miércoles, 2 de agosto de 2017

Gorgo, princesa de Esparta


Lena Headey, la Gorgo de 300, antes de irse a Westeros


 En la antigua Grecia ser una mujer era una condena de por vida a estar sometida a los varones y sus desvaríos. A menos que fueras una mujer de Esparta, donde ser mujer era un suplicio menor y conllevaba una mayor libertad, aunque fuese a cambio de hacerte la chica dura. Además, si eras princesa y tenías carácter, podías convertirte en toda una leyenda, como Gorgo.

 Nuestra chica nació alrededor del año 508 a.C. y fue educada como todas las espartanas, da igual que fuera princesa o la última de la sociedad: canto, danza, letras básicas y mucha gimnasia para el cuerpo, pero mucha de verdad. La ciudad no te pedía más, ni te quedaban ganas después de tantas flexiones.

Jovenes espartanas de Degas... No se distingue bien en qué lado están.

 Pero vivía en una Esparta un tanto revuelta. Todos sabemos, y si no lo saben, lo recuerdo en plan pedante, que los espartanos se regían por una diarquía (dos reyes), con cada rey de una dinastía diferente: los Euripóntidas y los Agíadas. Ambas familias se las daban de descendientes de Heracles y se llevaban como el perro y el gato, pero solían casarse entre ellos para conservar el linaje divino y no mezclarse con la plebe sin pedigrí. A los reyes los controlaban cinco éforos, elegidos por la asamblea de ciudadanos, siempre vigilantes de que los reyes respetaran las leyes y dispuestos a servir de equilibrio entre ambos cuando amenazaban con liarse a tortazos.

Eforos, posando para que admiren sus trenzas... con evidente éxito

El padre de Gorgo, Cleómenes I, era un rey de la dinastía agíada, con fama de ambicioso y algo locuelo. Ya hemos hablado de su movida existencia en la vida de Demarato. Aquí añadiremos solo lo relativo a Gorgo.
 En el 499 a.C. los griegos de Jonia, en la costa anatolia, se rebelaron contra los persas, y el tirano de Mileto, el astuto Aristágoras, fue a Esparta a pedir ayuda. Seguramente Gorgo, que debía tener unos 10 años, se encontraba presente cuando Cleómenes le preguntó a Aristágoras a cuantos días de la costa estaba el palacio del Gran Rey persa. 
Como nos dice Heródoto:


“Hasta ahora, Aristágoras había sido astuto y había engañado bien al espartano, pero aquí dio un paso en falso. Si deseaba llevar a los espartanos a Asia, nunca debió haber dicho la verdad, pero lo hizo y dijo que era un viaje de tres meses hacia el interior. Entonces, Cleómenes interrumpió el relato de Aristágoras sobre el posible viaje. Luego ordenó a su huésped milesio que se fuera de Esparta antes de la puesta de sol, porque nunca, dijo, los lacedemonios escucharían el plan, si Aristágoras deseaba llevarlos a tres meses de viaje desde el mar. ”


Algo locuelo sí, pero no tonto. Estaba claro para Cleómenes que los persas eran muy poderosos para tener el palacio de su rey a tres meses de la costa. Pero Aristágoras lo siguió a su casa e insistió, esta vez, ofreciendo un soborno, y a cada negativa de Cleómenes, prometía más dinero, hasta llegar a 50 talentos, que en moneda eran 300.000 dracmas atenienses, como para comprarte una isla en el Egeo y llenarla de palacios. Entonces, hace aparición nuestra Gorgo en la historia, por primera vez, de la mano de Heródoto:

"Padre, el extraño te hará daño si no te vas."

“Entonces Cleómenes, contento con el consejo de la niña, se dirigió a otra habitación, y Aristágoras se marchó de Esparta, y no tuvo oportunidad de explicar más acerca del camino que iba del mar hasta la residencia del rey.” 



