jueves, 9 de enero de 2025

Megistias, adivino

 


Una mañana de agosto o septiembre del 480 a.C., un adivino griego consultó las entrañas de las víctimas sacrificadas a los dioses, en busca de señales divinas sobre el porvenir, y los dioses, con su indiferencia habitual, le revelaron que ese mismo día iba a morir. El adivino ya lo suponía, pero mejor que te lo confirmen desde arriba.

 

miércoles, 18 de diciembre de 2024

Una opinión sobre Gladiator 2

El 15 de noviembre se estrenó Gladiator 2, y como ocurrió con la primera parte en 2000, está popularizando de nuevo los juegos anfiteatrales. Como entonces, muchos salen del cine preguntándose si eran realmente así los espectáculos del Coliseo. Sólo podemos saberlo leyendo las crónicas de quienes los vieron con sus propios ojos, sentados en las gradas del anfiteatro o desde la misma arena (luchando como gladiadores, cazando fieras como venatores, o muriendo como condenados).

Con motivo de la publicación del libro Gladiadores, bestias y condenados: las crónicas brutales del Coliseo (Editorial Almuzara), hemos invitado a su autor, Alfonso Mañas, a compartir sus reflexiones sobre la película y esto es lo que nos cuenta.

sábado, 7 de diciembre de 2024

Échale valor, porque no vas a salir con vida de ésta

Los juegos gladiatorios eran la sesión continua de la Roma imperial. De ser una práctica funeraria ritual excepcional, con el paso de los siglos, se convirtió en un espectáculo de masas en torno al cual se organizaban otras propuestas con las que entretener a los espectadores. El programa de los juegos acabó extendiéndose durante numerosas jornadas. Por ejemplo, Tito decretó 100 días de juegos para la inauguración del Coliseo, en los cuales era posible ver luchas de animales y caza por las mañanas, ajusticiamientos al mediodía y combates por la tarde.

viernes, 13 de septiembre de 2024

Paulo Fabio Máximo, Lugo todavía lo recuerda

 



Cualquier romano suspiraba por conquistar territorios bárbaros para ganar gloria y, sobre todo, encender la envidia de sus paisanos. Al fin y al cabo, la máxima recompensa en la sociedad romana era conseguir que el Senado te aprobase un triunfo por las calles de Roma. Pero tal premio no se conseguía sometiendo bárbaros con buenas palabras, sino batallando, saqueando y esclavizando pueblos enteros. Tareas a las que los romanos de buena familia siempre se apuntaban con dedicación digna de elogio. Pero el problema era que luego había que asegurar el control de los territorios conquistados, organizar su administración, finanzas e integración de los indígenas sobrevivientes en la civilización. Esta tarea ya no era tan atractiva para el romano medio y siempre hacía falta gente como nuestro Fabio.

viernes, 24 de mayo de 2024

Diomedes; el hombre al que temieron los dioses

 

Atenea aconseja a Diomedes poco antes de que entre en la batalla. Schlossbrücke, Berlín

Diomedes, hijo de Tideo y Deípile, hijos de Eneo y Peribea y de Adrasto y Egialea, hijos de Partaón y Éurite y de… ¿A qué viene este rollo genealógico digno del Señor de los Anillos o de Juego de Tronos? A que en toda su larga ascendencia conocida no hay un solo dios, ni uno. Ninguna antepasada suya fue forzada, raptada, engañada o violada durante el sueño por alguna divinidad clásica, sus formas habituales de relacionarse con toda mortal de buen ver que se les ponía a tiro para orgullo de sus descendientes. Diomedes era un hombre y nunca pretendió ser otra cosa, algo que lo convierte en una rara avis dentro de la mitología griega y en un caso único en todo el ciclo de la guerra de Troya. Y no solo eso, es también el único hombre que se enfrentó cara a cara con nada menos que tres de los dioses principales del panteón clásico, incluido el propio Ares (Marte para los romanos), dios de la guerra, y derrotó a dos de ellos sin paliativos. Después de enviar a este último a lloriquear a los brazos de su mamá ningún dios volvió a cruzarse en su camino durante aquella contienda.