domingo, 19 de febrero de 2023

Domicio Afer; el abogado sin escrúpulos


Abogado sin escrúpulos, sí, ya lo sé, parece una redundancia, pero no es de eso de lo que trata este artículo, sino de saber hablar… y saber callarse.

En el primer siglo de nuestra era el arte de la oratoria, una de las disciplinas más valoradas en las desaparecidas democracias de Grecia y Roma, había entrado en franca decadencia. Desde que Sila, César y Octavio demostraran que la forma más eficaz de ganar una acalorada discusión en el senado no era el sonido de un hermoso y bien fundado discurso, sino el chirrido de las espadas de los legionarios al salir de sus vainas, la oratoria política había quedado reducida a un recargado ejercicio de adulación, en el que se imponía aquel que fuera capaz de hilar la mayor serie de hiperbólicas alabanzas a quien estuviera en el poder.