martes, 10 de marzo de 2015

Quinto Delio, el saltacaballos




  En los trepidantes años del final de la república romana, sobrevivir en política era una virtud solo al alcance de tipos capaces de mezclar la simpatía con la traición más descarada. Lo importante era seguir vivo un día más, sonriendo al lado del triunfador de turno. Quinto Delio fue un verdadero especialista en este arte. Hasta Horacio le dedicó una de sus odas.

 Ya hemos hablado de otros personajes semejantes, como Baso y Cornificio. Pero Delio fue el no va más y el ejemplo tomado como modelo. Escipión Nasica, otro tipo de cuidado, lo llamó el “desultor bellorum civilium” (el saltacaballos de las guerras civiles) porque, al igual que los “desultores”, artistas que hacían malabarismos sobre caballos en el circo, nuestro Delio saltó de un bando a otro de las guerras civiles con igual destreza,  intuyendo el mejor momento para dar el salto. 
 Sobre sus orígenes sabemos muy poco, aparte de que era un équite romano que debió nacer por los años 70 del siglo I a.C. 
 Aparece por primera vez siguiendo a Cornelio Dolabela, el yerno de Cicerón. Este Dolabela era un joven patricio, seguidor de César, y también uno de los mayores juerguistas y despilfarradores de Roma, que siempre andaba perseguido por sus acreedores. Sin embargo, Cicerón en sus cartas nos habló bien de su joven yerno. Así que suponemos que Dolabela fue uno de esos tunantes que caen simpáticos para desgracia de la gente que los rodea. 
  Dolabela siguió a César en todos los frentes de la guerra civil contra Pompeyo, desde Grecia a Hispania, donde fue herido en combate en la batalla de Munda. Suponemos que Delio lo siguió en todas estas lides y aprendió bastante de la simpatía traicionera de su jefe. 
 César, agradecido, prometió a Dolabela, de solo 25 años, el consulado para el año 44 a.C. Algo a lo que se opuso Marco Antonio desde su cargo de augur. Iban a discutir el asunto en el Senado justo el día en que acuchillaron a César. 
 Tras su muerte, Dolabela cambió de bando al día siguiente. Asumió el consulado y prohibió acudir a la tumba del “tirano” César bajo pena de cruz o vuelo libre desde la roca Tarpeya. Pero pronto Marco Antonio, su antiguo rival en el bando cesariano y que lo conocía bien, supo la manera de camelarlo: le otorgó la dirección de la campaña contra los partos. 
 Pensando en las riquezas de Oriente, Dolabela cambió de bando de nuevo y se marchó a Asia a ganar la gloria. Por detrás, Quinto Delio tomaba notas de su maestro.  
 Durante su camino, el simpático Dolabela se pasó extorsionando, robando y saqueando a todo el que pudo. Las quejas llegaron a Roma, donde Marco Antonio ya no tenía el control. El Senado encomendó a Casio, el asesino de César y gobernador de Siria, que frenase al desmadrado de Dolabela. 
 Quinto Delio ya había aprendido lo suficiente como para darse cuenta de que era el momento de practicar: abandonó a Dolabela y se pasó al bando de Casio.  El pícaro Dolabela fue vencido en Laodicea y se suicidó muy romanamente, que para algo era un patricio. Era el año 43 a.C.

 Al lado de Casio, Delio no estuvo mucho tiempo. El año siguiente, viendo como estaba el asunto, Delio se pasó al bando de los triunviros, en particular al de Marco Antonio. La derrota de Bruto y Casio en Filipos confirmó su buen olfato. Era el año 42 a C.

Filipos, a punto de empezar lo bueno


A partir de ese instante, Delio fue un fiel colaborador de Marco Antonio, que lo tuvo en mucha estima, sobre todo por sus dotes de diplomático embaucador.

 En el año 41 a.C. lo envió a Egipto a ordenar a la reina Cleopatra que fuera a Tarso, para responder por la ayuda que había dado a Casio. El astuto Delio, al llegar a Alejandría y presentarse ante la reina, según nos cuenta Plutarco en su Vida de Antonio:

“vio su semblante y en sus palabras descubrió su talento y sagacidad, al punto se impuso de que Antonio no haría mal ninguno a una mujer como aquella, sino que más bien sería, desde luego, la que privase con él. ” 

Sí, es lo que parece... Delio fue el celestino de Marco Antonio y Cleopatra.

 Durante su estancia en Alejandría, se ganó a la egipcia para que fuera a conocer a Marco Antonio sin temor, ya que era “el más dulce y humano de todos los generales”. La reina vio una oportunidad de ligarse a uno de los hombres más poderosos del mundo y no perdió la ocasión: “Creyó Cleopatra a Delio”, resume Plutarco. La gran embaucadora fue embaucada. El resto de la historia ya la sabemos. 

Cleopatra llegando a Tarso... fiel a su estilo.

 En el año 40 o 39 a.C. Marco Antonio lo envío a Judea. El Senado romano había nombrado rey al famoso Herodes en contra del usurpador Antígono, protegido de los partos. Nuestro Delio fue en calidad de ayudante del rey (junto con muchos soldados romanos) y ojo atento de Marco Antonio sobre la región. 
 Menudo caos debieron formar Delio y el tarambana de Herodes con sus legionarios por la Judea de entonces, pero no nos quedan textos de sus tropelías. Solo sabemos que tras dos años de lucha, el usurpador Antígono acabó en la cruz y Herodes en el trono.

