jueves, 25 de diciembre de 2014

Pilar Fernández Uriel: "El 90% de las empresarias romanas lo eran por ausencia de una figura masculina en este rol"

Pilar Fernández Uriel dirige el Departamento de Historia Antigua de la UNED y es especialista en el periodo del Alto Imperio. Sus inicios están ligados a José María Blázquez, que le encomendó la traducción de las sátiras de Juvenal. Para una joven proveniente de un colegio de monjas el encargo fue cuanto menos chocante, pero la tesina le permitió conocer de primera mano la vívida realidad de Roma. Años después rescataría parte de aquel trabajo para seguir profundizando en el conocimiento de las trabajadoras y de las mujeres de las capas populares, una tendencia en auge en la actualidad.

P: ¿Por qué estudiar a las obreras de la época romana?
R: El asunto surgió a raíz de una invitación del Museo Nacional de Arte Romano, que quería celebrar el Día Internacional de la Mujer de 2010 con un ciclo de conferencias sobre el rol femenino en la época romana. En vez de tratar las figuras de las emperatrices, que ya está muy estudiado, me propuse acercarme a la realidad de un colectivo menos favorecido y estudiado.

P: ¿Cuál fue el principal resultado de sus investigaciones?
R: Llegué a la conclusión de que la mujer romana estaba mucho más avanzada de lo que creemos. Durante los primeros siglos de nuestra Era disfrutaron de un momento que les permitió ir consiguiendo cotas cada vez mayores de autonomía. Siempre, eso sí, de unos límites bien definidos para su condición femenina. Con todo, me dejaron muy sorprendida la gran cantidad de casos de mujeres que regentaban sus propias fábricas. Sabemos de la existencia de empresarias de la construcción por los nombres que imprimían en los materiales que manufacturaba su negocio. También tenemos unas marcas (tituli picti) que identificaban ánforas hechas en factorías propiedad de una mujer.

P: ¿Existe alguna similitud entre estas empresarias? ¿Hay un perfil tipo?
R: Comparando los casos apreciamos que muchas de ellas eran esclavas liberadas por sus dueños, con los que acababan casándose. A la muerte del marido, ellas heredaban el negocio y llegaban a conseguir un status económico bueno, aunque su posición social fuese baja. En Hispania tenemos un caso que sigue punto por punto este camino, el de una tal Abundia Magiste. En el 90% de los casos se intuye que las mujeres desempeñan la función de empresarias por la ausencia de una figura masculina que lleve estos cometidos.

P: Entonces, pese a la reivindicación del papel activo de la mujer romana, el número de empresarias era minoritario.
R: Sin duda. El papel que la sociedad romana reservaba a las mujeres honestas era el de esposa amantísima y responsable del hogar, cuya ocupación más honrada era el hilado. Este elogio aparece en la mayoría de los epitafios femeninos. Pero no debemos olvidar que los monumentos funerarios que han llegado hasta nosotros nos hablan de mujeres de alto nivel económico. Seguro que las romanas de posición inferior se veían más expuestas a tener que trabajar por circunstancias de la vida. Probablemente tendrían que vender en el mercado o emplearse en fábricas para asegurarse la subsistencia.

P: Hablaríamos entonces, en estos casos, de pequeñas empresarias y obreras.
R: Sí, se trataría de obreras que trabajaban muchas veces en fábricas de tejidos. También había mujeres que se dedicaban a esta actividad por su cuenta, empleándose como costureras y zurzidoras que prestaban servicios en las propias casas de sus clientes, como hasta hace no tanto pasaba en España. Menos numerosas eran las ornatrices, que vendía productos de belleza por las calles o iban a las casas de las matronas para vestirlas y arreglarlas. También he encontrado algunos casos de vendedoras de joyas o perfumes. Alguna sería una comerciante especializada, como una vendedora de perlas, pero no cabe duda de que la mayoría venderían un poco de todo: bisutería, perfumes baratos... Aparte de estos casos, existen testimonios de otros tipos de labores menos frecuentes. En su momento, hice un estudio sobre los Veturios, una familia de purpurarios de ascendencia oriental que comerciaba con este preciado tinte. Estamos hablando de la familia entendida a lo romano, que incluye en ella a esclavos y libertos. Los registros arqueológicos han permitido seguir la historia de esta familia durante tres generaciones, a través de las cuales las mujeres tuvieron un papel muy importante. Una de ellas, de nombre Lydia, fue una de las primeras conversas de San Pablo, junto al resto de su familia.

P: ¿Estaban bien consideradas las mujeres que se dedicaban a los negocios?
R: Sí, hay testimonios laudatorios como el que Cicerón dedica a Cesenia, a la que llama digna y honradísima patricia en su obra “Defensa de Aulo Cecinia”. Hay que tener en cuenta que al morir su marido, la viuda dejó los negocios bancarios en manos de un administrador, que aprovechó su situación para engañarla. Descubiertas las maniobras, Cesenia decidió tomar ella misma las riendas del banco. Vemos que Cicerón apreciaba el valor de esta mujer, capaz de adentrarse en el sector financiero para defender su patrimonio.

