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Atenea aconseja a Diomedes poco antes de que entre en la batalla. Schlossbrücke, Berlín |
Diomedes, hijo de Tideo y Deípile, hijos de Eneo y Peribea y de Adrasto y Egialea, hijos de Partaón y Éurite y de… ¿A qué viene este rollo genealógico digno del Señor de los Anillos o de Juego de Tronos? A que en toda su larga ascendencia conocida no hay un solo dios, ni uno. Ninguna antepasada suya fue forzada, raptada, engañada o violada durante el sueño por alguna divinidad clásica, sus formas habituales de relacionarse con toda mortal de buen ver que se les ponía a tiro para orgullo de sus descendientes. Diomedes era un hombre y nunca pretendió ser otra cosa, algo que lo convierte en una rara avis dentro de la mitología griega y en un caso único en todo el ciclo de la guerra de Troya. Y no solo eso, es también el único hombre que se enfrentó cara a cara con nada menos que tres de los dioses principales del panteón clásico, incluido el propio Ares (Marte para los romanos), dios de la guerra, y derrotó a dos de ellos sin paliativos. Después de enviar a este último a lloriquear a los brazos de su mamá ningún dios volvió a cruzarse en su camino durante aquella contienda.