indignado–, "y encima sabe que no es ilegal porque el contrato de aprendizaje se basa en la libre voluntad de las partes". Así que tomo una decisión y preguntó al egipcio:
– ¿Dices que tu hijo no puede proseguir con su aprendizaje debido a la lesión?
– ¡Así es, oh Pretor! –respondió Alejandro.
– Pues te ofrezco una solución alternativa: mira, si pudieras reclamar por daños (que no es el caso, como te decía, pues no hay dolus de por medio) no cobrarías mucho, puesto que un ojo lesionado se suele estimar en unos 150 sestercios, no creo que más...
Se hizo el silencio entre el público, pues todos estaban expectantes ante lo que el Pretor iba a anunciar:
– ...pero sí te permito que demandes a Julio Helio por incumplimiento de contrato, pues le pagaste para que enseñara a tu hijo, pero su exceso en el castigo ha hecho imposible que cumpla lo acordado –Y, con un gesto de autoridad, dijo en alta voz: –Te concedo por tanto la acción de arrendamiento de servicios contra C. Julio Helio, para recuperar el dinero que le has pagado por la falta de prestación de dicho servicio: 500 sestercios.
A Julio Helio, quien hasta el momento se paseaba pavoneándose delante del público del foro, se le cambió la cara y se puso a hacer aspavientos sin saber qué alegar.
El pobre egipcio, ya más tranquilo, dijo al Pretor:
– Gracias, oh magistrado. Y volviendo a los conceptos que intentabas explicarme antes...
– Dolus y culpa.
– Eso. Dices que te pueden demandar por daños sólo si hay dolus, ¿no?
– Eso es, hijo de Arístides.
– Vamos a ver si lo he entendido bien... –Y volviéndose a Julio Helio le atizó un tremendo puñetazo en un ojo. Dejándole así tirado en medio del jolgorio del público, el egipcio se dirigió tranquilamente al pie del estrado, para decirle en voz baja al atónito Pretor:
– Ya me voy aclarando, oh Pretor: si no calculo mal, creo que el "di–se–ña–dor" me debe ahora ya sólo 350... si es que he conseguido aplicar con suficiente precisión eso del dolus romano, claro.
Autor: José-Domingo Rodríguez Martín
Y PARA SABER MÁS: El jurista Juliano (siglo II d.C.) planteó esta medida como vía para reclamar al maestro que se excediera en la violencia física contra su aprendiz, poniendo en concreto el ejemplo de un zapatero que pega a su alumno y éste se lesiona con la horma. La historia de Juliano se conserva a través de otro jurista, Ulpiano (Dig. 19,2,13,14 y Dig.9,2,5,3), quien por su parte propone mas alternativas para resolver el caso.
Y es que es cierto que en Roma el poder de corrección física del maestro era muy amplio (véase el terrible fresco romano reproducido arriba, donde unos alumnos sujetan a un compañero para que el profesor le administre el castigo).
Y más áun: también es cierto que existió un zapatero llamado C. Iulius Helius, cuya lápida se conserva en el centro Montemartini de los Museos Capitolinos de Roma. La pieza es famosa por el relieve de dos hormas de zapato que aparece sobre la cabeza del difunto (más datos en este enlace).
Lo que no sabemos es qué carácter gastaba el tal Iulius con sus aprendices... Sus Manes me perdonen esta incente licencia literaria :-)
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¿Te ha gustado este post? Puedes leer más de este autor en su blog Ius Romanum (iocandi causa)
Etiquetas:
Curiosidades del Derecho
Ubicación:
Múnich, Alemania
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Me ha encantado. Genial representación para explicar y entender, la diferencia entre dolus y culpa.Gracias por hacerlo tan fácil.
ResponderEliminarMuchas gracias, Raquel. La verdad es que aún nos pellizcamos por tener a José-Domingo entre los colaboradores de nuestro blog.
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