Parece que la afición a la bebida de su padre Cleómenes ya había creado otra leyenda sobre Gorgo, relativa a la austeridad espartana, según Plutarco:

En una ocasión, cuando su padre le ordenó que diese grano a un hombre a título de remuneración y añadió: “Pues me enseña a hacer el vino bueno”, ella respondió: “Sin duda, padre, que se beberá un vino mejor, y los que beben serán más débiles y peores.”

Cleómenes sigue siendo fuente de inspiración

  En fin, la muerte de su padre fue muy sospechosa, como poco, pero los espartanos preferían arreglar sus problemas de forma tajante, literalmente, y lo de Cleómenes se veía venir. El nuevo rey escogido fue su hermano Leónidas, el famoso de las Termópilas, esposo desde hacía pocos años de Gorgo, que ya debía rondar los 20 años. El porqué del casamiento de tío y sobrina nos los explica muy bien Teresa Mª Mayor Ferrándiz en su artículo “Reina Gorgo de Esparta: Apuntes para una biografía”, de fácil acceso en la red:

“las doncellas huérfanas o sin hermanos, no podían ser propietarias directas de los bienes de sus padres, por su condición femenina, pero podían transmitirlos a sus hijos. De ahí la enorme importancia de la elección del marido, que había de pertenecer a la familia paterna, para que estos mismos bienes (los que fueran) no saliesen del propio núcleo familiar… Entonces el padre (en este caso concreto, el rey lacedemonio Cleómenes I) la casaba con un pariente muy próximo, soltero o viudo, generalmente un tío de la muchacha (su medio hermano Leónidas), para que el patrimonio familiar, o el título de rey (“Basileus”), no se disgregase y permaneciera, así, indisoluble.” 

 Así que Gorgo, hija del rey, era ahora la esposa del nuevo rey, su tío. La diferencia de edad debía ser notable, alrededor de veinte años, por lo menos. Pero parece que se llevaron bien y a Leónidas no se molestó por la inteligencia de su joven mujer, que siguió dando origen a leyendas. Como la que nos cuenta Plutarco: 

«Habiendo sido interrogada por una mujer del Ática: 
-¿Por qué sois las únicas, vosotras las laconias, que mandáis a los hombres? 
-Es porque, contestó, somos las únicas que damos a luz a verdaderos hombres». 

Espartana de pura cepa, no cabe duda.

Leónidas, tío y marido, retratado objetivamente por sus paisanos

 Llegamos al año 480 a.C. Gorgo, cerca de los treinta años, ya ha dado un sucesor a Leónidas, un niño llamado Plistarco. Pero Grecia está a punto de ser el objetivo de los persas, cuyo Gran Rey Jerjes ha decidido someter de una vez a esos arrogantes griegos, que no paran de minar su dominio en Asia Menor. Entre sus consejeros, está el antiguo rey de Esparta, Demarato, exiliado por culpa del padre de Gorgo, y que, según la leyenda, sufre un ataque de patriotismo y decide avisar a sus compatriotas de que vienen los persas, enviando un esclavo con una tabla de cera… sin nada escrito. 
 Así que imaginen a Leónidas y el resto de espartanos mirando la tabla sin mensaje, lelos de asombro, según Heródoto:

“…los lacedemonios no pudieron hacer conjeturas de la cuestión; hasta que al fin, según me informaron, Gorgo, hija de Cleómenes y esposa de Leónidas, sugirió un plan que ella misma había pensado, pidiéndoles que rasparan la cera y encontraran escritos en la madera. Y haciendo lo que dijo, encontraron la escritura y la leyeron, y después enviaron aviso a los otros helenos. Estas cosas se dice que han llegado a pasar de esta manera.”