P: ¿Esta admiración se extendía a las obreras y empresarias más humildes?
R: Si extendemos al resto de la sociedad las palabras de los poetas satíricos, no. Hay ciertas referencias despectivas hacia trabajadoras como la barbera de la que habla Juvenal, que dice que no afeitaba, sino degollaba al cliente. Pero hay que tener en cuenta que las sátiras de Marcial y Juvenal son terriblemente crueles con todo el mundo, más aún con las mujeres, no importa su condición. Arremeten contra las matronas que invitaban a gladiadores a su casa y les hacían regalos; contra algunas integrantes de la familia imperial, como Mesalina; contra las vendedoras; las judías... No se salva nadie. El reverso de esta visión la encontramos en ciertas lápidas funerarias en las que se llora a la madre desaparecida. En ellas, los hijos le agradecen que se sacrificase por ellos vendiendo por las calles. Estos testimonios dejan entrever cómo debía de ser el ambiente de los mercados, con tenderetes de mala muerte en mitad de las calles en las que las vendedoras ofrecían sus servicios a los viandantes de los barrios populares como la Subura.

P: ¿Por qué la historia de estas mujeres es tan poco conocida? ¿Por qué no se ha estudiado hasta ahora?
R: El principal problema es la falta de referencias directas. Las fuentes literarias son muy parcas y hay que limitarse casi exclusivamente a la epigrafía funeraria, en especial la procedente de las necrópolis de Pompeya y Herculano.

P: ¿No introduce esto un sesgo geográfico? ¿Cabe la posibilidad de que estemos generalizando una situación que sólo se daba en la Península Itálica? ¿Hasta qué punto eran similares las mujeres romanas de las hispanorromanas?R: Yo creo que la realidad es extrapolable, al menos para el siglo I y II, en los que los modelos romanos se copian en todo el Imperio. No hay más que ver el urbanismo de las ciudades, las leyes municipales, las costumbres... Hay tal fenómeno de imitación que hoy en día se está reconstruyendo el Foro Augusto, del que quedan pocas evidencias en Roma, gracias a los foros provinciales que se hicieron a su semejanza, como ocurrió en Córdoba o Mérida.

P: Las mujeres pobres siempre han tenido que buscarse la vida en todas las culturas, pero la libertad de la que gozaron las privilegiadas es un caso singular en la Antigüedad. ¿De dónde procedía esa autonomía?
R: Es curioso porque en Grecia la situación era bien diferente. A excepción de las espartanas y las jonias del Asia Menor, las áticas estaban totalmente sometidas. Supongo que las romanas disfrutaron de un Estado y unas condiciones sociales que les posibilitaron ir mejorando su posición. Esto se hizo evidente bajo el reinado de Augusto, que promulgó medidas para que las mujeres pudiesen disponer de su patrimonio sin necesidad de intermediarios. Nos referimos, claro está, a las mujeres adineradas como Octavia o Livia. Desde nuestra perspectiva es un paso totalmente insuficiente, pero estos gestos fueron los que abrieron poco a poco el panorama.

P: Más allá de las últimas investigaciones sobre las obreras, usted es conocida por sus estudios sobre los estadistas de la dinastía julio-claudia, en especial Nerón. Desde su conocimiento de los entresijos de esta familia, ¿cuál es la mujer más interesante, en su opinión?
R: Sin duda, Livia. Ella marca un hito para una serie de mujeres que aparecen muy vinculadas al poder imperial, pero a diferencia de sus sucesoras ella siempre supo estar en su sitio.

P: ¿A qué se refiere?
R: Augusto se casó con Livia para emparentar con los claudios, una de las familias más influyentes y poderosas del Senado. Era una forma de afianzarse en el poder. Pero Livia no fue sólo un peón en la política de su marido. Suetonio la menciona junto a Mecenas como uno de los consejeros más cercanos al Príncipe. Es decir, la considera oficialmente consejera, aunque ella se cuidó mucho de arrogarse ningún papel. Así como Agripina gustaba de mostrar con ostentación su cercanía con Nerón, apareciendo a su lado en público, Livia siempre se colocó en un discreto segundo plano, desde el que representó un papel esencial. Creo que su clara visión política y su gran sentido de lo que Roma debía ser influyeron mucho en el comportamiento de su esposo. Livia abrió camino para las emperatrices que vinieron después y que recogieron la herencia sembrada por ella. Merecería un libro entero...

P: ¿Qué pasó con esas cotas de libertad que las romanas consiguieron?
R: Se desvanecieron con el tiempo. En el Bajo Imperio todavía hubo ejemplos de mujeres fuertes como Hipatia. En Bizancio las mujeres también desempeñaron un papel nada desdeñable, pero llegó la Edad Media y tanto en Occidente como en Oriente se perdieron rápidamente los avances conseguidos.

2 comentarios:

  1. Excelente entrevista. Solo precisar que Marcial y Juvenal sí "salvan" a algunas mujeres de su crítica generalizada: a las extranjeras (en el caso de Marcial) y a las "tejedoras del Esquilino" (en el de Juvenal). Esto lo he estudiado yo mismo en mi libro Mujeres en la literatura latina: de César a Floro (Madrid, Ediciones Clásicas, 2012).

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    1. Interesante puntualización, Juan Luis. Gracias por tu aportación.

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