martes, 7 de abril de 2015

¡Mi mujer me engaña con un gladiador!

Autor: José-Domingo Rodríguez Martín

 –¡Catón tenía razón, vaya si la tenía!– gritaba Palante dando golpes con su jarra vacía en la barra de la taberna. –¡"En cuanto permitáis que las mujeres comiencen a ser vuestras iguales, en ese mismo momento se convertirán en vuestras superiores..."! ¡Si Catón levantara la cabeza...!
–Chsst, baja la voz, Palante, nos está mirando todo el mundo en el local– le decía su amigo el senador Sorano, mirando nervioso a su alrededor –y tu comportamiento no es adecuado, siendo como eres liberto del Emperador Claudio.

–¿¿Y de qué me sirve serlo, oh Sorano??–, respondía con sarcasmo Palante, levantando aún más la voz –¡Mi mujer lleva dos meses acostándose con ese esclavo, el maldito gladiador de moda, en mis propias narices! ¡Y como dependo de su dote, no puedo hacer nada! ¡Y encima no hace más que comparar sus músculos y mi barriga! He hablado con el dueño del gladiador, que está abochornado por la situación, pero nada: me responde que ante el éxito de su esclavo, y la libertad de acción que los juristas han otorgado a las mujeres, no puede hacer nada...
–Vamos, hombre, seamos francos: como favorito de Agripina, la mujer de nuestro divino Emperador, podrías dirigir el Imperio, si quisieras... ¿acaso crees que no vas a poder dirigir tu casa? Y, no es por nada, todos los ciudadanos varones de Roma agradecerían que alguien, de una vez, pusiera coto a las escandalosas libertades que se toman nuestras mujeres con los esclavos... Habla con ella, que hable con el Emperador, que mueva al Senado... Yo te apoyaré desde dentro.
Palante se le quedó mirando, pensativo... Y de repente se levantó, decidido, y sonriendo malévolamente a su amigo se dirigió a la puerta, lanzando un par de monedas al posadero sin mirar atrás.

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Al poco tiempo, el emperador Claudio proponía al Senado de Roma emitir una nueva norma, por la que se condenaría a la esclavitud a las ciudadanas romanas que tuvieran relaciones con esclavos en contra de la voluntad de sus dueños. Dada la gravedad de la sanción, estos debían requerirlas formalmente mediante tres avisos, tras los cuales las infractoras perderían la ciudadanía y la libertad.
No sabemos cuál sería la situación marital de los senadores presentes en aquella sesión del año 54 d.C., pero el caso es que el éxito de la propuesta fue rotundo, resultando directamente aprobada. Y cuando el Emperador informó al Senado de que la idea había partido de su liberto Palante, Sorano Barea se levantó proponiendo que fuera recompensado con la pretura y quince millones de sestercios, y el apoyo de los varones allí presentes fue unánime. Cornelio Escipión incluso propuso que a Palante se le manifestase el agradecimiento público otorgándole un cargo en la Administración Imperial.

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A los dos meses, Sorano tuvo que volver a la taberna, para sacar de ella a rastras a su amigo, el ahora millonario Palante, totalmente borracho.
–¿No puedes celebrar tu éxito de una manera más discreta, Palante?– le decía su amigo, cargando con él abochornado por las miradas reprobatorias de los patricios con quienes se cruzaban.
–¿Éxito? ¿Qué éxito? ¡Todo es un desastre!– gritaba Palante con la mirada perdida. –¡Las mujeres causarán el fin de la civilización romana! ¡Si Catón levantara su insigne cabeza...!
–¿Pero me quieres contar qué ha pasado ahora, amigo?– respondió Sorano, parándose en seco y mirando hastiado a Palante. –¿Acaso la amenaza del nuevo senadoconsulto no ha asustado a tu esposa?
–¿¿Asustarla??–, respondió desquiciado Palante, con una amarga sonrisa de derrota –Ahora ya no se acuesta con un esclavo, no... ¡Para vengarse, ahora se está tirando a todos los esclavos de Roma, en contra de la voluntad de sus dueños! Eso sí... sólo dos veces a cada uno.

PARA SABER MÁS:

Este relato está inspirado en los datos y fuentes clásicas siguientes:

Fuentes sobre el SC. Claudiano:
Jurídicas: Gai 1.91 y 160; Paul. Sent. 2.21a.17
Literarias: Tac. Ann.12.53

Biografías de Palante y Sorano Barea

Discurso de Catón sobre las mujeres: Liv. 34.3
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Fuente de las fotos: series de TV Spartacus y Roma (HBO) 

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