 Menos mal que Gorgo tenía algo de cabeza entre tanto espartano viril. Esta anécdota es también una prueba del nivel de igualdad de las mujeres de Esparta. Una espartana aconsejaba a un grupo de hombres y era tenida en cuenta. Hace eso en la democrática Atenas y la expulsan de su casa.
Es bien sabido que los espartanos mandaron a su rey Leónidas, con su guardia de 300 hombres, para dirigir el ejército griego y defender el paso de las Termópilas hasta convertirse en héroes. ¿Por qué fueron tan pocos y no todos los espartanos? Porque en Esparta estaban celebrando las fiestas de las Carneas, en honor de Apolo, que duraban días, y que prohibían la actividad militar hasta que se acabasen las ceremonias. Y si algo respetaban los espartanos, aparte de la virilidad y una buena lanza afilada, era los preceptos religiosos. Pero los éforos, ante la urgencia, y para no quedar mal ante el resto de griegos, decidieron enviar una delegación comandada por uno de sus reyes. Luego ya mandarían a todos los demás a dar estopa a los persas si daba tiempo… Pero iba a ser que no.

Antes de nada, preguntaron al Oráculo de Delfos, que no fue muy optimista en su respuesta:

“¡Oh, hombres que moran en las calles de Lacedemon!
Vuestra gloriosa ciudad será saqueada por los descendientes de Perseo,
O, a cambio, debe pasar por todo el país lacónico
el luto por la pérdida de un rey, descendiente de los grandes Heracles.
Él (Jerjes) no puede ser resistido por el valor de los toros ni de los leones,
Por mucho que se esfuercen; Él es poderoso como Zeus; no hay nada que
lo detenga, hasta que tenga por presa tu rey, o tu ciudad gloriosa.” 




Oráculo de Delfos en sus buenos tiempos, antes de los tour operators

 Para ser un oráculo, esta vez fue bastante claro. Un rey debía morir por Esparta si quería salvarse. Leónidas, como buen espartano, aceptó el sacrificio sin pestañear. Teniendo asumido que iban a morir todos los que fueran con él, escogió soldados que ya tuvieran descendencia. A Gorgo, en la despedida, le dijo con el habitual romanticismo espartano: 

“Cásate con un hombre bueno y alumbra hijos.” 

El resto es leyenda conocida y fue excusa para hacer una película con espartanos en calzoncillos. 

Leónidas, en su gran (y último) momento

 En fin, Gorgo se quedó a los treinta años viuda, como regente de su hijo Plistarco, junto a Pausanias, sobrino de Leónidas y de ella. Que sepamos, no hizo caso a su difunto marido, pues nadie menciona que se volviese a casar ni a tener hijos. 

 En el 479 a.C. su sobrino Pausanias dirigiría el ejército vencedor de los persas en la llanura de Platea, acabando con la amenaza que había provocado la muerte de Leónidas. Esta victoria, seguida de la rápida reconquista de Tebas y luego Bizancio, llave de Asia, consiguió que los persas abandonaran Grecia y Europa hasta más ver, pero al sobrino de Gorgo se le subió el triunfo a la cabeza. Los aliados empezaron a quejarse de la actitud “despótica” de Pausanias, un adjetivo que no gustaba en Esparta. Los éforos empezaron a recibir quejas, como nos cuenta Plutarco, en su vida de Arístides: 

“…siempre trataba con desabrimiento y aspereza a los caudillos de los aliados; a los soldados los castigaba con azotes, les echaba encima un ancla de hierro, obligándolos a permanecer en esta disposición todo el día.” 

 Un bromista, el Pausanias. Además, decían que empezaba a vestirse como un sátrapa oriental y a abandonar la austeridad laconia. Los aliados de los espartanos empezaron a ver con buen ojo a los atenienses como guías en la guerra, porque su general, el justo Arístides, era mucho más amable con ellos. Lo que faltaba para encender a los éforos. Pausanias fue destituido del mando del ejército y juzgado, pero se le declaró inocente. Quizá el prestigio y las relaciones de su tía Gorgo tuvieron mucho que ver en este perdón. 