 En el 36 a.C.  Delio volvió a Judea con el difícil encargo de reponer como Sumo Sacerdote del templo de Jerusalén a Aristóbulo, cuñado de Herodes. Resulta que Herodes, que siempre fue adicto a las peleas familiares y mandaba ejecutar parientes con psicopática alegría, había cesado a Aristobulo y puesto a otro en su lugar, pero Aristóbulo protestó a la pareja glamurosa del momento, Cleopatra y Marco Antonio, que enviaron a Delio a poner firme a su amigo. 
 Con su habitual tacto, Delio convenció a Herodes de que repusiera a Aristóbulo en el cargo para evitarse problemas con la pareja del glamour. Lo que ya no sabemos es si también aconsejó a Herodes arreglar el asunto de otra manera, como hizo más tarde: ahogando a Aristóbulo en su bañera.  

Moneda de "Herodes Basileo" (Herodes el rey)

  Poco después, Delio acompañó a Marco Antonio en su desastrosa expedición a Armenia, de la que ya hablamos en la vida de Ventidio Baso. Seguramente, tras esa locura que tantas bajas causó al ejército romano, nuestro Delio empezó a sospechar de las posibilidades de éxito de Marco Antonio en caso de una confrontación con la estrella emergente de Octavio.

 Por otra parte, su relación con Cleopatra durante estos años iba cada vez a peor. Principalmente porque Delio era quien buscaba jovencitas a Marco Antonio, al que le iba el fornicio cantidad, pero también porque, como nos cuenta Plutarco

 “A otros muchos de los amigos de Antonio echaron de allí los aduladores de Cleopatra, por no poder aguantar sus insultos y provocaciones, siendo de este número Marco Silano y Delio el Historiador. De éste se dice que temió además las asechanzas de Cleopatra, dándole aviso Glauco el médico; y es que había picado a Cleopatra, diciéndole en la cena que a ellos se les daba a beber vinagre, mientras Sarmento bebía en Roma vino Falerno. Este Sarmento era un muchachito de los que servían al entretenimiento de César, a los cuales los Romanos les llamaban delicias.”

  A Delio lo llama “el Historiador” por algo que luego contaremos, pero fijémonos en que Delio debía estar bastante descontento de su situación y lo demostraba con un humor sarcástico, en la mejor línea de la sátira romana. 
 También sabemos por Séneca que Delio escribió cartas lascivas sobre Cleopatra que todavía se leían en su tiempo, 100 años más tarde. Una prueba de que el erotismo literario perdura hasta que llega el censor de turno. 

La Alejandría de Cleo y Marco


 Llegamos al fatídico 31 a.C., cuando Marco Antonio y Octavio deciden zanjar su disputa por el imperio en una de esas guerra civiles que montaban los romanos como si fueran ferias. A Delio, su jefe le encargó reclutar tropas en Macedonia y Tracia, una tarea que realizó con eficacia... pero tan pronto las reclutó se pasó con ellas al bando de Octavio.
  Su experiencia en saltar del caballo ya le daba avisos de que la causa de Marco Antonio y su reina egipcia estaba perdida. Así que para cambiar de bando pretextó el miedo que le causaba la egipcia, alegando que quería asesinarlo... una excusa que puede ser cierta, aunque llevaba más de diez años bromeando en los banquetes de Marco Antonio y Cleopatra.

  Así que otra vez volvía a cambiar de bando justo antes de la derrota de su jefe. Lo que demuestra su habilidad para percibir las causas perdidas y escapar antes de perderse él.

 Luego llegó la batalla de Actium, la derrota de Marco Antonio y el final romántico de los dos amantes. Pero Delio siguió a lo suyo, sobreviviendo sobre su nuevo caballo; ahora bajo la protección de Octavio, que, vaya casualidad, también lo tuvo en mucha estima.  

 Delio se apartó de la primera línea política y se dedicó a escribir sobre la historia que había vivido. Lástima que no nos quede nada de sus obras, que seguro que contenían más de una ironía, picardía y sátira inolvidable. Pero su relato de la fracasada campaña en Armenia de Marco Antonio sirvió de fuente a Plutarco y otros escritores, como Estrabón. De ahí le vino el apodo de “Historiador”.

Reunión en casa de Mecenas... por ahí anda Delio.

 No sabemos cuando murió Quinto Delio. Con toda probabilidad en el reinado de Octavio... perdón, ya era Augusto. Pero es probable que en sus últimos años visitará el circulo de Mecenas y es más que probable que su picante sentido del humor favoreciera la amistad con el epicúreo poeta Horacio, que le dedicó una Oda, la tercera del segundo libro, la cual comienza:

“Aequam memento rebus in arduis
servare mentem, non secus in bonis
ab insolenti temperatam
laetitia, moriture Delli,”


  Que viene a decir:

“Acuérdate de conservar una mente tranquila 
en la adversidad, y en la buena fortuna
abstente de una alegría ostentosa, 
Delio, pues tienes que morir”


 Más epicúreo no se puede ser en cuatro versos y tampoco se puede dar mejor descripción del carácter de nuestro Delio.






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