Pausanias, el sobrino, mirando a la posteridad

 Pausanias, sin embargo, se encendió de ira, no fue muy inteligente y siguió dando sospechas. Viajó a Asia Menor y parece que tuvo contactos con los persas. Algo tramaba y no fue muy sigiloso. Los éforos reclamaron su regreso para averiguar de qué iba aquel asunto. Pausanias volvió obediente, como buen espartano, pero al parecer empezó a conspirar como un ateniense taimado, pues le acusaron de promover una revuelta de hilotas, los esclavos espartanos, y de pactar con los persas para ser tirano. O le montaron una acusación falsa porque molestaba o para organizar semejante complot estaba tan loco como su tío Cleómenes. 

Gorgo no pudo hacer nada por él, o quizá ya lo había dejado a su suerte. 

Cuando iba a ser capturado, Pausanias huyó y se refugió en el templo de Atenea Calcieco. Sabía bien que en otro juicio no iba a salir inocente de nuevo, que sus compatriotas no perdonaban más de una. También sabía que en la mentalidad griega, y mucho más en la religiosa Esparta, era un sacrilegio detener o matar en un templo. Pero los espartanos tapiaron los muros, esperaron a que Pausanias se debilitara por el hambre y entonces lo sacaron a rastras para que muriera fuera del templo, no muy lejos de la tumba de su tío Leónidas. 

Lo que queda del Templo de Atenea Calcieco, última residencia de Pausanias

Así murió otro libertador de los griegos. 

Gorgo quedó entonces, que sepamos, como única regente hasta la mayoría de edad de su hijo Plistarco. 
 De esta época nos queda otra anécdota, contada por Estobeo, que es atribuida a Gorgo, aunque parece una fórmula ritual de las espartanas cuando despedían a sus hijos o maridos que eran llamados al servicio militar, ya que se repite en otros autores, sin que Gorgo se mencione: 

Gorgo la lacedemonia, esposa de Leónidas, le dijo a su hijo cuando se marchaba al ejército, tras darle el escudo: "Con él o encima de él" 

 O sea, o vuelves victorioso o muerto sobre tu escudo; ya que la mayor humillación para un soldado griego era escapar corriendo del enemigo, lo que obligaba a abandonar en el campo de batalla el hoplon, el pesado escudo de la época. 

 Plistarco reinó hasta el 458 a.C. no sabemos cuándo murió su madre Gorgo. Quizá en el terremoto que asoló Esparta en el 464 a.C. y que provocó una gran mortandad y la sublevación de los mesenios e hilotas. La siguiente década fue un tiempo duro para los espartanos, luchando contra los rebeldes y las polis vecinas que aprovecharon la ocasión del terremoto para arreglar viejas cuentas. Mientras, la Atenas de Pericles crecía en poder e influencia, ocupando en la mente de muchos griegos el lugar de preminencia que antes poseía Esparta.


Vista de Esparta ayer por la tarde, más o menos

 Pero es probable que Gorgo ya no lo viese. La mujer que fue hija, esposa y madre de reyes espartanos descansaba junto a su esposo, héroe de las Termópilas. 

 Su leyenda permanece a la sombra de su famoso marido, pero brilla con luz propia, convertida en heroína de peplums rebosantes de efectos especiales y precursora reconocida, como todas las espartanas, del movimiento feminista. 


2 comentarios:

  1. muy interesante este blog, me hace gracia por q igual q Cleopatra siempre sera liz taylor, Gorgo siempre sera esa actriz americana XD; Me parece q hay otra anecdota q la menciona tanto plutarco como Diogenes laercio(q no se si serian mas fiables q herodoto jaja), que al ver Gorgo a los criados calzando a Aristagoras, dijo a su padre delante de él: "Mira papa, el extranjero no tiene manos"

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    1. Sí, es una anécdota también de Gorgo. Aunque no se puso en el artículo.
      Gracias por citarla.

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